‘Kick-Ass 2’: El aullido del geek

Los orígenes de los superhéroes, su mito, pathos y posterior caída y ascenso han sido objeto de una dominante presencia durante la última década que ha llegado a niveles obscenos de explotación comercial que ha visto su fórmula desgastarse con rapidez, aunque continúa siendo comercialmente lucrativa, como los titánicos resultados en taquilla de The Avengers (2012) e Iron Man 3 (2013) parecen demostrar. A modo de contrarrestar la tendencia y de paso, colgarse de la misma, en el 2010, el director Mathew Vaughn filmó su adaptación basada en el hiperagresivo y oscuro comic Kick-Ass de Mark Millar y John Romita. La adaptación gozó de relativo éxito y llevó a Vaughn a dirigir X Men: First Class en el 2011 y lanzar al estrellato la intimidante precocidad de Chloe Grace Moretz y empujar la carrera de Aaron Johnson.

Tres años después, y sin la presencia de Big Daddy (Nicolas Cage) y Mark Strong, el grupo de superhéroes virales pierde a Hit Girl (Moretz) que ahora debe portar otra máscara emocionalmente más compleja, pero sexualmente gratificante: la de la adolescencia y su plétora de videos musicales baby softcore, mientras que Kick Ass (Johnson) debe lidiar con su enorme fama virtual y evitar que su padre se entere de su identidad. Esto al tiempo que Mother Fucker (Christopher Mintz Passe, McLovin) busca vengar la muerte de su padre armando un equipo de sociópatas rudos y peleadores de la UFC con la ayuda de su figura paterno-latina: John Leguizamo.

Esta vez, bajo la dirección de Jeff Wadlow, la joven saga pasa de un ácido divertimento a una fusión hormonal en la que una cantidad malsana de fluidos ensucia e incomoda a la complaciente audiencia en busca de historias de superhéroes con un desarrollo clásico. Wadlow inyecta una hostil dosis de humor negro, sofocantemente escatológico e hiperviolento en el que los ciudadanos comunes (particularmente la comunidad geek, sumamente necesitada de viril empoderamiento) pueden salir a la calle vestidos en mallas tutti fruti y pelear con los chicos bully a base de chacos y ladrillos en bolsos. Kick-Ass es la fantasía consumada de una audiencia emocionalmente inmadura y de imaginación febril, la más funcional de las neurosis que integra una sana cantidad de episodios disociativos fantásticos por su naturaleza.

Kickass21

En Kick-Ass 2 somos testigos de una vigorización de todos los temas que rodean las historias de superhéroes, sean los motivos temáticos de venganza o el abierto conflicto con figuras paternas, las escenas de entrenamiento de rigor, el cuestionamiento de la vocación heroica así como escenas de acción dinamizadas con una pulida cámara en mano que se engancha en la acción de la cual fluye con adrenalina. La violencia es burdamente caricaturesca, se ve banalizada por su exageración y resulta apropiada para el contexto en el que es presentada, motivo por lo cual la decisión del comediante canadiense Jim Carrey de abstenerse de hacer cualquier tipo de promoción para la cinta resulta desconcertante.

Pero a pesar de esto, el desempeño de Jim Carrey como el Coronel Bandas y Estrellas, un veterano de guerra que lidera la banda de enmascarados a la que se integra Kick-Ass, acompañado de Eisenhower, una perra de raza pastor alemán con un talento único que podríamos calificar como…arrebatador. La galería de personajes ofensivos e irreverentes presentes en Kick-Ass se enriquece esta vez con un amplio número de personajes de atractivo moderado que son nombrados por una regla dictada por la xenofobia o el racismo (léase Black Death para un afroamericano o Genghis Carnage para un asiático). También desfilan nombres que bien podrían ser recomendaciones de BB Tips como Night Bitch, Goth Kid o Chinese Hooker. Pero todos palidecen ante el poderoso estrógeno y la fuerza que exhuma el memorable personaje de Mother Russia (Olga Kurkulina, fisicoculturista premiada) una masa indestructible de muscular feminidad de un hermafroditismo nada maternal que seguramente llegará a los sueños húmedos de James Cameron.

Kick-Ass 2 se presenta como una ácida burla que busca escupir a la cara a los principios que rigen la vida adolescente contemporánea, sacudir la comodidad del espectador a base de sangre y náusea, haciendo de la adolescencia una épica de temperatura febril motivada por el ímpetu arrebatado, ansioso y desesperado que es natural de la etapa, pero es más como una delirante caricatura sardónica que podríamos leer como un ejercicio de morbosidad efímera, inconexa lectura de un cómic que es corrosivamente divertido, pero que una vez que deja de saturar los sentidos, se pierde en el olvido.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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