‘Gui da gui’: cine marcial mixto

En el botadero la encuentras como: Close encounters of the Sppoky Kind (1980)

Pregunta por ella así: “Oiga, quiero que mi chavo gordito se motive a hacer karate chido. ¿Tiene algo que no sea Kung Fu Panda?”

Valor agregado: Patadas, movimientos y splits que no los tiene ni Van Damme.

Existen fenómenos fílmicos que son sepultados por la necesidad de hablar de lo vigente y lo actual, nuestra visión suele limitarse a la producción anglosajona, pero la titánica industria cinematográfica de Asia tiene una valiosa tradición de extrapolación de los géneros fílmicos que únicamente podría considerársele, bajo los estándares occidentales canónicos, de una delirante esquizofrenia.

Esa parece ser la sensación que se tiene en el frenesí temático del cine de género coreano, particularmente de la película de 1980 Gui da gui (traducida al inglés como Close Encounters of the Spooky Kind), del cineasta/peleador Sammo Hung que presenta una bizarra combinación de cine de artes marciales (wu xia) con horror que bebe de la tradición humorística de Scooby Doo, salpicada con rituales y magia vudú y un polémicamente misógino cierre.

La película presenta a Bold Cheung (el mismo Sammo Hung), quien es conocido por su disposición a hacer lo que sea considerado como atrevido, valiente o temerario, aunque en el fondo es bastante cobarde, lo que causa que su adultera esposa se lie con el Maestro Tam, un malvado y millonario hombre que desea mantener a la esposa de Cheung a su lado.

Maestro del mismísimo Jackie Chan y miembro de la galería de oponentes de Bruce Lee en Enter the Dragon, el gran Sammo Hung hace gala de habilidad cómica que se combina con escenas de pelea brillantemente coreografiadas, particularmente aquellas en las que combate un milenario zombie, al que cada embate responde con una aterrada mueca, como si su habilidad para moverse en el combate estuviera impulsada por el abrumador deseo de cagarse del miedo.

Además de sus sofisticadamente caricaturizadas peleas, la película cuenta con pletóricos efectos especiales que remiten a los burdos y exquisitos placeres del Hausu (1977) de Obayashi y que habrián de tener influencia explicita en la destornillante trilogía de Mr. Vampire (1985-1987) del cineasta Ricky Lau, quien curiosamente dirigió la secuela de Gui da gui. Asimismo, la volátil mezcla de lo paranormal con el vudú y la hechicería asiática contribuyen a crear una atmosfera y tónica peculiar.

Bullentes batallas de magia que harían palidecer a cualquier experimentado sayayin, fantasmagóricas apariciones que dan menos miedo que Mike Wazowski y combates que causarían la envidia del más avezado seguidor del legendario IP Man, componen el extravagante núcleo de la película, curiosidad que merece ser vista y discutida a la luz del necesario colapso de los géneros cinematográficos. Aquí las convenciones narrativas, como en la gran película situacionista ¿Puede la dialéctica romper ladrillos? (René Viénet, 1973), se rompen un karatazo a la vez.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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