Los últimos años la literatura ‘young adult’ tuvo un boom y gracias a él, Hollywood descubrió su nueva veta de adaptaciones literarias. Así nos llenamos de elegidos y paisajes distópicos, triángulos amorosos y obvias metáforas sobre el fascismo, o cualquier idea política en realidad. El relato de Peter Pan en su núcleo trata sobre el miedo a crecer, asumirse como adolescente/adulto en ciernes para enfrentar la vida. Incluso la versión animada de Disney del 53 o Hook (1991), de Steven Spielberg, mantienen esos conceptos en su centro.
En plena Segunda Guerra Mundial, Peter (el debutante Levi Miller) es un huérfano en plan Zapatos viejos (1993), siempre soñando con volver a ver a sus padres, al menos a su madre, y aguantando vara de los abusos de una castigadora madre superiora (Kathy Burke) junto a su valedor Nibs (Lewis MacDougall). Sin embargo, la monja tiene otros planes y lucra vendiendo niños a una banda de piratas espaciales (o interdimensionales, vayaustedasaber) comandados por el glamoroso Barbanegra (Hugh Jackman), un adicto a la piedra… digo, al polvo de hada, dueño de miles de esclavos y destructor de comunidades a lo largo y ancho de la isla. ¿Será Peter el elegido tan esperado por los pobladores de Nunca Jamás?
Esas pocas líneas explican la trama de Peter Pan (Pan, 2015), el nuevo trabajo del inglés Joe Wright. el director y su guionista Jason Fuchs toman los personajes de J.M. Barrie (creador de la versión literaria) y los trasladan a nuevos horizontes, entiéndase la frontera del young adult, de una manera muy similar a cómo Tim Burton revitalizó Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland, 2010). Así tenemos una profecía del elegido venido de una tierra lejana, seleccionado por el destino y la sangre (en este caso la de una guerrera humana y el príncipe de las hadas, pero puede ser la Virgen María y el Espíritu Santo) para librar a todos de su malvado opresor.
Los mejores momentos de la carrera de Wright han llegado cuando su ambición visual empata con un guión sólido, como en Orgullo y prejuicio (Pride & Prejudice, 2005), Expiación, deseo y pecado (Atonement, 2007) o ese hermoso final de Anna Karenina (2012) donde el teatro aparece mientras la toma abre lentamente para poner en plena evidencia su artificio. Sin embargo, aquí nunca se encuentran, por cada momento visualmente inspirado hay un número musical donde esclavos cantan ¿Smell Like Teen Spirit?, de Nirvana, como si estuvieran a mitad de Moulin Rouge! (2001).
A pesar de todos los lances de dirección, Pan no trasciende su molde “young adult”. Una precuela más esperando servir como puente a una millonaria franquicia, una imposición como la buena ondita de Garfio (Garret Hedlund). Este elegido es uno más de la línea de montaje, su rebelión también.
Por Rafael Paz (@pazespa)