‘La Reina Margot’: un magistral baño de sangre en HD

Francia, 1572.

El país se encuentra dividido por violentas pugnas entre católicos y protestantes. Carlos IX (Jean Hugues Anglade) el enfermizo rey católico francés, firma un precario acuerdo de paz que abrirá la puerta para el reingreso de los protestantes a la vida política del país. Los sucesos se desarrollan en vísperas de una probable conflagración en Flandés, orquestada por el almirante Gáspar de Colygny (Jean Claude Brially), líder moral y político de la facción protestante, quien, además, representa una especie de retorcida figura paterna para Carlos IX, sobre quien ejerce una enorme influencia, de la cual se vale para obligar al rey a otorgarle su nombramiento como parte del consejo real.

Para asegurar la paz entre ambas facciones, la calculadora y despiadada madre de Carlos IX, Catalina de Medicis (Virna Lisi), quien es la  verdadera conductora de los hilos del poder, concierta el matrimonio de Marguerite de Valois (Isabelle Adjani), su única hija,  con el burdo príncipe protestante Enrique de Navarra (Daniel Auteuil). Se trata de un falso arreglo matrimonial que no es bien visto por ninguno de los bandos en disputa ni por el resto de la siniestra familia real católica. Las reacciones generadas por esta boda y un fallido intento de asesinato en contra de Coligny, orquestado por la reina madre, serán los detonantes de la sangrienta masacre ocurrida el 23 de agosto de 1572, tristemente conocida como ‘La noche de San Bartolomé’, en donde fueron asesinados más de 10,000 protestantes, sin duda, una de las páginas más negras de la historia de Francia.

Partiendo de estos hechos y tomando como base la novela homónima escrita por Alejandro Dumas, el reconocido actor y cineasta Patrice Chéreau llevó a la pantalla grande un estremecedor recuento de los trágicos sucesos, en una adaptación bastante libre  (pero totalmente contundente), lo que  significó un notable éxito internacional para el cine galo, y una estupenda muestra de cómo abordar un material de este calibre sin traicionar el tono misántropo del original de un modo como pareciese que jamás podría hacerlo un artesano hollywoodense promedio.

Chéreau procura alejarse casi por completo de los convencionalismos afines a la representación de una novela histórica, de los grandes valores de producción tales como las escenas de batalla de rigor ejecutadas por cientos de extras. Prescinde también de vistosas locaciones parisinas llenas de pseudo turísticas imágenes de imponentes palacios a la luz del atardecer, etcétera. Por el contrario, el director apuesta hacia los prolongadamente sucesivos acercamientos de cámara, los primeros planos y los encuadres en los que predominan atmósferas de una lóbrega belleza (debidas a la excepcional lente de Philippe Rousselot), las cuales son violentadas repetidamente por tonalidades obscuras, chorros de sangre, sudor y semen salpicando la pantalla, con las cuales el director hace patente su poco velada inclinación por las escenas inscritas plenamente dentro de una línea gore y su inquietante habilidad para conseguir secuencias plenas de un salvajismo y violencia aterradores.

Estas aficiones quedan de manifiesto en la secuencia de la carnicería llevada a cabo durante la noche de San Bartolomé, puesta en escena potenciada por la ominosa partitura del compositor musical Goran Bregovic, en la que vemos a sus protagonistas cubiertos de, o regodeándose en la sangre; sin embargo, no debe tomarse como una mera voluntad de exhibir gratuitamente tales cantidades de hemoglobina y violencia por parte de Chéreau, ya que forman parte de un engranaje muy inteligente y preciso orquestado magistralmente por el realizador y su guionista, la futura realizadora Danièle Thompson, en el cual termina percibiéndose dicha violencia no de una manera espectacular o estilizada, sino como un fiel reflejo de la violencia interna de cada uno de los nefastos personajes y el ámbito en el que se mueven.

Así, queda de manifiesto la habilidad de Chéreau como un notable director de actores al servicio de una anécdota casi totalmente carente de heroísmos y valores humanos; de posicionar a sus personajes como piezas de un perverso juego de ajedrez llevado a cabo en un entorno denso, asfixiante, inmoral, donde las intrigas, la mentira, el odio y la traición se encuentran a la orden del día, poniendo en evidencia en el más menor gesto de cada uno de los involucrados en la historia rasgos inconfundiblemente maléficos. Muy pocos se escapan a esa categoría, y los que lo hacen, se mueven de manera constante en una especie de indefinición moral, en un mundo en el que la integridad y la justicia han quedado fuera de la ecuación, donde cada bestial encuentro erótico, cada horripilante decisión de Catalina de Medicis y cada acto venido de la malignidad subyacente de los demás personajes, dan la certeza de un ámbito definido por las bajas pasiones de cada uno de ellos, su sed insaciable de poder, y las inhumanas formas para preservarlo.

Para conseguir estos resultados, Patrice Chéreau se rodeó de un cuadro de actores de primer nivel, en el que a pesar de la sobresaliente actuación de Daniel Auteuil, es Virna Lisi como la perversa Catalina de Medicis quien termina llevándose las palmas con un personaje lleno de innumerables matices, pero totalmente corrompido en su esencia; destacan también las actuaciones de Jean Hugues Anglade, Pascal Greggory y Juliem Rassam como los hermanos visceralmente amorales y abyectos herederos de la corona; unos estupendos Vincent Perez y Miguel Bosé, quién dejó claro con su desempeño que el ver incluido su nombre en los créditos no se trató de una mera movida comercial; la presencia de muy joven y bella principiante llamada Asia Argento y, por supuesto, la confirmación de Isabelle Adjani en el rol protagónico, una actriz que, de nueva cuenta, demostró saber  escoger bien sus proyectos y la cual no obstante su limitado registro actoral, otorga a su Margot  una intensidad poco o nada desdeñable.

La película significó a la fecha de su estreno un fenómeno cinematográfico para el cine francés, respaldado por múltiples reconocimientos en festivales internacionales y una amplia aceptación en numerosos países del orbe; no obstante, no fue imperativo para su realizador el sostenerse como un director de moda, y aunque continúa muy activo en sus facetas como cineasta y director operístico en Francia, en el resto del mundo su carrera posterior a La Reina Margot se ha sostenido en un nivel apenas discreto (y a veces, ni eso: en nuestro país, después de su interesante Intimacy (2001) y una que otra exhibición subrepticia de Ceux qui m’ aiment prendront le train (Aquellos que me amen tomarán el tren, 1998)  no hemos sabido de ninguna otra película suya en la cartelera mexicana.

Si hay algo que podía resultar castrante, era el poco aprecio del que parecía gozar la cinta en la industria del entretenimiento en casa. Aquí, a diferencia de otros países, se tuvo la oportunidad de apreciar la cinta en su montaje preliminar de 162 minutos (en el cual se prescindía de buena parte de la banda sonora de Bregovic, privilegiando con ello la ácida fluidez de los diálogos) durante la Muestra internacional de Cine y su posterior corrida comercial a principios de 1994, a lo que se añadió poco después una correcta distribución de esta versión (la única conocida en México en ese momento) en formato VHS por parte de la monopólica VideoVisa.

Casi 10 años después,  reapareció en DVD, en esta ocasión por cortesía de la distribuidora Zima Entertainment, que en ese entonces se distinguía tanto por el indudable interés de su catálogo, como por la pésima calidad de manufactura de sus productos, no siendo esta película una excepción. Por si fuese poco hacer gala de un transfer sencillamente mierdero, la gran mentada de madre de este relanzamiento videográfico era  percatarse de que el DVD distribuido por Zima contenía la mutilada versión internacional de 132 minutos, la cual, aunque ganaba un poco en ritmo, perdía un chingo en cuanto a densidad dramática se refiere, siendo lastimosamente fácil para todo aquel conocedor de la versión íntegra percatarse no sólo del filo restado a muchas de las escenas más sangrientas, sino de la ausencia de numerosos momentos claves dentro del desarrollo de la historia.

Así las cosas, no quedaba otro remedio más esperar a que los cabrones de Criterion, Kino o cualquier otra distribuidora se interesase en el asunto, otorgándole al film un tratamiento digital apropiado. No obstante, en este mes de octubre Zima Entertainment vuelve a comerles el mandado a las prestigiosas firmas con el sorpresivo lanzamiento en México de La Reina Margot en formato Blu-Ray (un privilegio del que, hasta donde sabemos, no gozan los cinéfilos ni siquiera en Francia, a pesar  de todos los reconocimientos y el potencial especulativo alrededor de este film). En esta presentación en  Blu-Ray, tal como corresponde a este formato, es posible admirar por vez primera la cinta en su debido aspecto anamórfico de 1.85:1 con resultados generalmente satisfactorios, especialmente en lo que a las escenas en locaciones exteriores se refiere, con gran detalle, contraste y profundidad en cada cuadro y una pista de audio Dolby True HD 2.0 de buena nitidez; sin embargo, lo mejor de todo el asunto radica en que la versión presentada en este lanzamiento no es otra que la edición del director (o Director’s cut, pa’ que me entiendan) de 154 minutos, la cual recupera en todo su brutal esplendor la consistencia narrativa  y la sanguinolenta fuerza de muchas de las imágenes ausentes en la versión anterior, siendo apenas perceptibles (e intrascendentes) las diferencias con respecto al montaje original dado a conocer en 1993.

Despiadada historia de amor, granguiñolesca lección de historia, sórdida reflexión sobre la intolerancia religiosa y los retorcidos caminos del poder, La Reina Margot, una declaración de principios tanto como una lección por parte de su realizador de cómo llevar a la gran pantalla, dentro de los márgenes de una superproducción, una obra de Alexandre Dumas, sin necesidad de malbaratar su contenido en pos de la espectacularidad o del comercialismo más ramplón. Una lección que a casi veinte años de su rodaje no se han tomado la molestia de asimilar o siquiera tratar de poner en práctica (como era de esperarse) los artesanos hollywoodenses e incluso los propios paisanos de Chéreau, quienes continúan esmerándose en despedazar otros clásicos del escritor francés. (Piénsese en las barbaridades cometidas en fechas recientes con caballitos de batalla como la saga de Los Tres Mosqueteros o El Conde de Montecristo, por ejemplo.) La imagen de Isabelle Adjani ataviada en un hermoso vestido blanco ensangrentado, se ha convertido en todo un ícono del cine de los años noventa.

Por Venimos, los jodimos y nos fuimos.

La Reina Margot (La Reine Margot)
Francia, Alemania, Italia, 1994.
DIR Patrice Chéreau
EXEC Pierre Grunstein
PROD Claude Berri
G Danièle Thompson, Patrice Chéreau
F Philippe Rousselot
CAST Isabelle Adjani, Daniel Auteuil, Jean-Hugues Anglade, Vincent Perez, Virna Lisi, Dominique Blanc, Pascal Greggory, Claudio Amendola, Miguel Bosé, Asia Argento, Julien Rassam, Thomas Kretschmann, Jean-Claude Brialy, Jean-Philippe Écoffey, Emmanuel Salinger, Barbet Schroeder, Bruno Podalydès, Tolsty, Marc Citti, Grégoire Colin, Valeria Bruni Tedeschi
ED François Gédigier, Hélène Viard
M Goran Bregović
D 162 minutos (Versión original)  133 minutos (Versión internacional)  154 minutos (Versión del director)”

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