Los límites del presupuesto

Sean (Emile Hirsch) y Ben (Max Minghella) son dos jóvenes que viajan a Rusia en busca de hacerse millonarios con una aplicación para smarthphones, un ruso viejo lobo de mar en los negocios los estafa y quedan varados a su suerte. Como buenos entrepreneurs deciden ahogar las penas en un bar dónde conocen a dos turistas americanas –viajar del otro lado del mundo y comer en Arby’s, ustedes sí que saben divertirse– con quienes enfrentaran El último día de la humanidad… en 3D, si no ¿cómo?

El último día de la humanidad (The Darkest Hour, 2011) plantea el fin del mundo de la mano de unos extraterrestres hambrientos de energía y que son invisibles al ojo humano. Así, la cinta plantea uno de los temas favoritos de la ciencia ficción: la invasión alien y el consecuente aniquilamiento de la raza humana.

El serie B norteamericano tiene una larga tradición en este rubro, ahí el que se vea el cierre del traje de monstruo o que el maquillaje sea peor que el de Armie Hammer en J. Edgar es un plus y se aplaude –vean The Beast with a Million Eyes (1955) y sabrán de que estoy hablando–. La idea detrás de The Darkest Hour suena interesante, es su ejecución tratando de evitar el serie B lo que la condena junto a su obvia falta de presupuesto.

Se pueden hacer homenajes al serie B con alto presupuesto, como Tim Burton y su Marcianos al ataque (Mars Attacks!, 1996) o evitarlo y tener bajo presupuesto en un filme de invasores extraterrestres, Monsters (2010) de Gareth Edwards es un gran ejemplo, y sobrevivir en el intento.

El último día de la humanidad luce más como un intento de imitar las peores características de Michael Bay –harta e insustancial pirotecnia–, sin el presupuesto de éste.

Timur Bekmambetov funge como productor y ya antes había demostrado que puede hacer mucho con poco con su película Guardianes de la noche (Night Watch, 2004) y aquí su mano brilla por su ausencia. ¿Cómo crear suspenso con un alien que luce igual que un Pokemon oligofrénico? Esperemos que no pase lo mismo con su siguiente proyecto, la adaptación cinematográfica de la novela Abraham Lincoln, Vampire Hunter.

Al director Chris Gorak tampoco le podemos exigir mucho, hace su chamba y nada más, ni el guión ni los actores dan como para echar el resto. Aunque Emile Hirsch puede dar mucho más como histrión, como lo demostró en Into the wild (2007) y Alpha dog (2006) –y si no se ponen muy exigentes también en The girl next door (2004)–. Y el guión tampoco ayuda a la causa con frases como: “Team work makes the dream work” o “They came here with a plan”.

Quizá en el futuro los hijos de nuestros hijos vean La última noche de la humanidad y la aprecien en un tono irónico-hipster-kitsch –o lo que sea que esté en boga en esos días– y se convierta en una joya del cine. Mientras esos días llegan seguirá siendo sólo una mala película de ciencia ficción.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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