Pincel y Celuloide | ‘Anna Karenina’: Kinético teatro

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El teatro de Jean Renoir: Anna Karenina & La Carrosa de Oro

En los inicios del cine y del posterior debate sobre su condición artística, uno de los argumentos que siempre se utilizó para desvirtuar su calidad fue ese que reza “no es más que teatro filmado”. Siempre hubo directores inteligentes y capaces que rebatieron tan débil argumento cambiando la posición del teatro dentro del cine, como Marcel Carné (Les Enfants du Paradis) o Kenji Mizoguchi.

Poco después vendría uno de los cineastas franceses más reconocidos para dar tiro de gracia a aquello del “teatro filmado” con no una, sino tres películas, el enorme Jean Renoir. Su trilogía del espectáculo conformada por French Cancan (1954) con María Félix, Elenna et les Hommes (1956) con Ingrid Bergman y Le Carrose D´Or (1952) con Anna Magnani. Es ésta de la que Anna Karenina, el más reciente trabajo del pomposamente versátil Joe Wright, toma gran inspiración, no sólo en la confluencia de escenario y filme, sino en una figura femenina central en plena desesperación. Estilo y tema en orquestada armonía. Anna Karenina representa el drama femenino por excelencia en medio de un duelo entre escenarios vivos y estoicos momentos de plástica belleza.

El capricho de la dama: Anna Karenina & La Emperatriz Escarlata

El capricho de la dama: Anna Karenina & La Emperatriz Escarlata

Tanto la protagonista como el filme, van pasando por una serie de movimientos que cambian su estilo y la manera en que se relacionan con su propio contexto. Anna (polarizante Keira Knightley) tiene un caprichito erótico con el gallardo Bronsky (Aaron Johnson, con pelo rubio a lo estética de 15 varos) mientras está casada con Alexei Karenin (brillante Jude Law). Anna, en un primer momento es una figura llena de sí misma, de un glamour excepcional que refleja en su atuendo grandilocuente, pero sin rayar en la exageración, de la misma manera que la diva Marlene Dietrich en la majestuosa Emperatriz Escarlata (1934) de Josef Von Sternberg, muestra su poderío a través de su impecable presentación. Dos mujeres que comparten una visión opulenta de la vida en un primer momento, para después verse derruidas en un torrente pasional (sí, señora, como el de la novela de las 6).

Un mundo de decorosas tradiciones: Anna Karenina & Velázquez

Un mundo de decorosas tradiciones: Anna Karenina & Velázquez

A pesar de que en Anna Karenina la presura del teatro empuja al celuloide, Joe Wright no pierde ocasión en bombardear nuestras pupilas con ejemplares frescos que apelan a pintores especializados en carácter como Diego de Silva y Velázquez, el maestro español, que con enorme gracia utilizó la realidad para crear atmósferas totalmente nuevas. La creación de estas atmósferas es utilizada en Anna Karenina para contextualizar el mundo en el que se desenvuelve el drama tolstoiano, una sociedad de usos y costumbres arraigados, una sociedad conservadora que también tiene sus pinceladas de absurdo, como la sociedad que Velázquez retrató a la perfección.

La seguridad del adulterio: Anna Karenina & Madame De…

La seguridad del adulterio: Anna Karenina & Madame De…

Una vez que Anna ha podido superar los obstáculos morales y las convenciones de la rigurosa sociedad rusa, especialmente del silente poderío de Karenin, esta fémina le da gusto al cuerpo y la pasión que le es negada, adopta ahora una seguridad envidiable desde el momento del primer baile con Bronsky. Ese mismo baile que liberó a la Madame de… (Danielle Darrieux) del enorme yugo marital de su esposo (Charles Boyer) con el dreamy Vittorio de Sica. La liberación sexual de la mujer, que invariablemente lleva a un destino trágico, la ruptura del código sexual es dolorosamente punitiva pero empodera a la mujer. Dos bailes simbólicamente prohibidos, filmados con solvencia, gracia y naturalidad, uno por el maestro del romanticismo vienés (Max Ophüls) y otro por el maestro en ciernes (Joe Wright).

El barroco exceso: Anna Karenina y Sternberg

El barroco exceso: Anna Karenina y Sternberg

Este filme es uno que no le teme a los excesos, al contrario, los abraza con locura, se sabe barroca y no busca mermar su recargamiento visual. Wright despliega la misma arrogancia estética que el genio del barroquismo cinematográfico, Josef Von Sternberg, citando grandes cintas como la ya mencionada La Emperatriz Escarlata, El Ángel Azul (1930) o Shangai Express (1932). Incluso en el aspecto aural, el brillante score de Dario Marianelli representa una infusión de temas de fuerte influencia de los scores compuestos por Nino Rota para otro gran artista del exceso: Federico Fellini. Con tal bombardeo, se extrañan versiones más austeras, como la de Greta Garbo o incluso la (muy) libre adaptación del director kazajo Darezhan Omirbayev, Chouga (2007).

Medusas: Atracciones Letales

Medusas: Atracciones Letales

Después del frenesí carnal y la rebelión contra la dictadura conyugal, nuestra trágica heroína se encuentra postrada en cama, enferma después de haber perdido a su hijo. Una mujer castigada por su atrevimiento, postrada con las greñas regadas en la cama de una manera atrayente pero al mismo tiempo trágica, como la Medusa concebida con enorme dramatismo por Caravaggio, una figura femenina mítica, desprovista de su cuerpo y castigada por lo que hace a los hombres. Amenazas al poderío masculino y siempre castigadas como tal, tan peligrosas como víboras en la cabeza.

Luto al amor: Anna Karenina & Senso

Luto al amor: Anna Karenina & Senso

Al final, Anna Karenina cumple su fatal destino,  su luto es inminente, sea por la partida de Bronsky o por darse cuenta de que su romantizada versión de la vida no es más que una débil y tenue apariencia, la imagen de arriba ilustra como el luto de la mujer se da en un ambiente de virilidad aplastante, porta el negro con el peso que le corresponde. Haciendo un último maridaje en la decadencia de esta figura, se encuentra uno de los virtuosos de la opulenta decadencia, el maestro italiano Luchino Visconti, quien en Senso (1954), una película situada en la guerra civil italiana, deshace con dureza el romanticismo de una condesa italiana (Alida Valli). Visiones trágicas del “amor”, mujeres en luto constante. Su luto es simbólico, el amor es inexistente.

El campo impresionista: Del artificio a lo natural

El campo impresionista: Del artificio a lo natural

Después de la muerte, está de nuevo la vida, o cuando menos la impresión de la misma. La cinta inicia en los dominios del teatro, desarrolla su tragedia gustosamente en un escurridizo escenario en el que constantemente salimos y entramos de la ‘realidad’ al ‘artificio’, pero el último referente visual, claramente extraído de artistas del impresionismo francés como Auguste Renoir (padre del cineasta Jean) y el paisajista Claude Monet, nos abre el espacio a aquello que es ‘natural’, o al menos ‘la impresión de…’. Anna Karenina es una obra polarizante, una golosina visual repleta de detalles, no desprovista de cierto valor nutrimental, como aquella que es engullida en el teatro o el cine, pero cuyo sabor es aún más dulce fuera del mismo.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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