Es sólo un documental, pero… ‘Gimme The Power’

Todos somos especialistas del arte. Todos somos sociólogos, semióticos, comunicólogos, críticos de cine, analistas del tema y críticos inobjetables. Desde que las redes sociales, Twitter en específico, cobraron fuerza, la diarrea de opiniones se vino como avalancha. Entonces el diálogo pareció que se hizo más abierto. Pero los espejismos se vuelven también cada vez más burdos e identificables.

Con Gimme The Power (2012) sucedió algo que se vuelve cada vez más una práctica común: la gente comenzó a descalificarla sin haberla visto, como muchos de los detractores de ¿Y tú cuánto cuestas? (2007) Muchas de esas señalizaciones a la película ni si quiera se encuentran dentro de ésta película, otras tantas se basan en los desaciertos que tal vez tuvieron las dos películas pasadas, también un error, porque el nuevo documental de Olallo Rubio se separa un poco de la filmografía del exlocutor de radio.

Gimme The Power es lo que se ve y punto. Es un documental que hace énfasis en la vida política, social y cultural de México utilizando a Molotov como eje narrativo. Curiosamente para quienes tenemos más de veinte años probablemente la sorpresa más grata fue la historia del grupo como lo que es, una banda de rock, y no la primera parte que contextualiza lo que ya hemos visto en los documentales de Clío, Canal 11 o el 22 sin la versión institucional de éstas.

Como Olallo ya lo ha comentado con anterioridad, esta película pudo bien haber sido un podcast, de esos que tantos seguidores tienen. Sin embargo, y pese a que en lo muy personal no me gustó para nada, creo que Gimme The Power tiene la fuerza suficiente como para acercar a las generaciones más jóvenes a temas importantes que tienen que ver con su entorno. Tanto a nivel narrativo como de contenido, el documental tiene elementos esenciales que hace que se sostenga por sí solo.

Creo que le faltaron fuentes, el sociólogo sostiene y dirige más de la cuarta parte del documental, y Juan Villoro también aporta demasiado al mismo. Pienso también que la desacralización de los pensamientos anquilosados, incluso entre la gente que protagonizó parte de la contracultura (no se espanten por emplear el término, por favor), como lo fue la entrevista con Armando Molina –quien fuera organizador del festival– dan en el clavo de una generación de juventud distinta, que se reconoce y que hace click con el título de una forma demasiado evidente y efectista, pero que da en el blanco sobre esos elementos por los que nos gusta el rock, las letras, quejarnos y estar en contra de las imposiciones.

Lo que no me gusta de la película es que es en extremo lineal; sabemos cuándo viene un corte con una imagen de poder, cuándo baja el tono para ponerse serios y analíticos, y cuándo entra un efecto (por cierto, qué buen diseño de sonido tiene). Pero insisto, funciona a varios niveles y con diferentes públicos.

Funciona para los fans del grupo y del exlocutor (que no son pocos), pero también para quien quiere conocer un pedazo de la cultura mexicana sin prejuicios de clase, ideología o gusto musical. En los cinematográficos, pese a que también interviene el gusto y el bagaje, puede quedar a deber como documental, pero una cosa es cierta: a los multiopinativos que pululan en las redes no les vendría mal ver el documental de Olallo Rubio para ver cómo se puede entablar un diálogo sin morir en el intento.

Es un ejercicio que aún se percibe joven y que hace más sólidos los elementos que Rubio tiene como líder de opinión. No es el único, no es el mejor, él lo sabe y no lo intenta aunque no nos guste. A veces creo que vamos demasiado al cine queriendo ver algo de alguien, que no lo tendrá. Entonces creo que podemos dormir en paz. Para los tiempos electorales, Gimme The Power llega como anillo al dedo, de forma oportuna (para algunos, oportunista), pero puede funcionar, sobre todo pensando en la gente que precisamente sólo ve la cartelera comercial, no ve casi documentales.

No sorprende pero clava la aguja en temas que a todos nos atañen de alguna u otra manera. Los ricos también sufren, dice el Warpig en una parte del documental, y también son más rudos que muchas bandas comprometidas con causas sociales, y les cuesta llegar a la cima y tener un lugar entre las bandas de rock que importan en México.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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