‘Capitán Phillips’: La polémica tensión

La política muchas veces se difumina en el medio del entretenimiento, particularmente en filmes que buscan distraer el discurso para privilegiar la tensión y la delirante ansiedad que nace del más elemental suspenso, el cual siempre resulta maniqueo en su representación: el peligro siempre tiene una connotación negativa. En el auge que han tenido filmes que se regodean en la tensión generada entre el mundo occidental y el medio oriente como Argo y Zero Dark Thirty el año pasado, este año Capitán Phillips (Capitain Phillips, 2013) parte de un suspenso procedimental, vigoroso e inevitablemente polémico.

Paul Greengrass, director británico responsable de otros thrillers cerebrales que obedecen a los principios de la logística como la trilogía Bourne o el filme sobre el 9/11 United 93 (2006) continúa demostrando una pericia técnica envidiable en Captain Phillips, basada en el caso verídico del capitán de un buque de carga que es secuestrado por piratas somalíes. En este caso el capi es interpretado por un señor que se llama Tom Hanks y que aparentemente es conocido por interpretar a un vaquero de juguete y al deficiente mental más famoso de la historia, ahora encarna al capitán más valiente después del Capi Alborez y el Capitán Guarniz.

El filme siempre trata de ser cuidadoso con el espinoso tema de la representación de los hechos, por lo que Greengrass opta por elegir un estilo verité de mareo y vértigo perpetuo que se vuelve elegante, orgánico y de profunda inmersión en la lente del experimentado cinefotógrafo Barry Ackroyd (The Hurt Locker) y el palpitante y quirúrgico trabajo de edición de Christopher Rouse, sin embargo, aunque la representación de los hechos intenta codificarse a sí misma como “neutral”, su discurso se decanta por guiños tendenciosos que privilegian jactanciosamente el poderío logístico de las instituciones gubernamentales norteamericanas frente a la austera, pero sólida, organización de la red de piratería somalí, así como las historias personales que nutren la burocrática tensión entre ambos bandos.

En el núcleo de la cinta, el dramatismo nace naturalmente de la batalla de la refinada técnica actoral de un auténtico veterano como Tom Hanks y de la instintiva y voraz honestidad de un debutante como Barkhad Abdi. Tanto Hanks como Abdi presentan personajes tridimensionales bordados con maestría y que evitan caer en los arquetipos que la condición de la historia parece imponerles. Hanks encuentra una devastadora vulnerabilidad cerca del final dentro de la impenetrable fortaleza que era la seguridad y sagacidad del capitán, mientras que por su parte, Abdi encuentra en su acomplejado pirata, una volátil mezcla de empatía e intimidad.

Captain Phillips es un filme de trepidante velocidad, cuidado dinamismo y radiante crudeza que no puede evitar, por momentos, caer en las mismas trampas tendidas por su fuente, particularmente en el área de la representación, apenas dibujando motivaciones y cimentando una clara línea política, que difícilmente podría considerarse objetiva o justa. Como crestomatía, el filme es una opulentamente viril magnificación de la maquinaria de seguridad norteamericana encerrada en la historia de un secuestro, como ficción, Captain Phillips es suspenso en crudo de envolventes atmósferas y nerviosa óptica. Una excitante manipulación.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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