‘Dulces sueños mamá’: El terror diferente

Parece que el terror en cine sólo es válido cuando no es terror por sí mismo, es decir, cuando son otros los elementos que lo construyen y sólo es superfluo el género que lo caracteriza. El terror es el romanticismo fantástico de monstruos, fantasmas y aparecidos, lo irreal y sobrenatural; es el miedo más antiguo y poderoso, el temor a lo desconocido. Es el horror moderno a lo paranormal, como nos lo enseñara la postguerra, sus actos atroces y Psycho,  la obra maestra de Hitchcock. Es, pues, una exageración. No es gratuito el dramático alto contraste del cine en blanco y negro, los sobrados performances de sus intérpretes, y las excedidas caracterizaciones monstruosas que han colmado la pantalla desde que se comenzó a filmar el género. El terror necesita de estos adornos, pues desde El castillo de Otranto de Horace Walpole, fue concebido de esa manera. Pero en el cine este exceso dota a las historias de una irrealidad pueril, o eso señala la academia; como si toda la fantasía fuera dirigida al público infantil, y como si el concebir un imaginario de tal calidad fuera una idea poco seria. Tenemos que la concepción del cine “formal” está alejada de lo romántico y basada en el realismo, en lo estético no grotesco, y en el canon prestablecido de lo bello.

Las películas de terror que han logrado ser avaladas como películas “serias” tienen poco del horror per se, pues en la estructura de su trama hay la explicación lógica y real a lo que se le teme, o por el contrario, una explosión onírica que se explica por medio de lo netamente metafórico. Lo terrorífico es entonces un acto psicológico o uno simbólico, muy pocas veces uno mágico o nacido del terror mismo, como lo serían las criaturas lovecrafnianas o los monstruos clásicos.

Aquí es donde entra la cinta Buenas noches mamá (Ich seh, ich seh, Severin Fiala, Veronika Franz, Austria-2014). Cinta de terror, sencilla y contundente, pero que ha logrado brillar más allá de lo común por el uso de una estética contemplativa y la construcción de una trama canónica. Ich seh, ich seh tiene una sólida edificación de personajes, y esto es importante, pues sobre estos gira toda la intención de la trama. Visualmente tienen características sencillas, pero a la vez, perturbadoras; está en ellos la esencia de lo paranormal, lo que está inserto en lo común, pero a la vez es diferente de lo que ahí habita. La historia es sencilla y contundente. Dos pequeños hermanos esperan la recuperación de su madre, una celebridad que ha sido operada, y por el momento, tiene el rostro vendado. Pero la personalidad de la madre parece tergiversada después de la intervención quirúrgica, por lo que los infantes comienzan a sospechar si en realidad aquello que hay debajo de las vendas es el rostro de su progenitora. Las condiciones psicológicas de la situación comienzan a hacer mella en los miembros de esta familia, que cada vez se enfrentan a problemáticas más violentas y tenebrosas.

Casi todo en la película es original: la puesta en escena, la manera en que concibe su aspecto visual y hasta la idea temática misma. El suspenso es el aire puro de la historia. Se logran momentos realmente asfixiantes que lo llevan a uno al filo del asiento. Y es ahí donde están los aciertos dramáticos de la cinta, pues aunque lo visual podría ser lo más logrado, esos momentos de verdadero thriller, le dan una redondez cinematográfica poco vista. Momentos de tensión fomentados por lo múltiples giros que tiene la trama; giros de 180 grados que llevan la empatía, y antipatía, del espectador de un punto a otro. La sorpresa es algo necesario en el terror, más que en el suspenso, y aquí las sorpresas funcionan, sin embargo, no dejan de ser algo poco innovador para la temática, es decir, es la sorpresa ya instaurada y estipulada por el género desde hace algún tiempo. ¿Pero que hay en el terror que no se haya dicho ya antes?

Y aquí es donde se abren los vericuetos, ¿el cine de terror debe innovar sobre el terror mismo, o debe hacerlo sobre otras tendencias? Y es así como Dulces sueños mamá da su respuesta. Pues la película es más un cine autoral que de franquicia; es muy difícil imaginar que se haga una saga de esta cinta como se hizo de Viernes 13 (aunque tampoco es imposible). Entonces podría estar aquí la clave para que el género entre a los círculos de elite, salas de arte y festivales no especializados, pero, ¿qué quedaría entonces de su esencia? ¿Qué quedaría de lo barroco y rocambolesco del horror puro, de sus criaturas míticas y explicaciones mágicas? Pues ésta cinta también tiene la respuesta: su presencia fantasmagórica, manipulante e inseparable. Los fantasmas habitan y habitaran por siempre el mundo de los vivos, el presente estará siempre ligado al pasado, a las raíces hermosas que  nos pueden hacer florecer o a las manos secas que nos hunden en el fango.

Ich seh, ich seh tiene una mezcla casi perfecta entre el terror clásico, y sus cánones, y el cine de una mayor estética, también dueño de unos muy establecidos cánones.  Es una pieza importante en la ilación que puede haber entre lo netamente estético y lo puramente horroroso, porque históricamente, se han encontrado, no sólo en el cine, piezas artísticas que contienen el repelente, y atrayente, imaginario de lo grotesco. Bienvenidos al  terror diferente, al cine de autor inclusivo y a una experiencia cinematográfica imperdible.

Por Ali López (@al_lee1)

    Related Posts

    Un día de “bromas” en el 8º Los Cabos
    Volvió por ti: tráiler de ‘Dulces sueños, mamá’