‘La teoría del todo’: El embate del tiempo y la ciencia del amor

Entre los vastos nombres existentes de individuos dedicados íntegramente a la búsqueda por descubrir la infinidad del universo y las complejidades del tiempo, el de Stephen Hawking es uno de los más identificables en la ciencia moderna. Además de sus investigaciones enfocadas al espacio, el tiempo y los agujeros negros, también es para muchos un símbolo por su genialidad y por su lucha contra la adversidad, representada en una enfermedad motoneuronal que lo obliga a utilizar una silla de ruedas desde hace más de 50 años y una máquina sintetizadora para comunicarse.

El físico y también cosmólogo británico es el punto de interés de La teoría del todo (The Theory of Everything, 2014). El realizador James Marsh, más conocido por su aplaudido documental Man on Wire (2008), se da la tarea de presentar un lapso de casi 30 años en la vida de Hawking (Eddie Redmayne), primero como estudiante de doctorado en Oxford, donde surge su interés por la relatividad y el tiempo. Después muestra el paulatino deterioro en su cuerpo que paralizaría su movilidad corporal de por vida, mas no su mente. A su vez, se conjunta la historia de amor con Jane (Felicity Jones), una estudiante de Arte que Hawking conoció en los terrenos universitarios y se convertiría en su primera esposa, su apoyo moral y la encargada en apoyarle para subsistir y continuar trabajando en la ciencia.

En el guión de Anthony McCarten, basado en el libro autobiográfico de la propia Jane Hawking, la perspectiva de Stephen Hawking se difumina desde la primera vez que usa una silla de ruedas para transitar al de su mujer en su labor como el pilar de la relación. Por amor, ella está dispuesta a permanecer a su lado y “combatir la enfermedad”, pero al paso de los años poco a poco la desgasta emocionalmente, abrumada de sus tareas en su complejo hogar. Además del estado de salud de Hawking, se compagina el incremento en su notoriedad intelectual, que lo ayudará a continuar su vida, y en la aceptación de sus limitantes físicas, aspectos incapaces de apagar su ingenio y su trabajo como investigador.

La precisión clasicista de Marsh en cada escena, aunque alejándose en ahondar en las emociones más oscuras del matrimonio Hawking ante una complicada vida marital, y capturando ciertos momentos que caen en el cliché emocional del biopic, logra dotar al relato de un brillo propio gracias a la delicadeza con la que lo aborda. Los instantes que ambos personajes comparten son tiernos, sinceros y humanos, además de que resaltan las diferencias naturales que suelen existir en una relación sobre algún aspecto en particular. La más destacada es su postura sobre la religión, con Hawking como un ateo declarado que descarta a Dios como el creador del universo y Jane como una católica creyente, un aspecto que aunque se diluye poco a poco en su dinámica, posteriormente cobrará importancia en los últimos minutos del filme.

Eddie Redmayne realiza una destacada y acertada transformación física como Stephen Hawking tanto antes como después de contraer la enfermedad, apoyándose meramente en su rostro y mejillas en la expresión de sus emociones, adentrándose a su personalidad al recrear también a un personaje, además de brillante, ingenioso y con aires de narcisismo. Como Jane, Felicity Jones recrea a una mujer resistente, un tanto emocional y con sus ojos expresa convincentemente el  amor e incertidumbre ante la relación que se debilita con el paso de casi 30 años.

Sin embargo, la sobreexposición del drama amoroso debilita al biopic y eclipsa a la faceta personal de Hawking como padre de familia y en su labor como cosmólogo e investigador, quedando un tanto relegados en segundo plano, por ejemplo, sus relaciones con sus tres hijos y el surgimiento de sus posteriores avances en sus estudios científicos sobre el tiempo, los conos de luz, el universo y su revisión de la Teoría del Big Bang.

Pulcra, nítida y resaltada por las actuaciones de sus protagonistas y la composición de Johann Johannsson, La teoría del todo es un pedazo de vida sobre una figura, más bien, una importante mente del mundo de la ciencia, y retrata, como es típico del género del biopic, a la fuerza de voluntad humana por salir adelante a pesar de la adversidad (en este caso representada en la condición física), aunque resonando en similitud con las problemáticas esquizofrénicas de John Forbes Nash en Una mente brillante (A Beautiful Mind, 2001).

Por Mariana Fernandez (@mariana_ferfab)

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