‘The Way of the Dragon’: El humor del dragón

Pensar en Bruce Lee es pensar en el artista marcial, en la presencia escénica imponente, en el filósofo. Difícil es pensar en el dragón como director y guionista, pero su primer esfuerzo en ambos rubros es sin duda la cinta mas peculiar en su filmografía. Fresco del exito de The Big Boss y Fist of Fury, Lee decidió incursionar en la silla de director. The Way of the Dragon es por un lado una cinta de artes marciales muy típica de la época, pero a la vez es una oportunidad de ver un lado no tan común del icono que ha inspirado a generaciones.

Contrario a lo que se pudiera esperar, Lee se presenta en esta historia en un papel que para muchos histriones de acción seria repelente. La estrella de Enter the Dragon encarna a Tang Lung, un rústico y poco sofisticado joven de campo, quien se encuentra en Roma para visitar a unos familiares quienes tienen un restaurante. Tang dista mucho de ser un héroe refinado, y su torpeza social queda en evidencia en numerosas ocasiones. Pero no necesita ser ningún dandy. Su llegada a Roma será del desagrado de un jefe de la mafia local, quien ha estado presionando a los familiares de Tang para vender el local de alimentos.

La historia es bastante simple, pero Lee se entretiene añadiendo un humor casi infantil, que por momentos hace recordar a varias estrellas del humorismo silente. En algún momento nuestro héroe es abordado por una bella dama local, quien lo lleva a su departamento, se desviste, para estupor del chico de pueblo. Para la siguiente escena este se encuentra ya a varios kilómetros de distancia de la fémina.

La actuación de Lee gira entorno a gestos y expresiones muy particulares, características que se volvieron totalmente identificables con el ex-campeon de baile chachacha de Hong Kong. Una vez mas, Lee no era un actor, o una mera estrella, era una personalidad. Una que enganchaba a la cámara siempre que esta lo captaba, su mirada y expresiones podían decir mas que docenas de diálogos. Cuando la sonrisa desaparecía, y comenzaban los sonidos de felino enfurecido, uno sabe que algo importante estaba a punto de suceder.

La composición visual de la cinta es presa de los estilos de la década, aunque sin duda se evidencia que Lee sabia muy bien donde ponerla para dejar a la audiencia apreciar sus despliegues físicos. El ritmo narrativo goza de una constancia que impide un estancamiento de las acciones, aun dentro de sus limitantes. Sin duda gran parte del gozo que podra producir la cinta dependerá de que tan dispuesto este el espectador en ver al dragón jugar un rato.

El reparto de actores se encuentra nutrido por figuras cercanas al universo fílmico de Lee, y del cine de artes marciales; Nora Miao, quien compartiera pantalla con Bruce en sus dos anteriores trabajos. Robert Wall, famoso por su papel de O’Harra en Enter the Dragon. Por supuesto que la mención especial es para Chuck Norris, el campeón mundial de karate aparece en la pelea mas emblemática de la cinta, y de las mas recordadas en la historia del cine de acción. Su encuentro con Lee en el coliseo romano es sin duda el combate mas dinámico y pulido. Con un grupo de gatos callejeros como espectadores, desde el ritual de preparación de ambos combatientes, hasta el ultimo contacto, su mítico status cinematográfico reluce de principio a fin.

Muchos fans del dragón son un tanto despectivos con esta pieza, haciendola a un lado en favor incluso de algo como Game of Death, la cual nunca pudo ser finalizada por Lee, y que fuera ensamblada al vapor, post mortem, en un claro oportunismo financiero. Sin ser ningún clásico del genero, The Way of the Dragon nos presenta a uno de los iconos de la cultura popular del siglo veinte en una de sus facetas mas humanas. Los estudios de cine quizás habrán preferido mostrar al Bruce letal e invencible, pero el deseo de este ultimo de explorar otros ángulos en su carrera es palpable aquí. Es una pena que se nos negó la oportunidad de seguir viéndolo como director, guionista, y como el artista marcial y filosofo que fue. A 75 años de su natalicio no se puede dejar de pensar en todo lo que ya no dio al mundo, pero es lo que dejo de legado lo que sigue respirando con mucha vida, tanto en la historia del cine, como en las artes marciales.

Por Rubén Martínez Pintos (@SartanaDjango)

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