‘Intensa mente’: El asombro del sentir

La compleja interacción que se da entre las emociones representa uno de los misterios más apasionantes y profundos de nuestra existencia. Las preguntas alrededor de su creación y desarrollo han intrigado a pensadores de todas las eras, desde los humores de Hipócrates hasta la bioquímica de las emociones tan en boga en el estudio de las neurociencias actuales. Lo único que se puede afirmar es que las emociones vienen mediadas por el incesante flujo de los hitos de nuestra vida y su integración en ese intimidante e íntimo misterio llamado “la mente”.

Pixar, el gran titán de la animación, recaptura el brío creativo de días pasados, después de ceder a las presiones de la casa Disney y su voraz hambre de rentabilidad, con una ilustrativa, simple, elegante y eficiente visualización del funcionamiento de las emociones en Intensa mente (Inside Out), su quinceavo filme, que sin duda sabrá colocarse como uno de los mejores del estudio. La trama presenta la vida de Riley, una niña de 11 años que acaba de mudarse de Minnesota a San Francisco mientras las emociones en su cabeza, dirigidas por Alegría y acompañada de Enojo, Desagrado, Miedo y la relegada Tristeza, tratan de manejar la crisis ocasionada por la mudanza hasta el momento en que Alegría y Tristeza, expulsadas de los cuarteles centrales, deberán trabajar juntas para regresarle a Riley las vitales emociones.

El cineasta Pete Docter, responsable de la adorable y aguda Up (2009), y codirigiendo con Ronnie del Carmen, presenta un elegante y atractivamente diseñado postulado sobre un tema tan espinoso como lo es el funcionamiento de una parte esencial de la vida humana, que aunque por momentos, particularmente al inicio, pudiera parecer muy didáctica, resulta necesaria, más no indispensable para apreciar la organicidad con la que funciona todo el sistema en su conjunto, diseñando con nítida pericia un calibrado y vibrante paisaje que imagina islas temáticas conectadas a las emociones, un estudio de cine que produce los sueños, el subconsciente como una cavernosa prisión y una tierra de fantasías operada por todo tipo de maquinaria, muy similar a la ingeniosa fantasía corporativista de Monsters Inc. (2001)

Intensa mente se ostenta como una colorida hipótesis que convierte todo lo abstracto en un engranaje más de un visionario mundo que mecaniza todos los procesos de pensamiento, desde la creación de memorias centrales o la cristalización de conocimiento hasta la desaparición de recuerdos y, en una fantástica secuencia inspirada en los momentos más experimentales del maestro Chuck Jones, el “peligroso” proceso de abstracción del pensamiento. Nuestra cabeza se convierte entonces en el más recóndito e inexplorado de los terrenos, inhóspito, pero terriblemente familiar.

Dentro de este apabullante neurocosmos, Docter y Del Carmen introducen una bella historia en la que la Alegría, una eufórica optimista, desea mantener el control emocional de Riley a toda costa, evitando que la soporífera Tristeza si quiera se acerque, pero al verse fuera de los Cuarteles Centrales, haciendo que el Enojo, Desagrado y Miedo se apoderen del control y lleven las cosas a un punto realmente crítico en la nueva vida de Riley. El filme se desarrolla así en tres sólidas líneas narrativas diferentes, siendo quizá la mas fuerte la que involucra a Alegría y Tristeza, a las que se une el entrañable Bing Bong, una bizarra y setentera mezcla de gato, delfín y elefante quien fuera amigo imaginario de Riley durante su infancia temprana. La interacción entre los personajes, complejos dentro de su invariabilidad, resulta esencial para que el filme sea efectivo, entrañable y que el mismo espectador analice como su “mando central” esta siendo impíamente ejecutado, no por él, sino por la fantasía diseñada por Pixar.

Docter y su equipo logran así crear un dulce, hilarante y certero retrato sobre la madurez y sus dificultad más grande: la armonía emocional, entendiendo que la alegría es capaz de darnos el llanto más entrañable, que la tristeza nos trae la sonrisa más perdurable y que a lo que más debemos temer es a perder la capacidad de realizar el acto más complejo de todos: sentir.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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