Reflexiones sobre el regreso de Jodorowsky

1.- Recuerdo lo mucho que me impactaron las películas de Alejandro Jodorowsky cuando tenía 15 años. Quizás él y Tarantino me provocaron a buscar más cine y empezar a consumirlo en cantidades industriales. Hay imágenes suyas imposibles de borrar: el nacimiento del Topo, la llegada a la guarida del alquimista en La montaña sagrada, todo Fando y Lis, la mujer tatuada en Santa Sangre, etcétera. Con el pasar de los años, el amor se fue diluyendo, aunque, ¡claro!, cierto nivel de cariño es indeleble.

2.- El anuncio de una nueva película de Jodorowsky me provocó sentimientos encontrados. Por una parte, uno de los cineastas más imaginativos, y hasta cierto punto transgresores de los sesenta y setenta, se volvía a poner tras la cámara un par de décadas después de abandonar el cine. En la otra riviera, esos 20 años han servido para convertir a Jodo en una especie de gurú de la autoayuda cool. También le dicen psicomagia.

3.- La danza de la realidad (2013), como se llama el nuevo trabajo del cineasta chileno, se presentó en Cannes y género críticas encontradas, como era de esperarse, después de su pase de prensa. Esa misma semana, en otra sección paralela del festival proyectaron el documental Jodorowsky’s Dune (2013), de Frank Pavich, sobre el fallido intento de Jodo por adaptar la clásica novela de Frank Herbert y el legado del infructuoso proyecto.

4.- Los tumultos no se hicieron esperar en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). El par de funciones programadas de La danza de la realidad lucieron abarrotadas, confirmando la popularidad del chileno. La cinta llega a la cartelera comercial el próximo 12 de junio. Tristemente, Jodorowsky’s Dune no ha tenido un estreno formal en nuestro país, aunque las funciones privadas son la especialidad del #TorrentFest.

5.- Adaptando su autobiografía, Jodorowsky retrata en La danza de la realidad su infancia en Tocopilla, una pequeña comunidad cercana al desierto en Chile, sus encontronazos con su autoritario padre (interpretado por su propio hijo Brontis, analiza eso, Freud), el amor de su madre (quien recita todos sus diálogos como si de una opereta se tratara) y en general los conflictos de crecer. Conservando su sana costumbre de estirar los límites, la cinta es un compendio de las habilidades y defectos que han acompañado la carrera del director, logrando imágenes poderosas y secuencias de gratuito surrealismo que rayan en la autoparodia por igual.

6.- Por su parte, el documental es una muestra de porqué la versión de Dune del chileno es uno de los proyectos nunca concretados más influyentes-comentados de la historia del cine. A pesar del fracaso, los involucrados –H. R. Giger, Chris Foss, Dan O’Bannon, entre otros– siguieron con sus carreras y dejaron huella. Alien: el octavo pasajero (Alien, 1979) sería radicalmente diferente, por ejemplo. Al mismo tiempo, la película captura a Jodorowsky en un punto creativo muy alto; posiblemente esa creatividad exhuberante y desbordada haya sido la culpable de que Dune no pasara del papel a la pantalla.

7.- Los conversos encontrarán fascinante la continuación de ideas en La danza de la realidad y los epítetos de obra maestra no faltarán; los no creyentes hallarán más argumentos para expresar su descontento. Es muy probable que la cinta se encuentre en un punto medio gracias a su honesta propuesta, además de contener cierta dulzura –a ratos, ¡claro!– ausente en su anterior cuerpo fílmico.

8.- Hay algo inspirador en ese negarse a aceptar otra visión que no sea la propia, como se plasma en Jodorowsky’s Dune. En la ambición de romper con lo establecido, aun cuando signifique fallar. Pensar que contratar a Orson Welles, darle un contrato oneroso y hacer lo mismo con Salvador Dalí, no significa ponerse el pie sino seguir con el camino trazado. Hacer cine como acto de fe.

9.- Alguna vez, Jodo dijo que él hacía cine con los huevos. Quizá sea cierto.

10.- Cuando la cinematografía contemporánea parece no poder salir de los compromisos –artísticos, festivaleros o comerciales, no hay diferencia– que generan un producto anodino tras otro, llega un hombre de 84 años y se sale con la suya. Atreverse no asegura el éxito, ¡claro!. Sin embargo, aun cuando el barco no llega a la costa, naufragar es un acto hermoso.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Publicado anteriormente en Red Forbes de Forbes México.

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