‘No es una película’: Se busca tolerancia y libertad

La realidad es que me han privado de pensar y escribir por 20 años, pero ellos no pueden evitar que sueñe que en 20 años la inquisición e intimidación serán reemplazadas por la libertad y el libre pensamiento. Jafar Panahi

El nombre de Jafar Panahi quizá no sea conocido de este lado del charco. Considerado uno de los mejores cineastas de Irán, sus películas siempre han sido tomadas como peligrosas por el régimen que gobierna su país. Su arte lo ha llevado a ser condenado a varios años de prisión y una veintena en la que le será imposible trabajar en cualquier cosa que huela a cine.

Panahi pasa sus días enclaustrado en su hogar, impedido de salir gracias a su condena. Ante la situación decide llamar a su amigo Mojtaba Mirtahmasb para recrear su último guión y dar una idea de la cinta que no fue. Ésa es la historia de No es una película (This is not a film, 2011).

A medio camino entre el documental y el cine experimental, lo espontáneo y lo planeado, This is not a film es un reclamo y una muestra de que el arte y la libertad de expresión son capaces de imponerse a muchas adversidades. Es, además, una cachetada a todos aquellos que aseguran que el futuro de la industria reside en las posibilidades del 3D y olvidan que empujar los límites establecidos es lo que los ha traído hasta aquí.

Acostumbrados a usar la palabra represión con facilidad y sin reflexión en un país como el nuestro, Panahi sabe que lo suyo es una injusticia, pero no por ello se victimiza ni busca mostrarse lastimero ante el ojo de la cámara. En cambio, opta por tomar aquello que le dejaron y seguir haciendo lo que más le apasiona: cine.

Proyectada como parte del 32 Foro Internacional de la Cineteca Nacional, el largometraje muestra a dos cineastas muy sensibles ante la circunstancias, que logran crear un discurso a partir de segmentos que podrían haber sido grabados por accidente y con la única finalidad de mostrarselos a los cuates o terminar perdidos en youtube.

Sin quererlo —o quizá buscándolo inconscientemente—, Pahini hace apuntes sobre el estado actual de su país. Por ejemplo, platica con un joven universitario que cursa una maestría en arte, quien no puede ejercer su especialidad debido a las pocas oportunidades para ejercerla y mejor dedica su tiempo a trabajos temporales. O ese fragmento final en que vemos a unos adolescentes incendiar algo a media calle, el olor a revolución está en el aire.

No es una película es, a fin de cuentas, una petición de igualdad y de respeto por las ideas del otro, así sean contrarias a las nuestras. Panahi lo dice mejor: “Ellos me han condenado a veinte años de silencio. Sin embargo en mis sueños, yo grito por un momento en que podamos tolerarnos unos a los otros, respetar las opiniones del otro, y vivir para los otros.”

Más información en thisisnotafilm.net.

Por Rafael Paz

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