El general Ferrero da órdenes a sus militares para quitar el trabajo a un grupo de mineros. Estos se revelan con las armas en las manos para recuperar lo perdido. Una serie de injusticias se encadenan en el audiovisual hasta llevar a los personajes a una jungla, donde luchar por su vida es la única salida. Situada en un país latinoamericano, un forastero (Georges Marchal), un viejo minero de 62 años (Charles Vanel) y su hija sordomuda (Michèle Girardon), un misionero (Michel Piccoli) y una prostituta (Simone Signoret), revelan sus instintos dentro de una jungla cerca de Brasil.
El clima de censura y violencia de la película es más espeso que uno surrealista, aunque por instantes se deje observar entre sombras y visiones de algunos personajes. En esta película no tenemos al Luis Buñuel surrealista. La película habita otro registro de la filmografía de Buñuel, una careta más disminuida: el tema político directo. La película captura los rasgos burgueses que precariamente olvidan la confianza y la simpatía por el otro: el dinero, la condena social, el descaro militar y su cinismo para violentar a las personas de un pueblo latinoamericano. Esta película describe a manera de alegoría los conflictos de una América Latina habitante del despojo imperialista y antesala de una revolución cubana, además de la patente relación con la España franquista.
En un recuento histórico cinematográfico es imposible olvidar a Luis Buñuel. Cineasta lúcido y con películas surrealistas que recrearon los instintos y las visiones más antiguas de la humanidad. Al margen de películas más imaginativas y potentes como Viridiana (1961), El ángel exterminador (1962), Simón del desierto (1965) o El discreto encanto de la burguesía (1972), por mencionar algunos trabajos que habitan el mapa de una cinematografía ampliamente necesaria. La muerte en el jardín no es su película más conocida, ni el trabajo mejor acabado. Sin embargo, esta película no carece de una estructura que intuya la incoherencia y el deseo de algunas clases sociales. La película intenta captar de una sola mirada el conflicto entre mineros y militares, cuando estos últimos quitan el trabajo a los primeros. La sombra de esa mirada proyecta un conflicto rico en aristas, al situar a los mismos personajes que pelean por sus trabajos en una jungla. Espacio natural que subraya la incoherencia de una sociedad civilizada que va eliminando los signos que le dan orden: los diamantes (el valor de los objetos), los sueños de una vida tranquila (la utopía del bienestar material), el compromiso del amor o los roles sociales (la posesión de una identidad). La muerte en el jardín lanza varios guiños que invitan al espectador a reconocer los temas que años después hacen de Luis Buñuel un maestro de la presentación de las clases burguesas en situaciones atípicas.
En el lugar de esta ficción hay de todo si alguien puede pagarlo. Chark, el forastero, tiene su fortuna pegada al cuerpo. Tiene respuestas para todo y, cerca del final de la película, también la última palabra para que el espectador vislumbre el centro de uso crítico que tiene la película en la iconografía de Luis Buñuel.
Por Carlos Rgó (@Rgock)
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