Teresa (Margarete Tiesel) es una mujer blanca, austriaca, soltera, ganosa, de huesos anchos y cercana a cumplir el medio siglo de edad. Es un retrato de la soledad. Para festejar su cumpleaños, Teresa decide viajar a Kenia y darse unas merecidas vacaciones en ese paraíso terrenal. Pero descanso no es lo único que ella está buscando –guiño guiño–.
Paraíso: Amor (Paradies: Liebe, 2012) es un retrato del nuevo colonialismo europeo en África. Antes, Europa veía al continente africano como un interminable cuerno de la abundancia. Ahora, es su patio de recreo, donde lo que importa es que el hombre blanco es el que sigue mandando y el que debe satisfacer sus necesidades. Simbolismo encarnado en Teresa.
El tema se prestaba para hacer un drama o, en todo caso, un melodrama para convertir la cinta en dos horas de azotes y regaños sobre lo permisivos que hemos sido sobre la actitud de Europa hacia África. En cambio, Ulrich Seidl, el director, opta por usar el humor más negro y recalcitrante posible. Paraíso: Amor es una una comedia negra con algunos dramáticos –la escena en que Teresa trata de hablar con su hija–, en la que Seidi demuestra que es más fácil entregar un mensaje haciendo reír al público que haciéndolo sufrir.
La trama nos lleva por caminos insospechados, donde la transgresión es regla –por favor, bajo ninguna circunstancia lleve a sus niños a alguna proyección de la película– y el desnudo es ley. Son las exuberantes curvas de Teresa las que reflejan su estado emocional, es capaz de abusar y denigrar a un joven africano en busca de un poco de compañía y amor, pero se indigna cuando su joven prostituto se niega a continuar satisfaciéndola a menos de que consiga algo a cambio.
Como lo decía al comienzo, resulta una metáfora perfecta sobre el vínculo entre África y Europa: permítanos pasear por sus playas, abusar de sus mujeres y llevarnos sus materias primas, sin embargo, no se atrevan a pedir algo a cambio, con qué cara lo van a hacer.
Teresa no es más que el reflejo de la sociedad en que fue criada, es hilarante escuchar a la protagonista pedir que los keniatas la vean como una persona y no como un voluptuoso par de senos, una cara linda y un cuerpo del cual aprovecharse. Acto seguido la vemos partir con un joven africano para una tarde de placeres físicos.
El estúpido hombre blanco sigue violando África y lo disfruta.
Por Rafael Paz (@pazespa)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura del FICM.