Un periodista está cubriendo una marcha en contra del gobierno, es el día del Halconazo. La policía rompe la manifestación y repele a la concurrencia con violencia. Un celoso vigilante de la ley golpea a Lauro con un bambú en la cabeza, termina la jornada en coma. Décadas después, cuando despierta tieso y consumido del descanso involuntario, Lauro encuentra a sus hijos convertidos en adolescentes (los propios hijos de Retes, Sonia y Juan Claudio), a su amigo revolucionario convertido en pequeño burgués alineado con el partido hegemónico y a su esposa transformada. El mundo cambió sin detenerse un momento por Lauro. Ése es el conflicto central de El bulto (1992), uno de los trabajos más personales de Gabriel Retes.
El tema de un hombre en coma, congelado o perdido en el tiempo que despierta sólo para no reconocer su entorno es un tema se ha abordado literariamente –algo como Rip Van Winkle, de Washington Irving, por ejemplo– y en el cine, donde hay más de un ejemplo: desde Adiós a Lenin (Good Bye Lenin!, 2003) o El bello durmiente (1952), con Tin Tan, hasta Capitán América y el Soldado del Invierno (Captain America: The Winter Soldier, 2014).
La película de Retes destaca porque logra capturar de manera bastante acertada el conflicto generacional que se dio entre los protagonistas del 68 y sus descendientes, una lucha que tiene ecos en el seno de cualquier familia contemporánea y que se repite de generación en generación cada determinado tiempo.
El entendimiento entre generaciones, según Retes, sólo se logra cuando ambas facciones comprenden que los problemas, aunque en apariencia diferentes, no lo son tanto y que los problemas de unos son realidad también de los otros. Una aparente destrucción del pasado es necesaria para encontrar la madurez. Es la idea mediante la cual funciona la película, presentada siempre en un tono tragicómico, por ejemplo, al tomar el papel protagónico, Retes no exime al personaje de ser ridiculizado por sus posturas y su falta de pragmatismo. La trama está llena de apuntes cómicos que aligeran el tono general de la película –”de joven me decían que me parecía a Mick Jagger“– y le dan profundidad a los personajes, los muestran más humanos.
Hay un necesario distanciamiento entre hijos y padres, necesario para alcanzar la madurez, o al menos la idea de la madurez que pretende Retes. Los hijos de Lauro crecieron sin él, no lo conocen más que en su faceta inerte y militante, es un bulto del que deben encargarse no su padre. La aceptación uno del otro no se trata de lazos sanguíneos, sino de proximidad y crianza. El bulto brilla más por sus ideas que por su técnica; una demostración de porqué Retes fue uno de los cineastas más destacados de su generación.
Por Rafael Paz (@pazespa)