Imaginen no envejecer. ¿Qué harían? Cuando el tiempo deja de ser una preocupación, disfrutar de los pequeños placeres de la vida lo es todo. Sin embargo Adaline (Blake Lively) es incapaz de hacerlo. Un accidente mágico/meteorológico/automovilístico/musical dejó su físico congelado a la tierna edad de 29 años. Ante sus ojos ha pasado más de un siglo y ella ha estado en permanente huida por temor a convertirse en un experimento gubernamental. Pero el amor está en cada década, ¿se dejará llevar?
El secreto de Adaline (The Age of Adaline, 2015) encuentra su punto focal dramático en la pasividad de su protagonista ante lo que la envuelve, ha vivido y hecho muchas cosas pero el temor de ser descubierta la limita. Es un miedo que representa su poco arroje a intentar cosas nuevas. Quizás Adaline luzca joven pero su comportamiento —al menos emocional— es el de una divorciada/viuda ricachona entrada en años, temerosa de ilusionarse y lastimarse una vez más.
Porque no hay necesidad de engañarse, como bien apunta Maximiliano Torres, ésta es la historia de una mujer cuyo mayor drama es sufrir el acecho de un joven, atractivo e inteligente millonario que quiere hacerle el puerco y sucio amor. El resto de su vida está resuelta, incluso nunca falla en conseguir taxi. Sufre como señora de las Lomas.
Es sencillo hermanar El secreto de Adaline con otro melodrama sobre impedimentos amorosos relacionados con la edad, como El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button, 2008). Sin embargo, aun con sus fallas, la cinta de David Fincher se las arreglaba para explorar la tragedia de un pareja imposibilitada para coincidir cronológicamente, idea que se extiende a lo difícil de conseguir lo mismo en la vida real, emocionalmente hablando.
Para ser una mujer con más de 100 años a cuestas, la existencia de Adaline no es fascinante. Si García Márquez decía que la vida había que vivirla para contarla, Adaline la ha padecido para ganar un juego de trivia.
Por Rafael Paz (@pazespa)
