‘Deadpool 2’: Metahumor por encima de todo

La original Deadpool (2016) se erigió como una de las películas de su subgénero más divertidas de los últimos años, gracias a una trama sencilla sobre el clásico origen del superhéroe. Además, se conviritó en un sorpresivo fenómeno taquillero tras a una producción complicada. Dos años después, la inevitable secuela cuenta con un nuevo director (David Leitch), una historia con más vertientes, y varios personajes inéditos; empero, en el núcleo sigue estando la irreverencia del protagonista y de la creciente franquicia en general.

La primera “víctima” del humor de Deadpool 2 (2018) es Logan (2017), así que la posible muerte de Wade Wilson (Ryan Reynolds) es uno de los temas centrales de la secuela. No por nada en la secuencia inicial vemos a Deadpool intentando quitarse la vida. Él continuará afirmando a lo largo del metraje que, tal y como el Wolverine de Hugh Jackman, no saldrá vivo de este filme, aunque el guión toma otras direcciones. Por momentos coquetea con expandir el lado personal de Wade (ya planea tener hijos con su pareja Vanessa), o ahondar en la posibilidad de que Deadpool se una formalmente a los X-Men, aunque finalmente el enfoque queda en una subtrama que involucra a un niño mutante (Julian Dennison) que se convertirá en el protegido de Watts, y a Cable (Josh Brolin), un viajero en el tiempo con una misión clara que de concretarse alterará el futuro y salvará a su familia.

La secuela mantiene un trasfondo oscuro, detonado por una trágica muerte, –equivalente a lo que significó para Wade descubrir que tenía cáncer en la original– de ahí surge su deseo de no vivir más y también de redimirse cuidando al vulnerable y problemático niño mutante. Si bien la cinta lidia con temas como el amor, la pérdida, un mutante maltratado y confundido, la redención, e incluso con los viajes temporales, la realidad es que al menos por ahora el fuerte de la franquicia Deadpool no está en sus argumentos.

En el papel, Deadpool 2 lucía como una entrega con más acción, dado que su director Leitch es un probado nuevo maestro del género. Sí, las secuencias de acción tienen una mayor escala respecto a las de la original, aunque Leitch no supera su propio trabajo anterior y no hay una escena que se equipare a la singularidad violenta de Otro día para matar (John Wick, 2014) o al desquiciado plano secuencia de Atómica (Atomic Blonde, 2017).

Deadpool 2 tampoco es particularmente memorable por sus nuevos personajes, en especial el de Dennison, quien básicamente repite gags de Cazando salvajes (Hunt for the Wilderpeople, 2016), sobre su actitud gangsta y raperos como 2Pac y Ice Cube; si vieron ese excelso dramedy de Taika Waititi no habrá mayor sorpresa con el joven neozelandés. Mientras que viejos conocidos divierten –los amigos de Deadpool interpretados por T.J. Miller, Leslie Uggams y Karan Soni– pero difícilmente tienen mayor relevancia, la aparición de otros mutantes seguramente hará que los fanboys de los cómics aplaudan, pero en general la película no logra sobresalir salvo cuando su lado cómico está por encima de todo lo demás.

A pesar de que ese casi omnipresente espíritu desmadroso naturalmente no se siente tan fresco, Deadpool 2 se erige como una secuela digna con un buen promedio de gags ocurrentes. Más allá de las referencias a la corrección política del momento (¡el nombre X-Men no es incluyente!) o a la cultura popular –no faltan las alusiones al MCU/DCEU y a las favoritas de la parodia Bajos instintos (Basic Instinct, 1992) y Digan lo que quieran (Say Anything…, 1989)–, sobresalen las secuencias que otra vez destruyen las expectativas y las convenciones del subgénero de los superhéroes (i.e. el destino fatal de la primera versión de la X-Force), y que reafirman el metahumor introducido en la original (i.e. los chistes sobre los millones que ganó la primera parte en taquilla, la burla a que una triste línea de Careless Whisper se hizo realidad).

Consecuentemente, en Deadpool 2 podrá haber un duelo entre más mutantes y una fuerte carga dramática, pero nada, absolutamente nada funciona mejor que, por ejemplo, burlarse del pasado fallido del mismísimo Ryan Reynolds (¿alguien se acuerdan de X-Men orígenes: Wolverine? ¿De Linterna Verde?). Si disfrutaron la 1 por este tipo de material, es imposible que esta secuela no los haga reír.

Por Eric Órtiz (@EricOrtizG)

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