Guía práctica para entrarle a Carlos Reygadas

Hay quienes piensan que el cine tiene que ser entretenido y agradable todo el tiempo, bello. Hay otros que sienten que el pagar su boleto para entrar a ver una película les debe asegurar por lo menos una historia bien contada. Hay otros que piensan también que el cine es arte, y como tal a veces cuesta, incomoda y reta.

Y hay quienes pese a eso aborrecen el cine de Carlos Reygadas; que si por pretensioso, que eso no es cine, que demasiado complejo, que es pura inconexión, que sólo lo hace para provocar. Sí y no, su cine es lo bastante sólido como para ser bello y sustancioso.

Se agradece que no sea convencional, que se supere a sí mismo y que nos cuestione sobre lo que estamos viendo en la pantalla. No se necesita ser listo ni especialista para apreciar el arte, eso tal vez esté muy bellamente ilustrado en su primer largometraje, Japón (2012), cuando la anciana ve un libro de pintura. El cine de Reygadas es sumamente sensorial, de los pocos que he visto que saben manejar el plano-secuencia extendido y silencioso. Ésa es su arma principal, pero no la única.

El trabajo del autor de Batalla en el  Cielo (2005) es sumamente psicológico, ofensivamente crítico y autocrítico y resulta lo suficientemente transgresor para todo aquel que se dice pomposamente amante del séptimo arte. Ojo: que te guste su obra no es sinónimo de buen o mal gusto, de que te la sabes o no en el análisis de películas, ni mucho menos de ser listo o tonto.

Pero a veces la paciencia y la inversión en tiempo nos permite descubrir cosas, cosas muy bellas y profundas. Tal vez no deseemos ver eso en el cine, y está muy bien. Sólo es que a veces vemos una película y se expande nuestro espectro de acercamiento y diálogo con las cosas. Muy hippie, sí, pero también muy aleccionador y didáctico.

Sumado a los premios y a la polémica que Reygadas desató en Cannes hace poco, se encuentra la expectativa y el reto incluso para los propios seguidores del trabajo del director de Luz Silenciosa (2007), que implicará fumarse Post Tenebras Lux (2012), en la que la crítica igual lo alabó y acabó, como ya va siendo costumbre, pero promete un trabajo, de menos, a la altura de sus producciones anteriores.

Hay elementos que me parece que no hay que perderse en las películas de este director, que son su máximo acierto y que nos pueden dar pistas sobre lo que gusta en el arte. Con toda la pretensión del mundo, Carlos Reygadas es un director que no da películas, una vaca de las que se niegan a dar leche más allá que un Lars Von Trier, o cualquier otro director con el que se quiera comparar el trabajo de quien iniciara con un corto complejo y perturbador en 1999 (Maxhumain).

1.- La fotografía. Reygadas sabe sacarle jugo a los paisajes que en apariencia parecen burdos y comunes como una casa de colonia popular o una casa venida a menos de pueblo. Creo que la parte inicial de Luz Silenciosa es uno de los mayores aciertos en su filmografía, y la toma aérea del caballo en Japón sencillamente es poderosísima. A veces son paisajes visuales y otras tantas detiene el tiempo de una manera hermosa y angustiante, en donde pasan cosas: el silencio. El silencio incómodo que tenemos cuando se nos terminan las palabras frente al otro.

2.- El sonido. El diseño de sonido en las películas del mexicano es una herramienta narrativa que puede llevarlas a otro nivel de apreciación. El manejo de los silencios y los sonidos que sólo existen dentro de los personajes me parece fabuloso. Pero más allá nos encontramos a veces con disonancias entre lo que vemos y escuchamos que generan un guiño a quien pone atención: la película nos está diciendo cosas, cosas que no están ahí explícitamente y que son un laberinto seductor que nos invita a entrar más en contacto con la película, a querer asirla o por lo menos acercarnos a lo que intenta decir.

3.- La representación. De Reygadas sigue causando mucho conflicto el que use a actores profesionales o a gente común. El toque de realidad, que pese a todo sí se encuentra representada (qué importan los fans del Dogma), le da un color muy distintivo a sus filmes. Algunas escenas son demasiado reales y crudas como en Batalla en el Cielo, pero también pulcras y evocativas como en Luz Silenciosa. Tanto el trabajo con actores no profesionales y grabar con diferentes posicionamientos de la cámara y con texturas especiales en la película, le dan un toque especial y discursivo a los trabajos.

Me encanta la idea de que Carlos Reygadas aburra a muchos, sí, es egoísta tal vez, no es complaciente y creo que a veces al arte le falta un poco más de eso, de poner las cosas en otro sitio para cuestionarnos más lo que vemos. Me gustó mucho cuando en el estreno de Batalla en el Cielo en el CCU varios tipos salieron mentándole la madre a la pantalla. El cortometraje de Revolución indignó hasta a la madre del mismo Reygadas, entonces la incomodidad estará presente siempre, y qué bueno que así sea.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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