33 Foro | ‘Despertar el polvo’: Postales de una zona en guerra

No es sencillo abordar temas como la pobreza y/o el narcotráfico sin caer en sensacionalismos, tremendismos, amarillismos y muchos otros ismos. Salir sin manchas de ese pantano y retratarlo con equilibrio es un reto para todo cineasta que viva cerca de esos fenómenos y se interese por plasmarlos en celuloide. Es el turno de que Hari Sama tome el bat.

El Chano (Donaciano Hernández) vive en la indigencia. Día tras día vaga por Iztacalco en busca de cartón o un poco de plástico que pueda intercambiar por centavos, para así conseguir un poco de comida y su alipus, nunca falla. Podríamos decir que nuestro Chano es un nihilista, en verdad no le importa nada ni nadie. Vive aislado del mundo, como esa pequeña construcción que levanta con palitos, la cual vemos cenitalmente en la primera toma de la cinta. Es el arranque de Despertar el polvo (2013), tercera cinta del director Hari Sama.

Por un lapso de 30 a 40 minutos, de 78 totales, Sama y su camarógrafo, José Casillas, siguen al Chano en su diario andar en un extenso plano secuencia. Como lo explica Maximiliano Cruz en el catálogo del FICUNAM 2013: “Interesado en el plano secuencia como marco documental, en la austeridad musical y en el rigor sonoro como énfasis dramático, Sama se vale de un acercamiento entomológico a una de tantas ciudades fantasma que habitamos.”

Sama busca acercarnos a ese universo que existe pero elegimos ignorar, esas manchas urbanas donde rige la ley del más fuerte. Alejados del lado cosmopolita de la metrópoli, los habitantes de estos lugares llevan una vida cruda, rodeada de una inevitable estela de violencia, corrupción y drogadicción.

Al igual que es inevitable que las olas rompan en la playa, así Chano no puede evitar sumergirse en el mundo criminal. Del cual formó parte y lo dejó al optar por la indigencia. Le informan que su ahijado fue capturado por la policía y le imputan cargos por crímenes que no cometió, su única esperanza es reunir 40 mil pesos para pagar sobornos y así sacarlo de prisión.

De esta forma, Sama suma a su acercamiento casi documental del primer acto el esquema –muy básico– de un western. Chano se convertirá en el antihéroe con el gatillo más rápido de la comarca, que se verá en la necesidad de torcer las reglas con tal de hacer justicia, además de viajar al pueblo vecino (Iztapalapa) en busca de aquello que le fue robado (su ahijado).

En su tercer largometraje, el director demuestra la intención trascender más allá de los esquemas que abundan en el cine nacional, aunque no siempre lo logre satisfactoriamente. Su trabajo anterior, El sueño de Lú (2011), era una mirada personal al proceso de duelo de una madre que pierde a su hijo, sobresalió gracias a que aborda de manera sensible –sin caer en azotes melodramáticos– su tema central.

Despertar el polvo es un dechado de buenas intenciones, pero no logra trascender el retrato de miseria urbana común en la cinematografía nacional. Algunos han querido comparar la cinta con dos grandes opus de la violencia gangsteril de la década pasada: Ciudad de dios (Cidade de Deus, 2002) de Fernando Meirelles y Gomorra (2008) de Matteo Garrone.

A pesar de que la comparación podría ser acertada en el sentido de capturar esa violencia que todo lo atrapa y envuelve –además de que Despertar el polvo comparte cierta similitud estilística con el trabajo de Garrone–, equiparar las tres podría ser injusto para el largometraje de Sama que juega en una cancha menos ambiciosa.

Después de todo, tanto Meirelles como Garrone tratan de explicar el estado mafioso que inunda sus respectivas ciudades (Río de Janeiro, Nápoles) entrelazando el día a día y el destino de varios personajes.

Hari Sama centra su esfuerzo en aprehender la descarnada y natural actuación de Chano y del barrio de Iztacalco, que es un personaje en sí mismo. Sama cuenta que los lugareños se involucraron en la filmación al grado de exigir que todo lo que sucede a cuadro fuera fiel a su acontecer diario. Por ejemplo, los cabecillas que controlan el negocio de los estupefacientes en pantalla desempeñan el mismo papel en la vida real. De ahí que el acto místico/religioso con el que cierra la cinta rompa con el acercamiento documental construido a lo largo de toda la trama.

Despertar el polvo es una postal que captura esas áreas grises en que todos los involucrados en el narcotráfico (sociedad, criminales, gobierno) se mueven. En este relato no hay buenos ni malos, sólo seres humanos. Nada más.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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