Aquiles y las Tortugas Ninja. Nunca ganaremos un Oscar

TMNT2Muchas personas no lo saben, pero en hace algunos años las Teenage Mutant Ninja Turtles, mejor conocidas en México sólo como Las Tortugas Ninja, fueron el boom pop generacional, la sensación del momento. Estamos hablando de inicios de los noventa.

Pese a que las Tortugas Ninja Adolescentes Mutantes fueron todo un fenómeno cultural, y han estado más o menos vigentes a través de las series televisivas y los cómics, lo cierto es que nunca han tenido una repercusión como Superman, Batman o cualquier superhéroe de Marvel o DC Comics, de cepa garantizada.

Y es que pese al cariño que muchos les tenemos a los cuatro fantásticos de las alcantarillas de New York, lo cierto es que siempre fueron una oferta de mediana tabla, tal vez por su evidente plagio visual al Rōnin de Frank Miller, su sugerido origen copiado (¿o muy inspirado?) de Daredevil, o por su fastidioso mensaje moral y evidente ñoñez de sus personajes, en especial del maestro Splinter.

Sin embargo, y pese a todos los ninguneos de originalidad de la que ha sido objeto, hubo un tiempo en que las cuatro Tortugas Adolescentes rifaron, y duro. Tanto así que se lanzaron a la pantalla grande, en una trilogía de rigor aventurero que gozó de buena fama y que, como en Back to The Future o El Padrino, cavó su tumba con la tercera parte.

Basada en el comic original de 1984, Teenage Mutant Ninja Turtles (1990) respeta el argumento original del comic, y fue un éxito comercial por ser una suerte de presentación de personajes bien planteados, con nombres basados en artistas famosos del Renacimiento, Miguel Ángel, RafaelLeonardo y Donatello son cuatro tortuguitas que sufrieron un ligero salpicón de una sustancia radioactiva de nombre “Ooze”, o “Mutágeno”, que les hizo desarrollarse antropomórficamente. Una rata ninja del mismo calado mutante, Splinter, las adopta y las adiestra como maestros en un arma particular. El filme es más bien una historia un tanto laxa, en la que el único carácter que predomina es el del atribulado Rafael, quien se sale del huacal con relativa frecuencia, ya saben: adolescentes.

La primera parte de la trilogía tortuguil tuvo mucho éxito, tan sólo la inversión de 13 millones 500,000 dólares recaudó la friolera de 201 millones 965,915 dólares (aunque, recuerde usted, entonces, el dólar estaba en cerca de tres pesos, no se espante).

Teenage Mitant Ninja Turtles pegó por los karatazos, porque eran tortugas haciendo chistes torombolos para los niños, porque hacían ver inútil el despliegue técnico de su enemigo Destructor. Fue también el momento en el que la publicidad se comenzó a volver cada vez más descarada dentro de las películas, las referencias a Pepsi y a las marcas de pizza son inevitables y atascadas. Aún se le recuerda como una de las películas más exitosas de su tiempo, con todo y sus guardadas proporciones. A pesar de su perfil a distancia, tanto esta película como su secuela ocupan un lugar muy especial en la memoria de los que ahora rondamos los 30 años.

Para la segunda parte, Teenage Mutant Ninja Turtles II: The Secret of the Ooze (1991), que como nota al calce en España tuvo el atinadísimo nombre de El Secreto de los Mocos Verdes, los productores corrigieron todos los puntos flojos de la primera parte e hicieron una secuela más dinámica, con mayor producción y refinamiento que su predecesora, innovando de nueva cuenta el uso de marionetas/actores, el cual reproducirían en otras series y que con el tiempo se perfeccionaría en la famosa serie Dinosaurios.

En la segunda parte de la saga, los tortugos se mudan de casa por miedo a que les caiga el Destructor, quien los anda buscando para aniquilarlos, además que ellos siguen limpiando las sucias calles de New York de todos los malandros. Abril O´Neil, la mítica reportera incorruptible del Canal 6, les da alojo en su casa, teniendo que aguantar el desmadrito de baile y pizza que hacen los chamacones. Como nota al calce, resulta que los tortugos, además de vivir en las cloacas, también habían vivido en la casa de la abuela de O´Neil, en Massachusetts.

La película pudo haber estado a nada de gastar los chistes malos y la lógica de los personajes, si no hubiera sido por una épica escena: la pelea en medio de una tocada antrera underground de ¡Vanilla Ice! Y bueno, para darnos un poco idea de la justicia que la historia le ha hecho a las Tortugas Mutantes, ya ven dónde está Vanilla Ice. Sin embargo, el tema Go Ninja, Go Ninja, Go! es tan cutre que es bueno, ni a kitsch llega.

Destructor deja caer el mutágeno sobre dos mounstritos que acaba de recoger, para reventar a los ninjas. Sin embargo, los adolescentes, maestros no sólo del karate, sino diestros para los chacos, los sables y la katana, logran salvar con humor y rap pasteurizado no sólo su pellejo sino el de Abril y el pizzero Keno, con la ayuda del maestro Splinter, que es como una suerte mala de Yoda, sólo que menos rebuscado.

Las Tortugas Adolescentes Mutantes iban bien que mal a ser un fenómeno cultural realmente grande: a la serie de caricaturas le iba más que bien en rating estelar en Canal 5, tener un juguete original de las tortugas era sinónimo de que no eras precisamente pobre, los niños se peleaban los colores de las bandas ninja y por ver quién era Rafael o Donatello. Sin embargo, algo pasó en el camino, y pese a la buena acogida del filme, la tercera parte vino a estirar demasiado la liga.

Ok, era una película más para niños, pero hasta los pequeños tienen sus límites. ¿Tortugas adolescentes, mutantes y karatecas? Va, súper poderes, sí, triunfo de los tontorrones sobre los gandallas, ok. Pero mira que viajar en el tiempo al antiguo Japón y vestirlos de samuráis, ya fue demasiado, no por lo pirado del argumento, sino porque la historia es bastante floja, como un mal episodio de la serie, desfasada y pasada ya de moda.

En Teenage Mutant Ninja Turtles III (1993), los adolescentes tardíos, ya con gags insoportables de humor y movimientos lentos de artes marciales, por medio de una antigüedad que soplan, se transportan al siglo XVII, para enfrentarse a Nortaga, el amo y señor de la guerra (ósea, es malo porque sí), y recuperar el cetro que los regresará a Nueva York.

Con esa tercera parte, en la que vemos a unos personajes más tontorrones e infantiles que nunca, la carrera de Las Tortugas Ninja en el cine se acabó de ir al carajo y con ella la fama de la serie. Sin embargo, en el mundo de la mercadotecnia y los comics, los fab green four aún gozan de cabal salud, pese al pésimo intento de cuarta parte animada por computadora de 2007, que realmente nadie cuenta como tal, pese a las reediciones que la franquicia de dibujos animados ha tenido.

Hay productores que aún tienen la espinita de la sacadera de dinero de la saga, debido al cariño y la nostalgia imperante entre los fans. Tan es así, que será en mayo de 2014 cuando veamos el regreso de los cuatro adolescentes mutantes a la pantalla grande, en un intento desesperado por revivir la franquicia. Los productores la tienen difícil: la madurez de los fans difícilmente empatará con el humor de los ninja verdes, cosa que no tienen cientos de súperhéroes que envejecieron con decoro, la presentación tecnológica marcará la diferencia, ya intentaron un despliegue muy apantallador de pena ajena, pero tampoco pueden regresar a la marioneta/botarga.

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Por lo pronto, el asunto no pinta nada bien, ya que el comandante del proyecto, Michael Bay, ha declarado que habrá un par de cambios, como que las tortugas no serán mutantes sino aliens, lo cual, a mi pobre parecer, le resta la poquísima onda que le quedaba a la idea. No dan ganas de regresar a la niñez, sólo queda suspirar y acordarse de los buenos tiempos, como esa trilogía llena de trancazos, pizza y baile sobre su propio caparazón.

Si las Tortugas Ninjas son una franquicia que fue a la baja, las películas tienen la valía de un pepino para quien no fue fan de la serie, que yo sepa nunca ganaron ningún premio de lo que sea. Sin embargo ahí están, y en un descuido de melancolía y falta de contenidos cotorros sí pondría la escena del baile de Vanilla Ice, sólo para verme en el espejo con amargura y sorna de que Vanilla Ice nunca fue cool.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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