DocsMX | ‘Siéntate y mira’: el transcurrir del tiempo

Una agitada reunión del Parlamento en Inglaterra. Un grupo de jóvenes está reunido para orar y reflexionar sobre la Biblia. («La gente del cielo ve a la del infierno y los del infierno a los del cielo»). Una cámara vigila lo sucedido al interior del transporte público. Un impasible guía lleva a unos turistas a recorrer el Támesis. Una pareja se toca y excita frente a una cámara web. Un peleador musulmán entrena para su próximo combate sobre el octágono.

Esos son los seis escenarios seleccionados por los directores Francisco Forbes y Matthew Barton para reflexionar sobre el actual cotidiano de la sociedad inglesa. Una serie de cuadros que captura un instante, tan fugaz como repetitivo. («Todos vamos a morir»). Secuencias que están prendidas a un tiempo, pero inevitablemente se repiten una y otra vez en el transcurrir de nuestros días.

Los realizadores intercalan el material sin ningún tipo de voz en off, estamos ante un crisol que funciona también como un espejo del comportamiento humano. («Si eres rico, puedes vivir en peligro»). Una serie de reflejos que aumenta su velocidad conforme el final se acerca, como esa pieza de música casi industrial que avisa, como una sirena en la playa haría, la próxima tormenta que se cierne sobre nosotros.

En nuestra actualidad no hay forma de escapar del reflejo. Somos parte del juego: observando mientras somos objetos de estudio para otros. («Ningún blog tiene derecho a decirnos que somos un culto, sólo porque los acercamos a la Biblia»). Por eso, aunque las escenas sean de sucesos pasados tienen cierta familiaridad. Los miembros del Parlamento luchan por imponerse sobre sus contrincantes («Prefiero ser un tonto, en este y cualquier asunto, que un hombre astuto») y se han preparado para ello igual que el joven musulmán para noquear a sus adversarios.

La vida es un ring donde te preparas todos los días, esperando poder subir la guardia y aguantar el golpe. Un choque a la mandíbula y muerdes la lona, la vida no da nuevas oportunidades. («Cuando abrió el London Eye costaba siete libras, ahora son 19, le decimos “la rueda de la fortuna”»). Este es un flujo de imágenes sobre cualquiera, incluso nosotros. («La bandera está izada para que sepamos cómo trabaja duro el gobierno»). El paisaje tal vez sea lejano; sin embargo, el contenido no cambia sólo la envoltura.

Es un espectáculo humano y distante, justo como la pareja que se toca frente a la cámara para deleite del incógnito que mira al otro lado de la fibra óptica. («No pagó por concha»). El orgasmo sólo es alcanzable mediante una anónima mirada, como la salvación está a la mano si eres uno más del grupo o el triunfo gubernamental que exige saber doblar la legalidad hasta el punto de quiebre. («La gente del cielo ve a la del infierno y los del infierno a los del cielo»).

Una pareja sube al transporte público, un hombre se sienta detrás de ellos y comienza a inmiscuirse en su conversación. Pronto la agresividad se hace presente en el tono de las palabras. Hay una lucha por imponerse, una de muchas. El resto de los pasajeros decide ignorar la acción. Absortos y cotidianos, es una pelea más como las otras. («El infierno es fuego eterno. Para siempre. Nada justifica ir al infierno»). Alguno ganará y el mundo seguirá girando. No hay forma de detenerlo, mira a lo lejos: la tormenta está a punto de tocar la costa.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Éste texto fue publicado originalmente en docsmx.org.

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