‘Sharknado’: Una insulsa tormenta pop

En el botadero la encuentras como: Sharknado

Pregunta por ella así: “Me dijeron que este kilo de ceviche de cazón incluía una película,” o “vi Vuelve a la vida y quiero algo que de verdad tenga tiburones.”

Valor Agregado: ¡Tara Reid! Si se enamoraron del encanto juvenil de Tara en la primera parte de American Pie y se preguntaron dónde estaría casi 15 años después, ésta es su respuesta. Y no, no está actuando según el estilo bressoniano… es el botox.

Los Ángeles es conocido por sus lindas playas, sus bronceadas estrellas de cine y sus problemas de pandillas. Por eso cuando parece que va a llover y el cielo se está nublando sus habitantes se lo toman con calma, la ciudad ha sobrevivido miles de tormentas y ésta les hará lo que el viento a Juárez. La puerca tuerce el rabo cuando los bañistas notan que la tormenta viene cargada de toda clase de tiburones. Sí, este huracán trae escualos en lugar de granizo –cachen ésa.

Hubo un momento en que las películas de culto se ganaban su estatus a través de los años. Sus directores no estaban intentando hacer la peor cinta posible, al contrario, pero sus fallas o aciertos eran revalorados con el tiempo hasta hacerse de un lugar en el corazón de los espectadores.

Hoy día, la cosa ha cambiado. The Asylum, productora detrás de Sharknado (2013), se ha hecho de fama gracias a sus fútiles intentos por generar culto instantaneo. No son los únicos, Robert Rodriguez intentó algo parecido con Machete (2010 y 2013), por ejemplo.

Uno de los argumentos más comunes para hablar positivamente de Sharknado es su bajo presupuesto. A veces al gastar tres dólares en la producción –incluyendo el dólar y medio que costó Tara Reid– los involucrados se creen eximidos de pasar un tiempo puliendo el guión o trabajando con los actores. Es más, podría apostar que los millones de usuarios de Twitter culpables de convertir la cinta en un efímero fenómeno pop no la vieron y se quedaron el trailer. O son fanáticos de Sabadazo, a saber.

La idea no era mala, incluso es tan ridícula que suena graciosa. Un huracán lleno de tiburones destruyendo Los Ángeles –¿Sharkrricane?– es una gran oportunidad para un poco de slapstick, humor gore a la Peter Jackson o un fársico homenaje a la prole del Tiburón (Jaws, 1975) spielbergiano. Sin embargo, el director Anthony C. Ferrante y el guionista Thunder Levin optan por enfocarse en ser lo más mal hechos posible. Cada secuencia es resuelta con una toma de una camioneta “bajo la lluvia” contra un fondo blanco, casi se puede adivinar la cantidad de extras necesarios para sacudir un vehículo con esa enjundia –respuesta: uno, dos si el agua fría le provoca reumas al primero.

El Botadero está lleno de joyas que se ajustan al viejo lema “es tan mala, que es buena.” Sharknado intenta con todas sus fuerzas ser así, cumplir con esa premisa. Pero sólo es un torpe fuck yeah!, El Botadero perdona muchas cosas, ser zopenco no es una de ellas.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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