DocsMX | Bring Down the Walls y la resistencia de los cuerpos

Pero ya es tiempo de que nos retiremos de aquí,
yo para morir, vosotros para vivir.
¿Entre vosotros y yo, quién lleva la mejor parte?
Esto es lo que nadie sabe, excepto Dios.
Platón

Cuestionar la ley porque es falible, porque es parcial, porque es manipulable, porque es opresora y porque es obtusa. Cuestionar a las instituciones porque se les ha otorgado un aura ontológica, como si tuvieran derechos, como si respiraran, como si tuvieran poder. Se nos olvida que las instituciones son representaciones simbólicas en las que deciden individuos, y es a ellxs a quienes hay que dirigirnos.

Bring Down the Walls (2020) es el tercer largometraje documental del director inglés Phil Collins, que busca recuperar los esfuerzos del colectivo Bring Down The Walls, en el que a través de círculos de estudio, conversatorios y fiestas con música house, buscan cuestionar el sistema penitenciario de Estados Unidos.

Los conversatorios que se vuelven grupos de apoyo (Healing From Hate Battle for the Soul of a Nation, Peter Hutchinson, 2020; Starred Up, David Mackenzie, 2014) son parte fundamental de las prácticas colectivas que ofrecen escucha, soporte y reconocimiento. Por supuesto, el alcance político inherente se enriquece con el análisis socioeconómico que muestra a la tradición punitiva como una estructura fallida que tiene como máxima representación la prisión.

Para que las prisiones sigan siendo redituables y ofrezcan grandes ganancias, es necesario que estén llenas, y de ser necesario, repletas. Para ello sólo se necesita hacer uso de la estrategia que la hegemonía ha perpetuado desde hace siglos: la segregación a través de la clase y de la raza. El racismo tiene su máxima expresión en el asesinato y el exterminio violento, pero también sabe socializar, también sabe adoptar las formas que son adecuadas; sabe quedar bien con el status quo y sabe mimetizarse en la naturalización de sus prácticas. La comunidad afrodescendiente y latina en Estados Unidos de América ha sido sistemáticamente violentada y controlada por muchas vías, y una de las más aceptadas, es la cárcel.

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Los testimonios que tienen eco en Bring Down The Walls van desde las experiencias personales en prisión hasta las narraciones de aquellos que no están aquí, que siguen encarcelados; de aquellos que nos ayudaron a colocarnos en los lugares donde estamos. La piedra angular de quienes convergen en este espacio es la conciencia que ningún cuerpo es descartable, ni por su raza, ni por su geografía, ni por su postura política, ni por su orientación sexual, ni por la clase social en la que se sitúa. Las políticas del consumo nos han llevado a asumir a los cuerpos como mercancías que si no cumplen determinados objetivos monetarios, entonces son marginados. Es precisamente desde aquí, desde estas narrativas de los desechados que se busca fragmentar una violencia sistemática a través del festejo, de la celebración de la música y el trance.

Las fiestas en las que las secuencias y las atmósferas de Frankie Crocker, Nguzunguzu, MikeQ, Larry Heard o Morgan Wiley, suenan en capas aterciopeladas que cubren las paredes de una de las estaciones de bomberos de Nueva York, son también lugares de celebración que abren los diálogos corporales con la comunidad LGBTTTIQ y con quien guste participar de la libertad que ha sido ganada entre todos: “si no somos libres, ellos no son libres. Si ellos no son libres, nosotros tampoco somos libres. Si ustedes no son libres, yo no soy libre”.

El documental de Collins coloca episodios musicales en donde el foco ya no es la narración oral, sino la transgresión a través del baile, de la danza y del trance. Parecieran divagaciones con preocupaciones estéticas en una urgencia política, ¿pero cómo no buscarlas si una de las manifestaciones más importantes de la resistencia, de la libertad y del empoderamiento es a través de los códigos estéticos? Las celebraciones de Bring Down The Walls son una postura política que asume la creatividad como colmillos rabiosos en la noche.

Las prisiones son sólo uno de los síntomas de todo un sistema que reproduce las exclusiones, la pobreza, el crimen y la violencia. Pensar más allá de lo punitivo y apuntar hacia el equilibrio, a la reivindicación de las faltas, a la escucha y al reconocimiento de los cuerpos, es una apuesta que no derribará un sistema que ha buscado reinventarse para perpetuarse, pero sí generará vínculos afectivos, relaciones responsables y una construcción de colectividades con tanta fuerza política, que se puedan traducir en celebraciones de cuerpos atravesadas por un género que proviene de las periferias; un blues que nos muestra su raíz en resistencia.

Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@mariodelacerna)

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