¡Chingue a su madre el que no cante! 10 documentales sobre rock mexicano

Reza el ya cansado adagio popular que “nadie es profeta en su propia tierra”. Los roqueros mexicanos saben mucho de eso, o al menos una gran mayoría. Pocas, pero poquísimas, son las excepciones en las que un grupo o artista roquero de talla nacional triunfa en México.

Ahora bien, si hablamos de los documentales del género, seguro la realidad será más cruenta y extrema aún; fuera de un par de directores de cine dedicados a los rockumentaries mexicanos, el espectro es casi irreconocible y hasta desconocido. Pese al robustecimiento de una escena y al abaratamiento de recursos para filmar, los documentales musicales nacionales no son populares ni en su propia tierra siquiera.

El drama del rock mexicano se percibe cuando se llevan sus historias a la pantalla, sea ésta chica o grande, a nivel del cine o de televisión: malinchismo, marginación, falta de recursos, precariedad discursiva y una constante lucha por sobresalir, en una escena que parece que de tanto en tanto se canibaliza, que no goza de la fama y el reconocimiento que se requiere para generar una escena sólida y autosuficiente. Las adversidades no son pocas y se suman a las de cualquier producción artística mundial: lucha de egos, esfuerzos sobrehumanos para generar una identidad, el cambio de rumbo, etc. Quizás los positivo de todo esto sea ver, en plano general, que forjar una carrera dentro del rock mexicano que sea digna de filmarse a través del lenguaje cinematográfico, no es, ni de lejos, cosa sencilla.

Así, resta decir que la selección misma de esta lista fue por demás difícil, hay producciones que valen la pena, pero que de alguna manera se han ido rezagando por su parcialidad, su dispersión o su falta de contundencia como documental, propiamente dicho, lo cual las ha hecho débiles a los embates del tiempo.

Sin embargo, se mueve. El rocanrol mexicano existe, es de nosotros y lo queremos como es, hay producciones y artistas que demuestran su maestría desde la pobre palestra en la cual siempre estuvieron relegados o desde el encumbramiento, tiene su color y una voz que la distingue del resto del mundo.

Para fortuna o desgracia, no todos son Café Tacuba o un Molotov para generar una producción holgada de alto calibre visual con todas las de la ley. Muchos queremos ver en las películas de rock mexicano un encanto sin igual, una especie de poesía en la basura, una voz genuina y poderosa desde la carencia misma. Dependen los ángulos, depende a quién le preguntes. Lo cierto es que ahí están y hablan por sí solas.

Para quien esto escribe, y amén del ‘mes del rock’ (por favor, ya no digan rocktubre), también hay rockumentales mexicanos que vale la pena revisar, pese a nuestro malinchismo, pese a nuestra parcialidad y limitación como público crítico. Habría que verlos de vez en vez para darle al rock mexicano y a sus documentaciones fílmicas el lugar que se merecen. Pónganle Play nomás.

10.- Botellita de Jerez. ¡Naco es chido!, Dir. Sergio Arau. (2009)

La calidad de Botellita de Jerez como grupo de rock siempre fue cuestionada, al igual que la de Arau como director de cine. ¡Naco es chido! es un gran documental por varias razones: el pretexto del reencuentro para contar, a través de una divertida ficción/documental, la historia de uno de los pocos grupos que pueden llevar el estandarte de “rock mexicano” desde sus raíces mismas, con un parangón puntual del género: triunfo precario, censura, dramatismo y tranzas financieras, de pena ajena, llena de humor ácido, escatológico y corrosivo. Kitch socarrón con guacamole, guitarra, bajo y batería, tal y como el sonido “botello” es.

Los intentos de Arau por pasteurizar la imagen y montar una ficción que en ocasiones parecen sketches podridos de Derbez, son contrarrestados por el ánimo ‘chingaquedito’, ingenioso y desmadrosón en plan natural de Armando Vega Gil y Francisco Barrios “El Mastuerzo”. El tono de falso documental logra momentos para orinarse de la risa, cosa que a Spinal Tap se le dio de forma involuntaria, y de tanto en tanto logra aportes puntuales por parte de personajes del universo roquero nacional, como Rubén Albarrán de Café Tacuba, Óscar Sarquiz, Gerardo Enciso y hasta el ya fallecido Carlos Monsiváis.

9.- Size: Nadie puede vivir con un monstruo, Dir. Mario Mendoza. (2011)

Conocí a Illy Bleeding, vocalista del grupo punk ochentero Size, a principios de 2006. En esa ocasión, Bleeding iba acompañado de Mario, director de este documental que se debate entre la casi nula distribución y gran peso histórico. El excéntrico personaje que parecía adolecente tardío sin ritalín me contó que estaban haciendo una película sobre él, que él fue el pionero del punk en México y no el Aknez de Atoxxxico. Ante mi ignorancia y pedantería, tildé de loco a Illy, de quien me impresionó su velocidad mental, su conocimiento sobre música y su espíritu vivaz y elocuente para consigo mismo.

A través de investigaciones, fui a dar con declaraciones de todo el mundo: Mijangos de Noiselab, el Dr. Fanatik, Saúl Hernández, el curador Guillermo Santamarina. Toda la base importante de la primera camada post setentera del rock en México reconocía en Illy a un personaje emblemático dentro de la historia del incipiente rock mexicano de la época.

Nadie puede vivir con un mounstruo es un documental bien armado, lineal y básico, precario y limitado, sí, pero importante y excitante, vivaz y elocuente, con un nutrido y notable material de archivo y entrevistas que Mendoza supo armar previo al fallecimiento del cantante y pintor, en 2010.

Walter Schmidt, Carlos Robledo y Dean Stylette, compañeros de grupo de Bleeding y fundadores de Size, cuentan a través de anécdotas y reflexiones sin demasiada crema, los embates de haber sido pioneros del punk, de tocar en un México casi desierto de rock, sin asimilación del new wave, con un nacionalismo a ultranza que pesaba sobre las letras en inglés y los sonidos ‘copiados’ del grupo.

El documental resulta no sólo en una historia de un grupo pionero y de culto, también nos devela un poco la historia de esa época, piedra de choque para lo que veríamos después, la relación extraña de Televisa con el rock, las mafias culturales, los chavitos que se acercaron a las tiendas de discos como quien se da cita hoy en el Chopo. Un documento histórico como pocos.

8.- Just Like Heaven. La historia de Super Sound. Dir. Pilar Ortega. (2012)

Sería una injusticia decir que Just Like Heaven es un documental malo. Sin embargo, el que un documental se haga con entusiasmo, más allá de la evidente falta de recursos y noción cinematográfica no exime hacer un documento narrativo tan plano y parco.

Digamos que la historia de una de las tiendas de disco más emblemáticas de la Ciudad de México en los 80 es un buen documental a pesar de sí mismo. Pilar Ortega cuenta cómo Super Sound fue importante para muchos actores de la escena roquera nacional. Más que una tienda de discos era un centro de reunión, un lugar en común para todos los roqueros que vivían una época social específica en la que ser adepto a los sonidos extraños era mal visto, contestatario hasta cierto punto, a pesar de estar ubicada en una de las zonas más acaudaladas de la ciudad.

Los mismos Size, Caifanes, Rulo, Guillermo Santamarina, Molotov, Los Esquizitos, y muchos de los que hoy son estandartes del rock mexicano le deben algo a Super Sound. Como documento histórico, Just Like Heaven es loable por su contenido y afán documentativo, por estar plagado de pasión por aquello a lo que se ama: la música. No obstante, pese a su corta duración, el documental no logra liberarse de la precariedad de sus formas: mala edición, entrevistas largas y en encuadres repetitivos, etc. Sin embargo, Just Like Heaven es una película que se tiene que ver para saber de qué iba esa época, de alguna manera está muy emparentado con el de Size y sirve para comprender mucho de lo que hoy nos parece una industria muy bien posicionada pese a su evidente crisis.

7.- No tuvo tiempo, la hurbanistoria de Rockdrigo. Dir. Rafael Montero García. (2003)

Es deporte regular entre los roqueros mexicanos, especular en torno a lo qué hubiera hecho Rodrigo Gonzalez, el padre del rock rupestre, con su música: unos dicen que hubiera sido nuestro Bob Dylan, otros dicen que se hubiera perdido en el subterráneo rock urbano. Sin embargo, No tuvo tiempo… es un documental que deja cuenta de la agudeza y sonido tan genuino de un cantautor como lo fue Rodrigo Gonzalez, muerto prematuramente en el terremoto de 1985.

El negrito en el arroz del documental, para quien esto escribe, es el cremosísimo y excesivamente adornado guión literario que lo acompaña, en voz de una pasteurizada Fernanda Solórzano, quien mantiene el tono de programa cotorrón del Canal 22, quien es responsable de la producción, en mancuerna con el sello de las grabaciones de Rockdrigo (Pentagrama) y Producciones Volcán. Un documental en donde la escasez de recursos es contrarrestada con un tino respetable en su narrativa, pasajes musicales, investigación y edición.

6.- Alicia en el Subterráneo. Dir. Alejandro Ramírez Corona. (2004)

El lugar emblemático de rock en el DF por antonomasia. La historia no sólo del local más legendario en el underground roquero chilango, sino de sus actores, sus ideologías y su relevancia histórica. Un documental autogestionado, bien equilibrado y entretenido también.

Músicos experimentales, blueseros, surferor, garageros, metaleros, progres, punks, skatos, hip hoperos o reagges, la historia del Multiforo Alicia es también un manifiesto político, que siempre resulta necesario y actual. Los jóvenes mexicanos en su propia voz, sin una marca o televisora de por medio. El rock en México siempre tendrá un lugar mientras existan lugares como el Alicia, o como documentales como éste, que lo registren con suma honestidad.

5.- Yo no era rebelde, Rock mexicano 1957-1971, La célula que se explota, Rock mexicano 1971-1999. Dir. Rafael Montero. Editorial Clío. (1999).

Pese a quien le pese, y amén de tener toda la esterilización y parcialidad de las producciones de Televisa, Editorial Clío, comandada por el a veces sospechoso Enrique Krauze, se aventó en 1999, los documentales más completos que se hayan grabado a la fecha sobre el rock mexicano. Desde los años de Los Locos del Ritmo, Enrique Guzmán y los chalequitos guapos, hasta llegar a los grupos de Culebra, el rock urbano, la llegada de Molotov y las nuevas tendencias, estos dos documentales abarcan a grandes rasgos a los protagonistas más emblemáticos y famosos del tema. Digamos que es uno de esos documentales que sirven de punto de partida y nada más.

Clío tiene la particularidad de tocar la superficie, de ser didáctico y muy mainstream en sus formas. Un ‘mal necesario’ dirían algunos. Canal 22 intentó hacer algo con más orgullo llamado Los jefes del rock mexicano (2012), pero que se perdería en la ficción forzada protagonizada por Armando Vega Gil. Acá hay presupuesto, ideas claras, medios, editores trabajando en una producción ‘oficial’ sobre el tema. Es un documental de generalidades, lugares comunes y mitos exacerbados, sin embargo, su lugar es ineludible.

4.- Un toque de Roc. Dir. Sergio García. (1988)

En este punto pudo haber ido cualquier cinta del amo del Super 8 y figura emblemática de la documentación del rock mexicano, Sergio García (1945-2010), amado y odiado al igual que su hermano más pequeño, Hugo García Michel, director de La Mosca. García se dedicó a documentar el rock mexicano, casi hasta el final de sus días, en los que seguía fiel al super 8 como y su mugroso encanto como medio principal de su trabajo.

En Un toque de roc –así, sin ‘k’–, Sergio García intercala una ficción cotorrona y más bien sosa, de una morra que anda en patines, con números musicales de artistas de la época, como Botellita de Jerez, Alex Lora, Nina Galindo o la gran Cecilia Toussaint. Un toque de roc muestra a la escena local tal como era en aquel entonces, quizás una de las más ilustrativas, en un tono relajado y con toda la onda del mundo.

Un toque de roc no tiene muchos pies ni cabeza, no es ficción ni tampoco documental, sin embargo sí tiene un eje, hay una historia aparente que gira en torno del rock mexicano, del rock sin fresas dijera otro documental de su autoría. Hay pocos cineastas que le han prestado tanta atención, paciencia y pasión al rock mexicano como Sergio García. ¿Recuerdan el programa Flores de Asfalto? ¿El video a la rock urbano de Jessy Bulbo? ¿El Haragán, las Ultras, Banda Bostik? Sergio García está al lado de todos ellos, en un lugar que merece ser revalorado.

3.- Los Esquizitos. Surf o Tronar. Dir. Marie Benito. (2009).

El documental que uno esperaría de una banda tan querida como Los Esquizitos: corto, honesto, sencillo y divertido. Sus personajes hablando contando su agridulce historia, un disco en el congelador y un reencuentro de amigos que se juntan por la amistad. El rock garage-punk-surf, siempre ha sido un pretexto.

Nacho, Alex, Brisa y Güili son personajes entrañables para el rock mexicano, al igual que Mónica y Carlos Icaza, integrantes de la segunda etapa del grupo. Surf o Tronar carece de los elementos de una historia más nutrida y diversa, como en realidad fue. Sin embargo, Benito hace un trabajo contundente, sintético sí, pero con una honestidad y claridad tal que lo hacen otro indispensable.

2.- Tijuana, sonidos del Nortec. Dir. Alberto Cortés. (2012)

Canal Once, Fandango Films y Bataclán Cine se avientan una producción que desde hace varios años se presumía como necesaria. Tijuana, sonidos del Nortec es un trabajo de investigación musical que toca el punto crucial de una de las expresiones más importante de la escena musical mexicana: la escena Nortec, que mezcla los sonidos norteños con la electrónica bailable y abstracta.

Una película que habla de una ciudad, que nos cuenta la historia de Pepe Mogt, Fussible, Ramón Amezcua, Jorge Verdín y Luis Elorza, entre muchos otros. Su exposición mundial y relevancia histórica es ineludible, por ello se agradece que este documental no esté innecesariamente adornado en sí mismo y nos hable de la relevancia de una ciudad como Tijuana sobre una de las expresiones sonoras más notables y con mayor proyección mundial de los últimos diez años.

1.- Alex Lora. Esclavo del Rocanrol. Dir. Luis Kelly. (2003).

Muchos sabíamos que esto pasaría tarde o temprano, sólo que falló el presagio que se presumía obvio: Sergio García, documentalista de buena parte de la historia de Lora, no filmó esta película. En su lugar salió este filme que fue odiado por propios y extraños, pero que de alguna manera se vuelve importante por el personaje, quien comanda aún a la banda más exitosa de la generación Avándaro, primero con los pandilleros Three Soul in my Mind y luego con El Tri.

La figura de Lora es hoy una caricatura de sí misma, los chistes a mamá y su grabadora, su domadora la Chela Lora y los escándalos de su hija siguen dándole de comer a quien fuera la figura más importante del rock mexicano. Sin embargo, Alejandro Lora tiene un lugar importante y crucial dentro del género, la película está bien armada y da cuenta del contexto sociopolítico del que forma parte, al igual que muestra a un cantante que su virtud actual parece ser sólo el aferre.

¿Saberse retirar a tiempo? ¿Los agridulces de la fama? ¿La pena ajena de lo que en realidad nos representa? Esclavo del rocanrol funciona a varios niveles, lo importante es cómo se vea y cómo se sepa integrar a la misma tradición musical de la que, nos guste o no, forman parte Hello Seahorse, Zoé, Caifanes, Cabezas de Cera o cualquiera de los grupos que han hecho y siguen haciendo del rock mexicano una parte ineludible de la vida cultural del país.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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