El Rey Kong: La octava maravilla del mundo ha caído

Hay imágenes que la mayoría de los cinéfilos gustosos de las películas de monstruos no podemos borrarnos de la cabeza. Una de las más representativas y que ha inundado el imaginario de la cultura es sin duda la de un gigantesco gorila en lo alto de una torre, con aviones zumbantes tratándolo de derribar, mientras sostiene a una mujer rubia con un una mano y se defiende de los ataques con la otra. Cualquiera de los lectores sabe ya que me refiero a King Kong, el gorila protagonista de películas, videojuegos, series de televisión, postales, tarjetas y toda la parafernalia que el cine de monstruos se merece.

La primer aparición del Rey es en la película King Kong (1933), dirigida por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. La película fue lanzada por la famosa productora estadounidense RKO productions, distribuidora de producciones de Disney como Blanca nieves y los siete enanos (1937), Pinocho (1940), Fantasía (1940); además de la célebre Ciudadano Kane (1941) y la primer película de zombies: I Walked with a Zombie, filmada en 1943. La productora, al menos en sus inicios, logró formar un catálogo amplio de géneros que van desde lo infantil hasta lo muy serio y tomando en cuenta el cine de terror.

En King Kong (1933) prácticamente se diseña la estructura que seguirán los filmes de la franquicia. Carl Denham, un cineasta ambicioso, encuentra a la mujer perfecta para la película que intenta filmar: la rubia, voluptuosa, inocente y desempleada Ann Darrow, quien se aventura con en un viaje rumbo a la tenebrosa y prehistórica Isla Calavera –la misma de la que provienen las ratas/mono de Dead Alive (1992)–. En el filme se plantea un argumento simple de ficción; es una película que habla sobre otra película. La idea de Denham es filmar imágenes fascinantes y exóticas que asombren a las audiencias de todo el mundo y así asegurarse fama y fortuna.

Al llegar a la isla se encuentran con una niebla espesa que es interpretada por la tripulación como un mal augurio. Los nativos notan la belleza de la rubia Ann e intentan cambiarla por seis mujeres de su tribu, pero Denham se niega a entregar a su protagonista, quien será raptada para servir como sacrificio humano al gran Kong.

De nuevo el imaginario colectivo nos lleva a la siguiente imagen: Una hermosa rubia atada de manos y pies a las puertas de lo desconocido, tambores hipnóticos llamando al Rey de los gorilas, el grito desgarrador de una mujer en aprietos, un monstruo que representa todo lo bestial e incontrolable de la naturaleza que no hemos podido dominar.

Es aquí donde la historia de la película y del cine toman otro curso. Los efectos especiales usados en King Kong (1933) son esenciales para entender el avance técnico de la industria. La primer aparición del gorila ante la cámara es inolvidable, realmente parece que hay un monstruo frente a la protagonista que lucha por su vida. Vemos aquí el trabajo artístico combinado con la técnica: Fay Wray, actriz que interpreta a la heroína, actuó frente a prostéticos y muñecos que representaban la colosal figura del Rey Kong, esta técnica es el equivalente a la pantalla verde de nuestros días. King Kong (1933) no es tan sólo una película de monstruos que entretiene a audiencias morbosas, sino un avance técnico de producción, filmación y edición que sentó las bases para las películas de nuestro siglo.

Siguiendo con la narración de la trama, King Kong rapta a Ann quien es conquistada por la bestialidad y el corazón de un gorila a quien sólo ella comprende.El equipo de Denham idea una manera de rescatar a su protagonista y al mismo tiempo capturar al Rey de los Gorilas. El manejo de la película hasta ahora tiene tantos giros de tuerca como las películas de los hermanos Cohen.

Tras su captura, King Kong es llevado a la ciudad de Nueva York, capital del mundo y el espectáculo. El rey sometido que viaja hacia la tierra de los humanos es una referencia al poder del hombre sobre la naturaleza. Denham presentará el descubrimiento del siglo con estás famosa frase que quedará grabada en la mente de los espectadores: King Kong, la octava maravilla del mundo. El Rey está atado, exhibido, burlado. La naturaleza es dominada para servir al entretenimiento y el morbo de los caprichosos humanos. El Gran Kong es reducido a un animal de circo que ha sido sometido ante las cadenas del espectáculo.

Los directores de la película nos llevan a la rebelión de la naturaleza. El hombre que todo lo puede y todo lo domina, algunas veces tiene que rendirse ante la fuerza bruta y la grandeza del poder animal. La fuerza de King Kong es mayor que la del hombre y sus artilugios de papel que quieren dominarlo. Los directores plantean esta idea en otra escena memorable: King Kong rompe sus ataduras indestructibles, agitando y destruyendo la seguridad de los espectadores que corren aterrorizados.

Kong se libera y busca a su amor, la bella Ann, que aunque parece asustada no opone mucha resistencia. La escena en que la mano del Rey entra por la ventana y toman a Ann que viste un vestido blanco inmaculado, representa un contraste visual entre la bestialidad y la delicadeza de una fémina, un conjunto de elementos inimaginable para la época.

Y de nuevo regresamos a la primer imagen de este texto, King Kong subiendo el Empire State, símbolo de poder y dominio del hombre, defendiendo un amor que no puede ser y redimiendo su naturaleza a un mundo que le ha dado la espalda. Aviones que amenazan con su reinado y unos golpes en el pecho que para los cinéfilos de todo el mundo parecen inolvidables.

Un Gorila cayendo en picada pierde el amor. La octava maravilla del mundo ha sucumbido por no haber renunciado a su naturaleza como el Rey de la Isla Calavera, y ahora como Rey de New York City. Un golpe al pavimento, la gente se acerca sintiendo pena por el gigantesco cuerpo del Rey Kong.

Al final King Kong parece más humano que sus captores y ejecutores. Los autores plantean que el verdadero monstruo de la película es el hombre, quien sacó al Rey de su mundo sólo por un capricho de explotación que no tuvo ningún sentido más allá de la ambición.

La leyenda de King Kong ha subsistido hasta nuestros días como una historia de monstruos de poca monta, sin embargo, tiene los elementos suficientes para ser una de esas obras que quedan en la mente de los espectadores por décadas. Y es que esta película lo tiene todo, o casi todo: Desde la persecución del sueño americano encarnada por Carl Denham, originalmente interpretado por el actor Robert Armstrong, y su tripulación; la exuberancia de la rubia que al final de la película ve el mundo de otra manera descubriendo el amor por la naturaleza; la ambición y el miedo a lo desconocido, paisajes exóticos, monstruos descomunales, efectos especiales, crítica social, y tantas cosas que se le escapan a este escritor.

El avance cinematográfico y Kong parecen estar casados. Las películas de la franquicia, incluyendo las secuelas The Song of Kong (1933), dirigida nuevamente por Ernest B. Schoedsack, y King Kong vs Godzilla (1962),  así como los remakes King Kong (1976) y la película King Kong (2005), del fanático de la historia Peter Jakson, están hechas para brindar al público momentos de shock polarizados tanto por la emotividad como la furia del gran Rey. La octava maravilla del mundo ha caído.

 Por José Luis Hernández

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