El llamado de Cthulhu: la base de todos los miedos

Un nombre, calificativo o apodo cualquiera ―incluso el más ridículo― es suficiente incentivo para dibujar el detallado y aterrador rostro de ese “algo” que surgió del mito para convertirse en nuestro miedo más recurrente. No es lo grotesco de la imagen o del ente por sí mismo, se trata del relato, de la historia, de la narración que le da vida y del miedo que se detona en el espectador cuando el mito es suficientemente familiar, conocido y temido, para que el humano navegue en la nebulosa marea de la duda.

El terror es una de las fuentes más nutridas de cine contemporáneo y el origen de un bonche no menor de clásicos que han trascendido la memoria de los espectadores de la época, tanto como la de generaciones posteriores. A través de una buena historia se han formado millones de seres monstruosos en la pantalla grande; desde payasos diabólicos y vengativas adolescentes mutantes, hasta exuberantes animales sobrenaturales, extraterrestres, vampiros, etcétera.

Decía el escritor Howard Phillip Lovecraft que “la más vieja y fuerte emoción de la humanidad es el miedo y que el miedo más grande es a lo desconocido”. La prueba está en el adornadísimo colectivo de literatura, cine, teatro, radio, televisión, escultura, artes plásticas y demás confecciones humanas que se concentran en describir y, especialmente, en reproducir eso que llamamos miedo.

Cuando Cthulhu llama…

Mejor conocido como Lovecraft, el escritor  estadounidense dio rienda suelta a la pluma y creó en los tempranos años 20 del siglo pasado una estructura narrativa lo suficientemente fuerte como para montar en ella cualquier símbolo del miedo, crear con esto un mito e influenciar a toda una generación de escritores y cineastas.

La llamada de Cthulhu es el más significativo de los relatos de Lovecraft. Apareció publicado por primera vez en la revista Weird Tales en 1928, dos años después de que H.P. lo escribiera, y se convirtió en la estructura originaria del cine de terror como lo conocemos ahora.

Se trata de un cuento corto que inicia con la muerte del antropólogo George Angell. El narrador es el nieto del hombre que ha dejado al morir un extraño objeto: una caja que contiene en bajorrelieve la figura tallada de una monstruosa criatura con cuerpo humano grotesco y escamado, cabeza tentacular y alas rudimentarias. La historia es el seguimiento que el nieto hizo de la seria investigación sobre este objeto y la monstruosa figura que el viejo Angell dejó incompleta.

El director mexicano Guillermo del Toro retomó el sentido narrativo de Lovecraft en La llamada de Cthulhu para crear su opera prima: Cronos (1993). En el filme, protagonizado por Federico Luppi y Ron Pearlman, se relata la historia de un anticuario que se convierte en vampiro y después buscará revertir su maldición para regresar a la vida junto a su esposa y la pequeña Aurora, su nieta.

Contrario a lo que podría pensarse, el terror se desenvuelve de la verosimilitud de nuestras angustias y el miedo a lo que desconocemos. La particularidad de Lovecraft es que sus relatos no se sostienen de imágenes y retratos grotescos, muertes masivas, amenazas de exterminio o la maldad de una criatura; se trata de lo suculento de una narrativa que inserta elementos de la realidad en historias que simbolizan los espectros de lo humanamente desconocido (y temido).

En La llamada de Cthulhu, Lovecraft plantea la reconstrucción de un culto que se ha mantenido con vida gracias a la creencia en torno al ídolo prehistórico Cthulhu, desde una perspectiva no moralista, para evidenciar los deseos del hombre de encontrar en algo el origen de su existencia. En Cronos, Del Toro retoma la figura del vampiro, la desnuda de los barrocos elementos arquetípicos y la inserta en una historia tentadoramente humana, en una de cuyas virtudes está exponer los deseos de un hombre.

Lovecraft: una influencia insacudible

El narrador del famoso relato de Lovecraft confiesa al lector: “me sentí profundamente conmovido a pesar de mis creencias racionales”. La historia de La llamada de Cthulhu y el resto de la literatura del escritor tienen la fina particularidad de arrastrar al lector a ese gran espectro en que se representan las angustias de lo desconocido, transitando por el puente del suspenso hacia el umbral de un miedo muy racional.

Antes que Lovecraft ya existían escritores que retomaban el miedo como vehículo hacia el terror. El más conocido es por mucho Edgar Allan Poe, en cuyas La máscara de la muerte roja Los crímenes de la calle Morgue podemos encontrar la representación más originaria del miedo con un buen toque de realidad racional.

Sin embargo, Lovecraft logró saltar los límites estéticos del retrato real para insertar sus historias en diferentes escenarios, pero conservando la estructura narrativa del tratamiento al miedo como emoción humana. La influencia de Lovecraft sentó la base para una serie de historias que triunfaron en el cine, pero que surgieron primero en papel.

Sin duda, Stephen King es el ejemplo más fiel a la primicia de que el miedo se moldea con el fondo y después se puede ser suficientemente creativo con la forma. Eso (1991), una adaptación al cine de la novela de King, brilla por la historia y no precisamente por el trabajo del director Tommy Lee Wallace.

La mejor forma de ver este clásico filme de los 90, que azotó a cuanto espectador coulrofóbico  existe, es disfrutando en algún punto de la novela de Stephen King. En el libro se desarrolla con más detalle la metáfora de la dura transición entre enfrentar la vida adulta y deshacerse de los miedos de la adolescencia, todo representado en un payaso extraterrestre muy bien caracterizado por el actor inglés Tim Curry y su sonrisa de Cheshire Cat.

Entre otras de las novelas de Stephen King con el estilo narrativo lovecraftiano y llevadas a la pantalla grande memorablemente están: El resplandor, de Stanley Kubrick; Los hijos del maíz, de Donald P. Borchers; La tienda, de Fraser C. Heston y Carrie, llevada originalmente al cine por Brian de Palma en 1976 y recientemente refriteada por el directora Kimberly Peirce.

Otro de los directores de terror más aclamados de las últimas décadas, el canadiense David Cronenberg, retrata el estilo de narrativa lovecraftiana en historias socialmente críticas de la capacidad de destrucción, la ambición y los miedos del ser humano en un escenario de exposición al terror.

Aunque a Cronenberg sí le gusta complementar el contenido de sus filmes con una exposición ligeramente grotesca y erotizada de sus historias, podemos encontrar la ineludible influencia de Lovecraft en filmes como La mosca (1986), Rabid (1977), Videodrome (1983), Scanners (1981).

El tributo español en dos actos

Las referencias a la figura del escritor Lovecraft y a sus relatos en el cine son muchas, pero hace no mucho tiempo, en 2010, el cineasta español José Luis Alemán decidió realizar dos películas complementarias para tratar de rescatar la esencia del escritor estadounidense y uno de sus más conocidos relatos.

Se trata de las película La herencia de Valdemar y La herencia de Valdemar II: La sombra prohibida, que relatan las historias de Lovecraft publicadas en Weird Tales en una especie de narración anacrónica sobre las historias del autor y ambientada en diferentes momentos del siglo XIX.

Cabe resaltar que las películas sí están pensadas para ser elemento complementario una de otra y que es en la segunda parte en la que se muestra caracterizado al monstruo prehistórico de La llamada de Cthulhu.

Un homenaje a La llamada de Cthulhu

Además del estilo narrativo y la precisión de La llamada de Cthulhu, existe una gran cantidad de referencias tanto al monstruo principal de ese relato, Cthulhu, un humanoide escamoso con cabeza de tentáculos y grandes alas, como a la representación del culto que lo adora, característico por realizar ritos en islas, con tambores y adoración a una figura tallada.

Uno de los homenajes más obvios es el que realizó el director Gore Verbinski en la segunda y tercera entrega de la saga Piratas del Caribe, con la representación del capitán Davy Jones, interpretado por Bill Nighy, representado como una criatura inmortal que controla el mar y sus criaturas, cuyo aspecto físico es mórbidamente cercano a la descripción del ídolo Cthulhu.

La película Hellboy (2004) tiene varias referencias a H.P. Lovecraft, pero la más clara es la del monstruo de los siete dioses del caos. Dirigida por Guillermo del Toro ―ya nos dimos cuenta de que es fan―, la película muestra a una bestia con tentáculos, poderosamente hábil, como la representación de la maldad que busca conquistar la tierra.

Los homenajes y referencias a Lovecraft asaltan todos los géneros. Uno de los más imperceptibles aparece en el drama romático La Laguna azul (1980), dirigida por Randal Kleiser. En el filme, Christopher Atkins descubre que en el lado prohibido de la isla se ejecutan una serie de ritos pronunciados con tambores y cánticos en torno a una estructura de piedra; cuando la joven Brooke Shields se hiere al pisar un pez venenoso, Atkins decide llevarla al altar de piedra y dejarla ahí una noche.

Lovecraft y su deliciosa narrativa siguen siendo un parteaguas en la construcción del terror y la comprensión mucho más profunda y simbólica del miedo. El escritor es verdaderamente el referente de muchos cineastas y escritores, el constructor de una fuerte estructura de maleabilidad temática en el género terror, como lo conocemos; es pues, la base de todos los miedos.

 Por Alejandra Arteaga (@Adelesnails)

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