Sanctorum y la muerte como inicio de reconocimiento

México es un gran santuario en donde muchas personas han enterrado a sus seres amados en cualquier lugar. Ha sufrido mucho por la violencia, desapariciones y atentados. Se habla de que no hay terrorismo, pero por supuesto que lo hay; el crimen organizado se ha apoderado de muchos espacios haciendo de nuestro país un gran santuario”, subrayó en entrevista el cineasta Joshua Gil.

Sanctorum (2019), su segundo largometraje, es un trabajo que explora en una ficción la situación del campo en México, la violencia creada a partir del narcotráfico y la respuesta por parte del ejército. El tono, sin embargo, es lo que la hace distinguirse de trabajos que versan sobre la misma temática en el cine de las últimas dos décadas (Miss bala, Gerardo Naranjo, 2011; El infierno, Luis Estrada, 2010; La misma luna, Patricia Riggen 2007).

Tuvimos oportunidad de conversar con Joshua Gil, y nos compartió que: “Sanctorum nace de la necesidad de hablar de la condición real del campo mexicano. Fue un trabajo de investigación que nace hace muchos años a partir de mi formación humanista: me sentí atraído por el tema del campo, de los pueblos originarios, yo mismo viví en una comunidad, –yo soy de Puebla– en donde estudiaba náhuatl y al mismo tiempo enseñaba matemáticas en un intercambio con la comunidad”.

Por momentos, la urgencia de agitar el presente para que más personas se unan a una colectividad que resista, empuja a los creadores a ser dogmáticos y panfletarios. Su obra se vuelve una praxis casi evangelizadora en la que nos gritan lo que es correcto y lo que no; sin embargo, la postura y el suelo ético pueden también estar vinculados con una propuesta estética, rigurosa y potente: (How Green Was My Valley, John Ford, 1941; Cascabel, Raúl Araiza, 1977; La Jetée, Chris Marker, 1962).

El espectro que condensa el trabajo de Gil es uno que se mantiene al margen de la adoctrinación y, no obstante, su mirada es afilada, puntual, llena de rabia en los puños: “El tono en el que quería la historia era místico, el mismo de los pueblos originarios. Que pudiéramos platicar de esto con el espectador sin que se tornara dogmático, ni una película documental en la que te explicar los usos y costumbres. Sanctorum se apoya mucho en el lenguaje cinematográfico para lograr una película que hable de emociones y de situaciones que todos los mexicanos pueden llegar a conocer. La problemática es real, no se ha ido y en estos tiempos nos acompaña como una realidad que tenemos que asumir para evitarla, no para mal usarla, sino para combatirla a favor de la igualdad y la inclusión”.

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“Existe una renovación, existe una muerte pero no es la muerte material o corporal; lo que existe es un cambio: los personajes tienen a elevarse a un estadio más democrático, mucho más parejo y ese cambio también está con sus hermanos narcotraficantes y sus hermanos militares. Todos están pasando a otro plano al mismo tiempo y eso es lo que tratamos de hablar al final en la historia. Eso es lo que estamos buscando pero en este plano: tratar de hacer equidad social, justicia, tratar de pasar a un estadio mucho más llevadero como humanidad. Cuando decimos ‘el fin del mundo se acerca’ no es el fin del mundo al que nos tienen acostumbrados los gringos; es algo diferente, es terminar con algo que no nos llena, que no nos pone a todos en la misma situación, como iguales, para llegar a otro espacio mejor. Tampoco es una explosión nuclear que termine con el planeta; es más bien una explosión mental y espiritual, a donde tratamos de llegar en ese plano de elevación. Ahí es donde echamos mano de la ciencia ficción, del uso de efectos especiales en la película y de la cosmovisión tan bella que nos regala el pueblo mixel, el pueblo náhuatl, el pueblo maya”.

Para Joshua Gil la obra trasciende su propio universo cuando es colocada en el suelo común de lo cotidiano, ahí donde las imágenes ya hicieron su función y se vuelven transgresoras para crear nuevos universos, uno en donde la praxis es el fundamento: “No se trata de sólo ir a ver una película y que se quede ahí; también se trata de hablarla, de defenderla, de que si nos parece que su discurso nos parece profundo, no se quede sólo como una pieza artística o cinematográfica, sino que también te obligue a poner el tema en las mesas de discusión, en las mesas correcta, para que sigamos hablando de las criminalización en el campo mexicano, sigamos hablando de los derechos de la mujer, de las virtudes y cualidad de la legalización de la marihuana. Si no pasamos a la discusión profunda de estos temas, probablemente quede en la parte más efímera”.

Uno de los elementos que enriquece el fuego que habita en Sanctorum, es la participación de actores no profesionales. Joshua Gil no busca blanquear su mirada, sino hacerla verosímil. Su búsqueda es no alejarnos de las montañas, de la niebla, de los sembradíos de marihuana o de las ejecuciones a cielo abierto. Javier Bautista nos compartió que “en la actuación hay algo interesante,en el compadecimiento del otro: entender al otro sobre su situación porque realmente lo que ocurre en la película, en nuestra región no lo vivimos, no tenemos ese conflicto de la militarización, del narcotráfico, entonces cuando nos llega este tema, es entender esa situación que vive el otro. Pensaba en el sufrimiento de los compañeros de los 43, qué sentirían cuando se los llevaban para matar, pero no había la presión del director, éramos muy libres de generar nuestros propios sentimientos”.

Nereyda Pérez, por su parte, nos cuenta que para su papel “buscaba mostrar no sólo la situación, sino la preocupación, los gestos, la mirada. Asimilar lo que puede pasar en la vida real y todo el proceso que llevó, porque no sólo fue en el set, sino después al verlo en la cámara, me preguntaba si lo lograba transmitir, que ojalá se entendiera, porque afortunadamente eso no pasa en la comunidad, pero ahora que se va a estrenar en las salas de cine, seguramente los espectadores que van a ir tienen este tipo de problemas o conocen ese tipo de experiencias”.

El diseño sonoro tiene una función fundamental en Sanctorum: los ruidos de la sierra, de la naturaleza y de los dioses que habitan en ella, se desglosan a veces ominosos, a veces refrescantes y a veces desoladores. Para su construcción Joshua Gil nos explicó que: “Fue un trabajo muy profundo en la música con Galo Durán, en el que tuvo mucho que ver también Sergio Díaz con el diseño sonoro. Encontramos las atmósferas adecuadas para la melancolía, la tristeza, la alegría, el amor. Nos da mucha alegría que la gente pueda escuchar este trabajo en el cine porque sabemos sin duda que no hay comparación de ver una película en un dispositivo a verla en una sala de cine; no hay manera de que sea la misma experiencia”.

Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@mariodelacerna)

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