34 Foro | ‘Ilo Ilo’: La naturalidad y el desequilibrio

En su primer largometraje, Anthony Chen no concreta su brillantez; la promete. Su cinta no es una consumación de su estilo o sus inmensas capacidades  porque mientras el principio supone un planteamiento dramático amplio, decidido a contemplar el Singapur de finales de los 90 con sus conflictos económicos y culturales, su desempleo y su abuso cuasicolonialista de los inmigrantes filipinos, sus obsesiones con la superación por encima de los demás Tigres Asiáticos y su reniego del inglés que hablan a diario, el final de la cinta vira hacia el silencio de la desesperación individual. A pesar de la presencia de los demás factores en el desenlace, Chen los hacina de manera apresurada tras concentrarse en la relación del pequeño Jialer (Jialer Koh) y su mucama, Terry (Angeli Bayani). Este vínculo es un intento de Chen por demostrar la identificación entre ambos como una exhortación por el entendimiento de lo ajeno como propio, cultural y humanamente.

Sin embargo, los ratos de bronca y conciliación carecen del poder simbólico que rodea el embotamiento de la madre de Jialer, Hwee Leng (Yann Yann Yeo), obsesionada por retener su edad con cremas y mascarillas, y por garantizarse un futuro mejor con el curso de superación personal que imparte, para su desilusión, un estafador. El padre, Teck (Tianwen Chen), por otro lado, es un cuerpo pero no un espíritu, pues su silencio no es un vacío de presencia, sino de carácter. Aunque el director lo utiliza para expresar las dificultades económicas de su país, su falta de desarrollo lo hace parecer irrelevante, de forma que no llegamos a conocer a un don nadie en continua pugna por separarse de su demandante trabajo y esposa. Teck es simplemente nadie. El violento Jialer, incapaz de autocontención alguna, deriva de manera brillante de esta dolorosa pareja, pues su rebelión es la del propio Chen en su intento por captar su entorno social. En Jialer encontramos la mayor concentración del filme, pues su carácter simbólico es el de la esperanza y el alzamiento suprimido, como lo expresa la escena en que, tras golpear a un compañero, es azotado frente a toda la escuela. La directora da un discurso institucional y nacionalista para expresar la importancia de la obediencia, y con ello Chen completa su identificación con el niño. Desafortunadamente, estos instantes que hablan por la comunidad entera no son consistentes y prácticamente se derrumban mientras Terry y Jialer comienzan a establecer su relación de madre e hijo sustitutos.

Ambos suponen un abrazo de consuelo en medio de la soledad que para uno suponen los problemas de los padres y su enajenación con el mejoramiento, y para la otra, el abandono de un hijo en su natal Filipinas. Pero la reconciliación cultural es sólo una suposición. El tono documental con el que Chen aborda esta relación conmueve y revela mucho de las identidades de cada uno, pero les resta ese valor comunitario que auguran las primeras escenas del filme, donde conviven la crítica social y la crónica doméstica en una armonía arrebatadora. A la manera de Henrik Ibsen o Antón Chejov, Chen manifiesta al inicio de la cinta la unidad entre el individuo y su cultura como una integridad inevitable, pero el cambio en el tono resta énfasis en la estructura dialéctica y provoca la impresión de que la cinta se afloja. Chen intenta compensar esta falla con el retorno momentáneo y eventual a la crítica, pero nunca recupera la fluidez del inicio.

Sin embargo, llamar a Ilo Ilo (2013) un fracaso, sería una exageración. A final de cuentas, sólo el tono falla, pues la maestría con que Anthony Chen representa la realidad suscita una identificación con la cotidianidad, independiente de la distancia geográfica y cultural en detalles como la molestia de Hwee Leng por ver el inodoro salpicado de orina o la vergonzosa demostración de un producto que no funciona en medio de una negociación comercial. La película presenta estas situaciones tan comunes con una naturalidad y un ritmo que invocan la indescriptible velocidad de la vida. Chen no describe; muestra. El desequilibrio es insuficiente para desestimar el gran talento de este director y aunque es un obstáculo en la significación de su filme, no lo es, en cambio, para el brillo de su inteligencia y habilidad. Urge una siguiente cinta de Anthony Chen.

Por Alonso Díaz de la Vega (@diazdelavega1)

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