Nueva York es una de las ciudades más pobladas del mundo; ocupa el segundo puesto después del Distrito Federal. Es una metrópoli con características económicas, poblacionales y geográficas de tal magnitud que por obvias razones tiene altas estadísticas de crímenes. Bajo este contexto y ubicándonos a principios de los años 80, El año más violento (A Most Violent Year, 2014) muestra un poco de esa violencia de una manera moderada, ya que la historia enfoca más su lente en el poder y sobre todo en el sueño americano.
Cae nieve sobre las calles de la “Gran Manzana”, el frío se consume en los grandes abrigos de los protagonistas que buscan defender el negocio, con sus propias manos, si hace falta. Él sabe que conseguir lo que quiere es indispensable para ser uno de los más poderosos en el mercado del petróleo, mientras que ella confía ciegamente en él. Al menos eso cree.
J.C. Chandor, director y guionista del filme, presenta a Jessica Chastain, quien interpreta a la esposa y madre de dos hijas, pero que también juega el papel de la femme fatale que obtiene lo que quiere, aunque sea por la vía ilegal. Oscar Isaac es el hombre “recto” de los negocios que logró el éxito, el sueño de cualquier inmigrante latino, y lo defenderá todo aunque tenga que correr sangre para lograrlo.
Otro sujeto que también busca abrirse paso en el país de las oportunidades casi inalcanzables es David Oyelowo, quien actúa como procurador en New York, que tiene entre ceja y ceja a la pareja.
Los personajes se ven inmersos en una cadena de problemáticas que es originada por la sed de crudo que persiste hasta hoy en día. En Estados Unidos, el oro negro es manipulado y usado por la iniciativa privada. La demanda a principios de los 80 aumentó después de la crisis y el principio de los conflictos en el Golfo Pérsico (antecedente de la Guerra del Golfo, que ocurriría diez años después). El petróleo es escaso, el precio es demasiado alto.
1981 es el año más violento para la empresa petrolera de Abel Morales: se sabe que invirtió demasiados billetes para crecer, aumentar sus ganancias y superar la crisis. Sin embargo, el siguiente peldaño del problema lo persigue: sus camiones están siendo robados, el petróleo ha desaparecido y sus empleados tienen miedo de ser las nuevas víctimas de los criminales.
La película, si bien no es de “policias y ladrones” y no contiene esa dosis de acción que a muchos les gustaría (como cualquier película hollywoodense), describe de una manera sincera y muy cercana a la realidad, la vida y las circunstancias en las que el individuo se ve involucrado, eventualidades que lo harán tambalear moralmente y que lo mantendrán en la disyuntiva de seguir siendo el hombre recto o seguir el American Dream.
La historia pesa más que los “efectos especiales”, es decir, la película pudo haber sido un boom en cuestión de producción, en el que la sangre corre por doquier y la acción se ve en cada encuadre, sin embargo, el objetivo no es precisamente mantener al borde del asiento al espectador con disparos y grandes explosiones.
Aunque finalmente Chandor traduce la expectativa y el suspenso en una persecución narrativa: la carrera para ver quién tiene más poder en el mercado más importante de Wall Street, mientras que tras bambalinas el orgullo, miedo y la ambición, son más fuertes que cualquier poder. O tal vez hay distintas formas de ejercerlo.
Por Sofía Huerta (@Sophia_Huerta)