El cine de aventuras busca transportarnos a situaciones que no podemos vivir en nuestro día a día. No importa si se trata de luchar con esqueletos sacados de un relato mitológico o Bruce Willis intentando eliminar un asteroide que amenaza con destruir el planeta. En sus primeros años el séptimo arte sorprendía. En esta época de asombrosos efectos creados por computadora donde hemos dejado de asombrarnos, incluso pedimos que todo sea más grande, más luminoso, más emocionante. Regresar a las raíces del arte permite comprender cómo llegamos a este punto.
Douglas Fairbanks fue la primera gran estrella de acción, atlético, de buen porte y encantador. El actor conquistó al público gracias a su capacidad acrobática en pantalla. En las películas de Fairbanks el movimiento es perpetuo, nunca se detiene y sigue andando mientras la cinta no termine. La marca del Zorro (The Mark of Zorro, 1920) es un buen ejemplo de sus mejores características.
Diego de la Vega (Fairbanks) es un joven adinerado algo torpe, hijo de un hacendado; su vida parece estar resuelta. Su padre, Don Alejandro (Sydney De Gray), busca que su muchacho deje esa frívola vida que mantiene y le insiste que concrete su boda con Lolita Pulido (Marguerite De La Motte), pero ésta está más interesada en el misterioso vigilante que azota a las malvadas autoridades del poblado donde viven: su nombre es El Zorro y usa una máscara para combatir el mal. Lo que nadie sabe es que Diego y Zorro son el mismo hombre.
Para las generaciones más recientes, el personaje del Zorro está atado al rostro de Antonio Banderas, gracias a la versión que éste protagonizó a finales de los 90 junto a Anthony Hopkins. Sin embargo, la cinta de 1920 marca la primera ocasión en que el enmascarado vengador apareció en pantalla y perdura como una de las más logradas.
De manera similar a como Buster Keaton se apoderaba de las películas aun cuando él no era el director a cargo, la figura de Douglas Fairbanks se impone sobre la de Fred Niblo (Blood and Sand, Ben Hur) hasta apoderarse de cada cuadro. Estamos ante una película básica en su sentido del bien y el mal: desde la primera toma vemos a los soldados abusar de los pobladores y a sus jefes prácticamente relamerse el bigote de lo malvados que son.
Algo natural por los años de filmación y porque todos los involucrados en la producción saben que el público viene buscando pasar un buen rato, esperando un relato entretenido donde los buenos ganan para los más pequeños de la casa. La acción es el merengue y la presencia de Fairbanks es la cereza del pastel. La diversión estaba garantizada.
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