‘Nosotros los nobles’: Entre lobukis y mirreyes te veas

nobles1Germán Noble (Gonzalo Vega) es un hombre preocupado por el futuro de su familia. Han pasado algunos años desde que quedó viudo y no encuentra la manera de corregir el comportamiento de sus hijos: un trío de niños ricos buenos para nada.

Javi (Luis Gerardo Méndez) es todo un papaloy que viste a la imagen y semejanza de Luis Miguel, además gusta de gastar su dinero en proyectos infructuosos: como ese plan de llevar gasolina a domicilio. O sea goei, cero cool hacer cola. Bárbara (Karla Souza) es una lobuki que disfruta de provocar a los sirvientes —sexualmente, claro— y salir a dar el tarjetazo con sus BFF, está a punto de casarse con un cazafortunas para hacer encabronar a papá. Cha (Juan Pablo Gil) es un estudiante de la Ibero con facha de hipster —cualquier cosa que eso signifique— que gasta sus días seduciendo a sus maestras, como plus organiza rituales para ponerse en contacto con la madre naturaleza.

Entenderán las preocupaciones por las que pasa Don Germán, sus vástagos parecen no tener futuro y gastan a manos llenas sin asumir la responsabilidad. Para corregir el rumbo, Don Germán planea la forma de darles una lección: les dirá que una mala jugada del sindicato ha provocado que pierdan todos sus bienes y como son accionistas de la empresa deben de huir so pena de terminar en la cárcel. En pocas palabras, los obligará a darse un baño de pueblo: vivirán en una casa que se cae a pedazos y deberán buscar un trabajo para llevar el sustento a casa.

Nosotros los nobles (2013) es la ópera prima de Gaz Alazraki, nieto del legendario Benito Alazraki —director del clásico Muñecos infernales (1961), con Ramón Gay— e hijo del publicista Carlos Alazraki, quien tiene un cameo en la película.

El director asegura que la idea e inspiración de la cinta surgió después de vivir unos meses en Los Ángeles, donde lo tuvieron talacheando, y notar a su regreso a la Ciudad de México que, a diferencia de sus amigos, él había cambiado. Era el mismo pero era otro y esa es la experiencia que trató de capturar.

Nosotros los nobles es, también, una versión refrescada del seminal melodrama buñueliano El Gran Calavera (1949). La película de Luis Buñuel tenía en el papel del padre preocupado a Fernando Soler, quien fraguaba una treta muy similar a la de Don Germán. Claro, no es idéntica pero casi, decir que es sólo una influencia sería quedarse corto aunque los involucrados tal vez nunca lo acepten.

La mayoría de las producciones del cine mexicano se enfocan en los festivales, pocas piensan en divertir o entretener al público antes de complacer un objetivo artístico o personal. No es extraño que el largometraje tenga resonancia en un melodrama de la época del Cine de Oro ya que apela a valores muy similares: unión familiar, trabajo honrado, nobleza en las clases bajas, etc.

Es curioso lo poco que en realidad ha cambiado la sociedad, los nombres varían pero la situación prevalece. Antes eran niños popis o de papi, ahora son mirreyes; niñas nice o fresas, ahora son lobukis; y así. Continuamos con una clase alta insensible y desconectada del resto de la población, unos días de microbus o de atender mesas no van a cambiar eso.

Nosotros los nobles se desdibuja y pierde fuerza cuando el gag entorpece la fluidez de la trama. Aquellos que estén buscando entretenimiento, un poco de humor clasista —quizá a la inversa—, y un sano momento esparcimiento de familiar, deténganse, aquí está lo que buscan.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Publicado en Esto no es una reseña de El Financiero.

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