‘Los Indestructibles 2’: El asilo bélico

Nostalgia Colectiva.

La masculinidad se encuentra definida por una amplia gama de factores culturales y sociales. A lo largo de la historia de los medios ha existido una constante variación de los modelos y los paradigmas de masculinidad existentes en cada uno de los medios, lo que ayer era signo inequívoco de virilidad hoy en día puede ser objeto de una escarniosa burla. La imagen de virilidad no puede estar mejor representada de manera increíblemente superficial por Stallone y su séquito de caducas pero gloriosas figuras de acción, cada una envuelta en un bélico paquete de valor kitsch prácticamente incalculable. Los Indestructibles 2 plantea temas como la lealtad masculina, el bromance y la venganza filial en un marco de pólvora, artillería, anabólicos y malteadas de proteína. El equivalente a una balacera en una tienda Nutrisa.

La implacable lluvia: Inocua Violencia.

¿La historia? Irrelevante ¿La acción? Genérica ¿El guión? Redundante y con poco ingenio ¿El resultado? Una hora y cuarenta de testosterona pura y momentos que sólo se pueden definir con un parco y simple: Fuck Yeah. Es por todos sabidos qué es lo que se va a presenciar en un espectáculo como éste, en el que los malos chistes abundan al por mayor, algunas estrellas de antaño demuestran por qué ya no están vigentes y el porqué, aún a pesar de los años y cantidad de propaganda antibélica, no hemos dejado a alabar y ensalzar la fortaleza física del hombre a través de la extensión fálica que representa la pistola.

Las armas y la sangre son las verdaderas protagonistas, mucho más carismáticas que la ranciedad que destila Dolph Lundgren, mucho más vitales para la trama que un desperdiciado Jet Li y mucho más profundas que las pretendidas reflexiones de misal de Stallone. Que no exista duda, la venganza siempre justifica la violencia, el mundo ya no se rige con la pomposa diplomacia de la ONU, los cuerpos de paz son cadavéricos, estamos ante la explotación de la violencia por la violencia misma y disfrutamos viéndolo de tal manera que resulta aterrador, como echar una cascarita con una cabeza decapitada en lugar de un balón.

“Ei, conozco ese asilo…está chido”

Uno de los aspectos que redime las profundas deficiencias de la estructura de Los Indestructibles es su generosa cantidad de star power en la presencia de auténticas leyendas del infravalorado cine de acción, contando en sus filas con genuinas leyendas de la carnicería humana como Chuck Norris, Bruce Willis, Jean Claude Van Damme y Arnold Schwarzenegger. Simon West, director de la cinta, reconoce el altísimo valor de estos íconos culturales modernos y juega con sus propios mitos, sea Chuck Norris haciendo un chiste de Chuck Norris o Bruce Willis y Arnie intercambiando frases célebres y haciendo la frase ajena propia. Escuchar a Arnold decir “Yippe-kay-ey” o a Willis adueñarse del famosísimo “I´ll be back” logró explosiones de euforia por parte del, en su mayoría, masculino auditorio, que parecía una manada de micos en brama.

“Quien diría que abrir tanto las piernas te jodió tanto la cara”

La venganza es central en el desarrollo de la cinta, una que es personal y sumamente dolorosa, la pérdida de una figura filial. Stallone, en recientes fechas, vio superada su ficción por una realidad aún mas violenta al afrontar el suicidio de uno de sus hijos. De aquí que la película tomara un sentido especial para Stallone, quien busca retribuir el asesinato de un hijo súper putativo (Liam Hemsworth) a manos de Van Damme, humanizando al carcomido muro de testosterona, mostrando a un padre dolido y un ser humano vulnerable que a punta de madrazos busca recuperar algo que es irrecuperable: la vida misma.

Apreciar Los Indestructibles 2 es como vivir un episodio ochentero, en el que el cine de acción estaba dictado por héroes sin grandes dilemas morales o existenciales, donde la violencia es el único parámetro, en el que el remate no es un disparo a la sien, pero algo aun más letal: un chiste de Dolph Lundgren. Buscando reanimar a sus ya muy apagadas lumbreras a través de la reanimación de los espíritus de la Guerra Fría, elevando con cada cinta el número de muertos, buscando nuevos modos de impresionar a una audiencia ya cautiva, buscando constantemente la gloriosa eternidad, sólo para encontrar la brevedad de la euforia, un cráneo a la vez.

-…Y ya así al final matamos como a mil prostitutas coreanas.
-Va, me late.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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