‘La cámara del terror’: Aguas con la tiesa

camara2Boris Karloff siempre será recordado por su inolvidable interpretación de la espantosa creación del Dr Frankenstein, en la versión de 1931, y del malvado sacerdote Imhotep en The Mummy (1932). Cuando los años 60 expiraban, el actor era un hombre de edad que no pensaba en el retiro. Usaba su fama para actuar en la película de bajo presupuesto que se le cruzara.

Fue en esos años que un grupo de inversionistas se acercó con una idea: producir 4 filmes con Karloff a la cabeza del reparto que serían rodados en Estados Unidos y México para abaratar costos. Jack Hill, alumno graduado con honores de la escuela de cine de Roger Corman, se encargaría de las escenas en territorio del Tío Sam y Juan Ibáñez –el de Los Caifanes (1967)– haría lo propio en nuestro país.

La popularidad de Karloff y el bajo presupuesto de las cintas, permitirían exhibirlas en todo el mundo para recuperar la inversión. Así nacieron y se filmaron Serenata Macabra (House of Evil, 1968), La cámara del terror (Fear Chamber, 1968), La muerte viviente (Isle of the Snake People, 1971) e Invasión Siniestra (Alien Terror, 1971).

En La cámara del terror, el legendario actor interpreta al Dr. Karl Mantell, un científico dedicado a comprobar la existencia de vida en el centro del planeta Tierra. Sus colegas se han burlado de sus teorías durante años. Sin embargo, en un viaje que su hija Corinne (Julissa) y su ayudante Mark (el inmortal Carlos East) hacen a una profunda gruta, descubren un ser con forma de roca que se comunica utilizando diversas frecuencias de radio.

Ya en el laboratorio, los investigadores descubren que la extraña criatura necesita de la parasulona para sobrevivir. Sólo es posible destilar la sustancia de un ser humano aterrado hasta la médula. Con eso en mente, el doctor y sus secuaces crean La cámara del terror. Un lugar estéticamente similar a la Casona del terror de la Feria de Chapultepec –incluida en el Pasaporte SuperEcolín, claro–, donde llevan prostitutas/vagabundas/cabareteras para asustarlas y obtener el preciado compuesto.

Como es de esperarse en una película donde Carlos East tiene un papel primordial, las cosas comienzan a salir terriblemente mal. La piedra muestra inteligencia, apoderándose de las computadoras del laboratorio y la mente de algunos ayudantes. El mundo entero está en peligro y el Dr. Mantell es el único que puede salvarnos.

Por las fechas, imaginarán que intervención de Karloff es mínima –falleció el 2 de febrero del 69–. Convenientemente siempre está sentado o acostado, sin la impactante presencia de otros tiempos. Se estaba ganando la chuleta y se entiende.

Debido a lo anterior, la historia se recarga en los personajes secundarios –en especial, las féminas– y tramas que nunca se desarrollan –como el asesinato de meretrices en favor de la ciencia–. Un ejemplo sería la hija del científico, dueña de una férrea voluntad –casi nazi– de llevar a buen puerto la tarea de su padre, aunque al ser interpretada por Julissa, la sensatez y el amor de Carlos East terminan por encauzarla al camino del bien. O la insensible y cautivadora Helga (un jovencita llamada Isela Vega), la ayudante que decide continuar con los experimentos a pesar del conteo de cadáveres en franco aumento.

Sin embargo, el que termina por robar cuadro es el monstruo. Una creación digna del cine de Ed Wood o Roger Corman, enfocado con ímpetu con el afán de ocultar sus limitaciones. Una y otra vez vemos el mismo tentáculo retorcerse, la misma válvula echar vapor de hielo seco en extreme close up para crear risas, no tensión.

Lo ideal sería que los grandes se retiraran entre fanfarrias y ovaciones, pero, al igual que los boxeadores, se niegan a abandonar los cuadriláteros ignorando su derrota contra el tiempo. Boris Karloff se despidió de la actuación con un proyecto tan malo, que es bueno.

Nunca te vamos a olvidar, Boris.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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