‘Happy Together’: La síntesis de lo humano

Debo rechazar el honor de haber trabajado conscientemente por los derechos de las mujeres. Ni siquiera estoy muy seguro de lo que son realmente  los derechos de las mujeres.
Henrik Ibsen

El problema con el cine gay es que no existe. Las formas artísticas encaminadas a la reforma social no son arte sino panfletos; actos políticos en apoyo a una causa relativa que obstaculizan el alcance de lo universal. Las grandes cintas con homosexuales en los roles protagónicos no nos muestran lo diferentes que son los hombres afeminados o las mujeres masculinas, sino lo similares a nosotros, los individuos que atestiguamos un momento en sus vidas y reconocemos un capítulo de las nuestras.  El venenoso tango entre dos hombres, Lai Yiu-fai (Tony Leung) y Ho Po-wing (Leslie Cheung), en Happy Together (Chun gwong cha sit, 1997), no es distinto del que nos presenta Luis Buñuel en Ese obscuro objeto del deseo (Cet obscur objet du désir, 1977), donde la danza es heterosexual. En ambas relaciones el núcleo del conflicto es el Amante Súcubo.

Demonio que tienta, que pierde a los hombres como la sirena griega, el súcubo judeo-cristiano se convierte en Hollywood en la femme fatale pero nunca pierde su feminidad porque la concepción occidental de la neurosis narcisista, manipuladora, se considera exclusiva de la mujer. Derivada quizá de la derrota del matriarcado en la antigüedad, la visión del poder femenino, hasta el empoderamiento del siglo XX, se inserta en la memética occidental mediante la imagen de una mujer traidora, conocida en Grecia como Clitemnestra; en México, como La Malinche; en Irlanda, como Dearforgil; en Estados Unidos, como la desvergonzada que puebla el blues, ya sea la traicionera esposa de Hey Joe o la incontrolable diabla de I Put a Spell on You. A lo largo de siglos el súcubo ha sido el poder invisible, pero no insubstancial; combustible del hombre que lo enciende o lo quema.

Sin embargo, el Iago de Shakespeare no está lejos de este arquetipo, ni el Svidrigailov de Dostoievsky; el ambiguo, acaso bisexual Hamlet también pertenece a este círculo de personajes que destacan por su habilidad para transformar la realidad con el lenguaje, como se le acusa a La Malinche, y por su acción que desecha la espada y prefiere la varilla del titiritero, como Clitemnestra. Entonces el súcubo no es mujer; quizá femenino, si se considera que el rol masculino es el del soldado, más que del general, pero no es privativo de un sexo, es universal porque lo femenino y lo masculino conviven en hombres y mujeres, no de igual manera, y sí con tendencias marcadas, pero nunca de modo exclusivo.

Volvemos, entonces, a la causa gay, que podría querer encontrar en los personajes de Wong Kar-wai un cauce de lucha y de aceptación, pero el conflicto de estos dos amantes no es social, es personal, y por tanto nos pertenece a todos. La lucha de Fai con el Amante Súcubo Wing es la lucha de Mathieu (Fernando Rey) con Conchita (Carole Bouquet y Ángela Molina) en la mencionada cinta de Buñuel. En ambos casos se nos narra un deseo que una naturaleza juguetona en el sentido más cruel convierte en una dinámica de fracaso. Obsesionados con controlar a sus amantes, Fai y Mathieu adolecen de una severa inmadurez de donde fluyen placeres como los de Fai, que sólo se siente feliz cuando Wing enferma. El poder tener a su amante quieto en ánimo y movimiento le reditúa con la satisfactoria fantasía del control.

Similar a La vida de Adèle (La vie d’Adèle, 2013), la cinta de Wong sigue la maduración de Fai, quien pasa de una relación romántica, ilusoria, a la posibilidad de encontrar el amor en una entrega mutua, pero mientras Adèle se pierde una última oportunidad porque no ha madurado, el dilema de Fai se resuelve cuando soporta el indeseable peso de dejar ir. Ninguna de estas cintas enfatiza la decisión como social. Ninguna es gay antes que humana.

Al contrario, Happy Together se basa en el reconocible engaño de “empezar de nuevo”, una frase recurrente de Wing, que culmina en el quiebre. Wong nos muestra los noviazgos entre Fai y Wing como un continuo que no deja de lastimarlos hasta que se rompe por completo. Un tango. La locación argentina, donde los amantes deciden “empezar de nuevo”, es el marco ideal para que ambos bailen esta peligrosa danza en una escena que sintetiza todo el filme y que nos conmueve tanto como la que interpretarían un hombre y una mujer.

Lejos de cometer un acto político, Wong reflexiona sobre la madurez, las metas de vida, la dependencia y la reconciliación como manifestaciones absolutas, experiencias compartidas por toda la especie. Su filme es síntesis de lo humano. Aun si Happy Together se basara en la premisa de la discriminación y el rechazo, el cine gay seguiría sin existir porque si bien no a todos nos han atacado por nuestra orientación sexual, a todos nos han cerrado una puerta. Los grandes directores son quienes hacen sentir ese dolor como propio.

Por Alonso Díaz de la Vega (@diazdelavega1)

    Related Posts

    Tráiler de ‘I Am Belfast’, de Mark Cousins
    Entendiendo ‘In the Mood for Love’
    ¿Qué estrena la Cartelera?
    Revela la Academia su lista a Mejor Película Extrajera; ‘Heli’ no pasó el corte
    A qué sonaron las pantallas en 2013
    ‘Chungking Express’: Los objetos del amor

    Leave a Reply