‘Noé’: Aronofsky y el mito secularizado

En Noé (Noah, 2014), Darren Aronofsky retrata la conocida historia del héroe bíblico y el diluvio que borró todo rastro de pecado en la humanidad –al menos en esa época. Tres de nuestros colaboradores discuten sobre los alcances del nuevo opus aronofskyano, los matices de la obra y sus intenciones.

  • ¿Religiosa, mística, mitológica, mágica o musical?

Rafael Paz (RP/@pazespa): No creo que ni el mismo Aronofsky lo sepa bien a bien. Parte del fracaso en la película es su indefinición. Va hacía todos lados en algún momento o plantea escenarios que después se olvidan. Como esos cromos del principio de una puesta de sol que después se abandonan para no regresar. Al final, el director parece decantarse por lo mágico. Después de todo, muchas cosas se resuelven así. Quizá no era la mejor opción para darle aire fresco a una historia tan sobada.

Alonso Díaz de la Vega (ADV/@diazdelavega1): Aronofsky contaba con la formación ideal para darle el alcance mitológico al filme, pues viene de una familia judía conservadora. Incluso los temas cabalísticos de Pi sugieren un conocimiento, al menos por tradición familiar, de nociones del judaísmo que Noé ignora de la manera más secular posible. Noé no sólo es el fracaso de Aronofsky, sino de la humanidad entera, incapaz de conservar y estimular el poder esencial de sus mitos. Al sucumbir a las presiones de nuestro mundo secularizado, en Noé los elementos míticos se reducen a mágicos, y las causas éticas, a propaganda vegetariana y ecologista. El error de Aronofsky fue no aceptar que su Noé no es el bíblico, sino un héroe nuevo, producto de las preocupaciones modernas. Constantemente esperé que se revelara la locación como una Tierra posapocalíptica, donde nuestros errores forzarían la recurrencia de la historia.

JJ Negrete (JJN/@jjnegretec) Creo que ambos dan en el punto nodal del problema de la cinta de Aronofsky: su indefinición, su frecuente titubeo, su profunda inseguridad y sus pronunciadas fallas. Decir que Noé es una cinta religiosa es una falacia. No se perciben más que esbozos; cosa que es clara desde los primeros cuadros: un prólogo decepcionante que habrá de marcar una tónica dispersa. Como apunta Alonso, aquí los elementos míticos son suplidos por chabacanería fantástica, plastificación bíblica al servicio de un carente compromiso religioso. La riqueza de la religión está en la particularidad que une a sus fieles en torno a un mito que revela una realidad. Su base es universal pero su diálogo está codificado. En Noé ese diálogo se pierde en la fútil búsqueda de consenso. Ni musical… a pesar de que Russell Crowe se echa un palomazo.

  • Después de Noé, ¿dónde queda Aronofsky como auteur?

RP: Quizá en el mismo sitio. Como bien dijo JJ Negrete alguna vez, es uno de los cineastas consentidos del cinéfilo promedio, gracias a la gran accesibilidad de todo su catalogo. Probablemente no sea un cineasta capaz de manejar grandes presupuestos. El trabajo de efectos especiales en verdad queda a deber, con tomas de aliento similar a los reportes del clima de cualquier noticiario. Sin embargo, hay una inspiración temática similar al que ha alimentado toda su obra: el hombre llevado al extremo, sin la capacidad de salir de su obsesión/trabajo/adicción, como lo demuestra una segunda parte mejor trazada de la cinta. Incluso hay cierto aliento hitchcockiano de transferencia de culpas. Seguro vio Lifeboat y le gustó.

JJN: Creo que queda en la misma posición, aunque Noé implique un franco retroceso. Se ha hecho de un lugar en el panorama actual a base de lúgubres y asfixiantes atmósferas visuales que encuentran ecos en Noé. La ambición y ejecución de algunas ideas y secuencias, como el colosal diluvio a la De Mille, la toma de la piedra con los “inocentes” que remite a algunos cuadros de Hieronymus Bosch o la tensión dentro del arca dan una idea de lo que pudo haber sido la cinta, de contar con un núcleo temático más enfocado y firme, pero todo sucumbe ante un tono incómodo desde el inicio y una renovación evidente, aunque no del todo clara, en el pensamiento, no exclusivamente cinematográfico, de Aronofsky.
ADV: Creo que si el filme resulta un fracaso en taquilla afectará a la carrera de Aronofsky, al menos si quiere seguir trabajando con dinero de Hollywood. Esto sería una buena oportunidad para que regrese al cine de bajo presupuesto que lo consagró en el canon de directores modernos relevantes. Sobre todo, creo que, como apunta JJ Negrete, hubo una confusión en su pensamiento que será bueno ver revertida hacia los personajes trágicos que le caracterizaban. Todos los directores tienen fracasos, pero Noé es interesante por ser un fracaso basado en una renuncia, la de Aronofsky mismo. Su Noé sin duda tiene características afines con los demás personajes de Aronofsky, pero el no culminar como ellos, en una especie de apoteosis personal o muerte catártica, no creo que implique un paso a la madurez, sino hacia una templanza melodramática, inesperada en un director como Aronofsky.

  • ¿Cómo esperan que sea el recibimiento por parte de distintos grupos religiosos de la película?

JJN: Pienso que puede atraer hasta cierto punto a públicos seculares, e incluso a católicos entusiastas del revisionismo bíblico en aras de acercar a más personas a los hitos religiosos, pero creo que sectores más rígidos de distintas religiones verán como inverosímiles y hasta ofensivas muchas partes de la cinta, particularmente la destrucción de la prohibición del incesto, piedra angular de la teoría estructural de Levi Strauss, así como de las muchas licencias “artísticas” adoptadas por Aronofsky, que ya causaron censura en algunos países del Medio Oriente. Lo que sí espero no tenga repercusión alguna son algunas de las imágenes que parecen venir de comerciales del PT o de la Sedesol.

ADV: Me atrevo a insistir en ver Noé como una respuesta al mundo secularizado del siglo XXI. Ya no estamos en los turbios 80, cuando quemaron un cine en Francia por La última tentación de Cristo, y dudo que Noé suscite una reacción más fuerte que el desdén por su contenido, sobre la base, simplemente, de una mala película. Lo que me preocupa de la tradición reciente de cine mitológico es la intención de utilizar a los antiguos arquetipos como objetos de propaganda, más que de una proliferación de lo humano. La mitología antigua es un sueño colectivo que nos conecta en nuestras raíces primarias. Cintas como Noé, o incluso Man of Steel, utilizan la dialéctica de las historias de Edipo, Heracles o Noé de manera panfletaria y exclusiva para las preocupaciones del mundo desarrollado. ¿Qué impacto puede tener una cinta como Noé, que propone la dieta vegetariana, en un país como México, con los serios problemas de pobreza alimentaria que lleva a cuestas? Noé está condenada a la irrelevancia por su propia agenda.

RP: Creo que Alonso tiene razón. Estamos ante una cinta que evita su vena más religiosa y la intercambia por características más cercanas al cine épico o mágico. Incluso Aronofsky parece anunciarlo desde su torpe prefacio, además de las varias licencias “autorales” que se toma. Es interesante notar cómo la secularización ha tomado un lugar tan preponderante en Hollywoood, como lo demostró hace unos meses el remake de Robocop, pasteurizado y despojado de todas las referencias cristianas de sufrimiento y redención de la versión original. No sufre de un proceso similar. El problema, como lo dijimos al inicio, es la indefinición de Aronofsky: su error no es alejarse del lado religioso, es no saber qué hacer en ese distanciamiento. Por eso Alonso ve una película inspirada por Mad Max –una figura llena de cristianismo, por cierto– y su mundo apocalíptico. O Negrete, un saturado cromo de la evolución de la mano opresora –¡granaderos?– que recuerda a los anuncios de la “verdadera izquierda”. Son decisiones que muestran falta de confianza en el contenido. A cada paso se cambia el rumbo.

  • ¿Qué tan emparentado se encuentra Noé con los demás personajes de Aronofsky?

ADV: Sin duda se parece a ellos. Es un obseso del orden, como Max Cohen, en Pi, o Nina en Black Swan. La diferencia fundamental que, creo, lo separa del resto es que lo guía la voluntad de Dios. Normalmente los personajes de Aronofsky caen debido a una obsesión interior que llega a un límite de ruptura, pero en este caso Dios es quien determina buena parte de las acciones de Noé, si no es que todas, ya que lo conoce tan bien como para predecir su conducta. Es quizá Dios y no Noé quien tiene mayor relación con los demás personajes de Aronofsky y eso inmediatamente sitúa la cinta en el fondo de su canon.

JJN: Creo que la obsesión directiva de Noé se introduce a la ceguera parcial de muchos de sus personajes, como Ellen Burstyn en Requiem for a Dream o la ya mentada Nina de Black Swan, así como el tríptico interpretado por Hugh Jackman en The Fountain, que busca respuestas y sentido en mundos de otra índole, no necesariamente religiosa, sino de un cariz marcadamente filosófico. Creo que no se le llama “Dios”, sino “Creador”, durante todo el filme, lo cual elimina la dimensión religiosa, pero no la autoritaria. Este es un creador mudo y cruel que empuja a Noé a un duro límite que resquebraja el “sentido” de su existencia, como Mickey Rourke en The Wrestler. Creo que Aronofsky pone a Dios como un poderoso creador, lo cual no lo hace necesariamente un buen guía o consejero.

RP: Comparto las opiniones de ambos. Noé tiene algo de los protagonistas de las películas anteriores de Aronofsky. Probablemente la única diferencia es lo predecible de su final: el héroe bíblico no es más que el títere del “Creador”. Resta sorpresa a las acciones y desenlace, algo que ayudaba a personajes como los de Black Swan o Requiem for a Dream –Ass to ass!

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