‘RIPD Policía del más allá’: Vigilancia sobrenatural

Robert Schwentke gusta de ejecutar fórmulas cinematográficas establecidas y darles un pequeño giro para hacerlas lucir frescas. Recordemos su Plan de vuelo (Flight Plan), ejercicio de thriller hitchcockiano y claro homenaje a La dama desaparece (The Lady Vanishes, 1938), o Red (2010), su anterior éxito taquillero bastante genérico pero bien realizado y apoyado por un sólido elenco.

Su nueva película R.I.P.D. Policía del más allá (R.I.P.D., 2013) es, de nuevo, cine de fórmula y una adaptación de una novela gráfica –como lo era Red–. En este caso se recurre al clásico planteamiento de la pareja dispareja combinado con elementos sobrenaturales y de ciencia ficción. En potencia podríamos decir que es un Hombres de negro (Men In Black, 1997) conoce a Los Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984), aunque sin el carisma de ninguna de las dos.

Nick (Ryan Reynolds) es un corrupto policía de Nueva York, no hace el mal por malicia, sólo quiere darle una mejor vida a su pareja (Stephanie Szostak). Ternurita. El cargo de conciencia hace que Nick decida salirse del negocio para decepción de su compañero de patrulla, Hayes (Kevin Bacon), quien quiere seguir con el lucrativo negocio.

Durante una redada Nick recibe una bala y muere. Momentos después está frente a la procuradora del R.I.P.D –Rest In Peace Department– y recibe una jugosa oferta: servir al departamento de policía sobrenatural durante algunos años para tener la oportunidad de llegar al cielo.

En papel R.I.P.D. tiene todo para ser una gran película, si no llega a serlo se debe a la poca pericia de Schwentke para aterrizar el universo que presenta, además de contar con dos protagonistas que generan poca química, sin ella no puede existir la pareja dispareja.

Jeff Bridges parece estar en piloto automático como el sheriff Roy, simplemente reciclando el hosco vaquero de Temple de acero (True Grit, 2010) –con todo y su ininteligible acento sureño–.  Y de Ryan Reynolds… ya saben qué esperar de él si han seguido sus últimas decisiones de carrera, parece no dar una y ésta no es la excepción.

Si a eso sumamos que el tono cambia constantemente en medio del caos o efectos especiales poco logrados a pesar de haber gastado unos 130 millones de dólares en la filmación. Como resultado tenemos una película de género sin alma, ni intenciones. Gris como el personaje de Ryan Reynolds.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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