A Workers (2013) la encierran dos visiones de cautiverio y distancia. Barras de prisión dentro de unos corchetes visuales, las imágenes al principio y al final del primer largometraje de José Luis Valle son el anuncio de una carrera determinada por una concepción fatalista del mundo, donde el carácter, como lo explicó Heráclito, es el destino del hombre. Sin embargo, en los peores momentos del cine de Valle el destino es la necesidad de los personajes, que se deforma caracteres y contextos sociales y trastorna la construcción realista en un sueño. En Workers, un empleado de la poderosa trasnacional Philips vence a la empresa mediante un sutil, casi insignificante sabotaje, y una empleada doméstica mata a una perra para heredar la riqueza de ésta sin que un grupo de narcotraficantes lo sospeche. La credibilidad se dobla en un instante de complacencia a los protagonistas y rompe la ilusión tan cuidadosamente armada de un mundo real que pareciera entregarse a nosotros.

En Las búsquedas (2013), el método de improvisación de Valle alcanza lo sublime con la sutileza y los ritmos de la vida cotidiana. Un suicidio y la cacería tras un delincuente de poca monta son terribles en su silencio, en sus pausas llenas de movimiento. De esta forma, Valle subraya la resolución con la que el suicida sin nombre lleva a su perro al veterinario para ponerlo a dormir; su despedida del mundo es trágica en el apego que tiene este hombre a las cosas y no a la esposa que deja atrás. El materialismo abunda en la cinta como la innecesaria necesidad de dotar al ambiente de sentido. Ulises (Gustavo Sánchez Parra) liga el recuerdo de su familia asesinada a la última fotografía que le queda de ellas. El hombre se valora a sí mismo en términos de lo que tiene: de lo que ha construido y de lo que lo hace recordar. Este habitante del siglo XXI es incapaz de percibir lo intangible y es en aquello que no se ve donde Valle encuentra un discurso para contradecir a sus protagonistas.

Las búsquedas está construida alrededor de una estética de lo invisible que rechaza y critica el tremendismo al que nos ha acostumbrado Hollywood. No vemos el suicidio; sólo lo escuchamos. Tampoco vemos a la viuda, Elvira (Arcelia Ramírez), descubrir el cadáver; sus gritos nos lo describen. Para Valle el horror no es un objeto de regodeo; verlo no es un acto de curiosidad, sino de apatía. Imaginarlo nos revela nuestra visión del mundo y por tanto nos descubre ante nosotros mismos. Valle pretende capturar su visión de la realidad pero también nuestra percepción de ella para que construyamos juntos, audiencia y cineasta, las imágenes y las emociones de aquello imposible de recopilar: la realidad misma.

Las búsquedas 2Pero es en el exceso de subjetividad donde Valle abandona el mundo por completo y les da a sus personajes el consuelo de su imaginación. Pareciera que son los personajes quienes inventan el final de la película y no el director. Conmovido por la fragilidad del sujeto en el título de El asesinato de un corredor de apuestas chino (The Killing of a Chinese Bookie, 2014), John Cassavetes dudó en matarlo, pero consideró más importante la resolución dramática. Valle hace no lo posible o lo imposible por conectar sus dos narrativas: hace lo innecesario. La contradicción en que culmina Las búsquedas no refleja el país clasista que es México ni el consuelo efímero que ofrece la sexualidad. Para Valle, el sexo es sentimental y forma improbables parejas, a diferencia de Las horas muertas (2013), de Aarón Fernández, donde la despedida entre dos personas completamente distintas es inevitable. Para Fernández, como para Don DeLillo en El hombre del salto, el sexo es una terapia del espíritu, una compenetración entre dos gritos que en el abrumador contacto de los cuerpos se callan el uno al otro. El orgasmo de los adoloridos es un silencio donde el amor no puede hablar.

Durante poco más de la primera hora del filme, Valle crea un edificio de experiencias y texturas recolectadas de lo cotidiano, cuya epítome es la presencia de un español escuchado y hablado en las calles. A diferencia de los cineastas mexicanos con sintaxis inglesa que parecen ignorar su propio lenguaje, el salvadoreño Valle y su elenco nacional conocen a profundidad la cadencia y el vocabulario mexicanos, que fluyen con autenticidad hacia un jarrón de celuloide quebrado por el deseo. El deseo es la felicidad, pero acaso una felicidad superficial que no hace a Ulises olvidar su búsqueda del carterista que se llevó las fotos de su esposa e hija.

Los personajes de Valle sueñan en términos de una era definida por el poder económico y la acción en el mundo. Es conmovedor el fracaso de esos sueños en Workers, por inverosímil que resulte, pero en Las búsquedas la concesión del director es la ruina de su discurso y una mancha en la magnificencia de su crítica y la belleza de su forma. El misterio con que concluye este filme es irrelevante una vez sobrepasados los muros de lo increíble.

Alonso Díaz de la Vega (@diazdelavega1)

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