‘La chica danesa’: La apariencia del gesto

Sin duda alguna el 2015 fue un año clave para las personas transgénero en más de un sentido, saliendo de la oscuridad de almanaques e inventarios de trastornos mentales para aterrizar en la lustrosa portada de Vogue con la imagen de Caitlyn Jenner, reflejando un significativo cambio en los paradigmas de la sociedad actual, tal cambio se ha prestado desde luego a dar voz a ciertas minorías y hacer que la industria mainstream ponga énfasis en historias distinitas, como la del artista danés Einar Wegener y su esposa Gerda Wegener.

Sin embargo, como todo tema de “actualidad”, la sensibilidad con la que debe de ser manejado se presta al cinismo en la búsqueda de prestigio y alabanzas gratuitas, algo a lo que el cineasta británico Tom Hooper, esta más que acostumbrado. Desde que se hizo de varios pelones de oro en el 2010 con su decente Discurso del Rey, Hooper se engolosinó de tal forma que su carrera subsecuente se ha enfocado en generar arribistas vehículos como la cacofonía de Los Miserables (2012) y ahora La chica danesa (2015).

Retomando la historia, tal como fue novelizada por David Ebershoff, del pintor danés Einar Wegener, quien decide convertirse en una delicada mujer llamada Lili Elbe y ser la musa de su esposa, la también pintora Gerda Wegener, Hooper baña su cinta de una aglutinada sobriedad que se hace pasar por sofisticación y burdo dramatismo que se aparenta genuinamente conmovedor. Hooper, tal como su protagonista, es un personaje de apariencias, infatuado con algo que no es y que busca por todos los medios ser; así como Einar quiere convertirse en Lili, Tom Hooper quiere convertirse en un “autor”.

Tristemente, eso hace que la historia de Einar, que defiende un controvertido derecho, quede sepultada en buenas intenciones y vulgar academicismo, muy a pesar de un sobresaliente desempeño por parte de su ensamble actoral y un par de escenas de lograda finura, como la escena del pintor frente al espejo, ocultando sus genitales. Si La chica danesa es apenas tolerable mucho tiene que ver con el solido soporte ofrecido por la actriz sensación del 2015, la sueca Alicia Vikander (sólida también en Ex machina), quien sin necesidad de pirotecnia histriónica y desplegando clase y talento, hace de su dilema y arco, el más interesante de la película.

No se puede decir lo mismo del británico Eddie Redmayne, quién después de haber obtenido un pelón de oro el año pasado por su parca imitación de Stephen Hawking en la execrable Teoría del todo, abusa despiadadamente de la pantomima y borda una interpretación que se siente manierista pero que es terriblemente superficial y en exceso calculada, como lo deja patente la arrolladora artificialidad de su lenguaje corporal, que hace de Lili un personaje insufrible y no uno empático.

A pesar de que su historia resulta puntual en el contexto social que vivimos, la postura de una cinta como La chica danesa aporta muy poco al cambio por recurrir más a disfraces, poses y acartonado artificio que a un auténtico compromiso y un coherente discurso, por que quien es diferente no busca premios ni loas, simplemente busca respeto.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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