La Trilogía de la Vida: El sexo celebra la vida y la muerte

Conocido por ser todo un provocador, Pier Paolo Pasolini solía decir que “la marca que ha dominado toda mi obra es el anhelo de la vida, esta sensación de exclusión, que no disminuye, sino que aumenta el amor a la vida.” Ése es el sentimiento que impregna La Trilogía de la Vida del cineasta italiano.

La nombrada tríada está compuesta por El Decamerón (Il Decameron, 1971), Los cuentos de Canterbury (I racconti di Canterbury, 1972) y Las mil y una noches (Il fiore delle mille e una notte, 1974). Las cintas son adaptaciones –a ratos fieles, en otros momentos libres– de tres obras literarias que definieron el desarrollo lingüístico de sus regiones de origen.

En ellas, Pasolini filtra su acostumbrada visión poética/lírica de la realidad, a lo que podemos sumar su usual crítica así la política y la iglesia.

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Colin MacCabe, profesor de cine en la Universidad de Pittsburg, en sus ensayos para The Criterion Collection, describe la trilogía como el intento de Pasolini por recrear un sueño del pasado donde la burguesía hipócrita y la explotación burguesa no existen.

De los tres, El Decameron –inspirado por la obra homónima de Boccaccio– es el que cuenta con la estructura más libre: vamos de episodio en episodio sin muchos saltos, el ritmo fluye. Los cuentos de Canterbury –basados en el texto original de Geoffrey Chaucer– cuentan con una estructura más episódica. Para terminar, Las mil y una noches ostenta una combinación de las dos primeras: el principio y el final se muestran como un episodio y la parte media simplemente fluye.

El sexo fue un tema fundamental en la filmografía de Pasolini, las explícitas escenas de sexo le acarrearon críticas durante toda su vida. Muchos siguen juzgando esa sexualidad de manera errónea. Algunos sugieren que era una herramienta para escandalizar y no para expresar alguna idea.

Recordemos cómo en Teorema (1968), el sexo era lo que destruía a la familia burguesa que protagonizaba la película. No se trataba de un acto de inocencia sino de poder, como esa escena en Los cuentos de Canterbury donde un hombre es enviado a la hoguera por practicar la sodomía. Su castigo no es fruto del acto en sí, sino de no tener dinero para pagarle a las autoridades, como sí lo tiene otro de los huéspedes acusado del mismo delito.

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Asimismo, vemos que los estratos incivilizados e incultos viven de manera más real y desinteresada. A diferencia de sus pares millonarios o pequeños burgueses, los primeros aún ven el sexo de manera inocente y espontánea, el acto no acarrea intereses que lo corrompen.

El acto sexual termina por ser una celebración de vida y muerte, dependiendo de quienes lo estén llevando a cabo. Ambas visiones volverían a chocar en la obra póstuma de Pasolini, Saló, o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, 1975), donde la veta más pesimista terminaría imponiéndose de manera inclemente y violenta.

El auteur también reflejaría su trabajo como artista en la trilogía. En Il Decameron lo vemos tomar el papel del “aprendiz más talentoso” del pintor Giotto, a quien se le ha encargado un fresco en una iglesia. Ante las dificultades para inspirarse, decide salir a impregnarse de la realidad que lo rodea –específicamente, un mercado– y eso termina por plasmarse en la obra.

Para Los cuentos de Canterbury el realizador italiano decidió encarnar a Geoffrey Chaucer, que nos ayuda a apreciar cómo la inspiración para la obra comienza con la vida y termina con el autor. El Chaucer de Pasolini comienza a escribir su texto cuando está de viaje con otros monjes –son las escenas iniciales de la cinta– y concluye cuando el autor está en su estudio escribiendo las últimas líneas.

El cineasta no aparece a cuadro en Las mil y una noches pero, como indica Colin MacCabe en su ensayo ‘Brave Old World’ para Criterion, es quizá el que más aspectos de su vida abarca: “En su centro, encontramos quizá la más coherente historia contada de cualquiera de las tres películas, aquella en que Ninetto Davoli interpreta el papel de Aziz, que abandona a su próxima esposa, Aziza, el día de su boda y se enamora de otra mujer. Aziza fielmente le indica a Aziz cómo ganarse a su nuevo amor y luego muere de un corazón roto. Davoli había sido una constante en los filmes de Pasolini desde El evangelio según San Mateo (Il vangelo secondo Matteo, 1964), su cachetona cara adolescente es instantáneamente reconocible. Aquí, sin embargo, él no es un adolescente sino un hombre joven, quien ha roto recientemente el corazón de Pasolini al decidir casarse, dejando al director, con quien había vivido los últimos diez años. Es difícil no leer en esta historia central como una alegoría de la situación personal de Pasolini.”

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Pier Paolo Pasolini era una figura contradictoria, que fuera homesexual, marxista y profundamente católico al mismo tiempo era inexplicable para algunos. Su cine refleja esa misma personalidad, ¿acaso la vida es diferente? El sexo también es así, puede ser un acto hermoso y lleno de vida, también puede ser perverso y acarrear la muerte. Así es la vida.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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