The Flight Attendant y la rubia que bebía demasiado

Si las pistas a lo largo de la primera temporada de The Flight Attendant (2020) no han dejado claro el espíritu metarreferencial de la serie, uno de los intereses románticos de su protagonista lo subraya en el último capítulo al opinar sobre los convulsos acontecimientos (asesinatos, persecuciones, interrogatorios policiales, empresas fantasmas, viajes por el mundo y más) que han rodeado los últimos días de Cassie (Kaley Cuoco): Sounds like an american movie.

Pero no es cualquier película –o whodunit, como en este caso– la que The Flight Attendant busca referenciar y ubicar como la base de su construcción, porque en sus guiños es claro que los creadores tienen en mente a Alfred Hitchcock y su serie de trabajos dedicados al inocente que se ha involucrado en un crimen, luego presionado por las pesquisas policiales debe viajar a través del mapa para probar su inocencia y, de paso, mostrarse como la persona ideal para resolver el misterio detrás de la correteada. Incluso, el episodio 7 lleva como título Hitchcock Double, por si había alguna duda.

Cassie es una azafata con una vida glamorosa y sin preocupaciones, o al menos eso intenta aparentar. Sus días se limitan a coquetear con desconocidos en bares, restaurantes o el vuelo en turno, agotar la fugaz relación en una noche de copas y repetir de nuevo el proceso. Su comportamiento inmaduro la ha distanciado de su hermano, ciertos compañeros de trabajo y cualquier relación amorosa seria, sin embargo, como en el caso de Megan (Rosie Perez), más de uno la admira como ejemplo de la desinhibición femenina.

Las cosas cambian cuando Cassie conoce al millonario Alex Sokolov (Michiel Huisman) en un vuelo a Malasia, la atracción entre ambos es evidente como lo es la serie de actividades que habrán de compartir esa noche. Al despertar, Cassie sufre una cruda tremenda y al iniciar su clásica huída mañanera descubre a su compañero de farra con un extenso corte en el cuello. Quién, cómo, cuándo y por qué, son las preguntas a resolver, Cassie deberá usar toda su ingenuidad y perspicacia para encontrar las respuestas.

El escenario –incluyendo el alcoholismo de la protagonista– remite de manera ineludible a Intriga Internacional (North by Northwest, 1959), el clásico de Hitchcock en el que Cary Grant es confundido con un agente del gobierno y acusado constantemente por su afición a las bebidas embriagantes de estar imaginando asesinos. La referencia no termina ahí, por ejemplo, como en Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935), una asociación de turbia reputación –aquí llamada Lionfish– parece estar detrás de todos los problemas de Cassie; y más de una persona en su entorno lleva una doble vida, como en Sabotaje (Saboteur, 1942) y otras producciones hitchcockianas.

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Si The Flight Attendant se quedara en ese nivel, no pasaría de ser un simple divertimento como muchos otros que han buscado evocar el suspenso hitchcockiano. Para Steve Yockey, creador de la serie, la referencia es sólo el primer paso. Es notorio su deseo de traer a Alfred Hitchcock –un director con una extensa y conflictiva historia con sus actrices, además de abundantes acusaciones de misoginia con sus personajes femeninos– a nuestros tiempos con su debida perspectiva de género.

Pasando las primeras impresiones sobre Cassie, Yockey y su equipo de guionistas (casi una decena), inspirados por la novela homónima de Chris Bohjalian, dedican buena parte de los ocho episodios de la serie a explorar la juventud de su protagonista, sin olvidar la neblina que el alcohol ha puesto entre sus recuerdos y la verdad respecto a la relación con su padre. Es una rubia con ganas de fiesta, sí, pero detrás de esa imagen estereotípica de güera alocada se esconde una mujer que constantemente ha decidido evadir sus problemas en vez de enfrentarlos. El asesinato de su más reciente conquista no es sino la última piedra en su equipaje emocional, uno tan pesado que detenerse es la única opción.

Digamos que The Flight Attendant bosqueja cómo sería The Lost Weekend (1945), el clásico de Billy Wilder sobre un borracho irredento, bajo la dirección de Alfred Hitchcock. Por eso el juego de las referencias se extiende a la actriz protagonista, como muchos de los personajes, quienes aparentan una vida y llevan otra por debajo de la piel, la presencia de Kaley Cuoco conduce a más de un espectador a pensar en su papel más popular: Penny, la rubia ingenua de The Big Bang Theory (2007-2019), otra mujer fanática de la fiesta y la bebida.

A diferencia de las varias rubias de Hitchcock, quienes muchas veces se expresaban a través de sutiles gestos y miradas –o dejan su frialdad emocional gracias la intempestiva atracción provocada en un hombre, como en Marnie, la ladrona (Marnie, 1964)–, Cuoco porta las emociones de su personaje a flor de piel y se extienden a secuencias por los rincones de su mente, tras años de encerrarlas necesitan apenas unos sorbos del vodka en turno para entrar en ebullición.

Así de The Flight Attendant comparte intenciones El hombre invisible (The Invisible Man, 2020), otro producto estrenado en 2020 que tomaba elementos del cine de Htichcock –el inocente acusado injustamente, el criminal que trabaja en las sombras, etc.– para reimaginar uno de los monstruos clásicos de la Universal –inspirado por la literatura de H. G. Wells, claro– con la perspectiva de género exigida por las audiencias actuales. Si algo demuestran ambas, es que cuando hablamos de suspenso nadie le gana al maestro.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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