‘Navajazo’: Tijuana es el fin del mundo

Post-cine, documental híbrido, ficción realista, son algunos de los calificativos que ha recibido Navajazo, ópera prima del sociólogo tijuanense, Ricardo Silva, cuya propuesta documental ha sacudido a críticos y espectadores en diversos festivales en los que se ha presentado, cosechando ya varios premios. Nos encontramos ante un fenómeno cinematográfico único. Un panorama distópico real. Paisajes marginados en la frontera de Tijuana con Estados Unidos sirven como marco para contar una historia de personajes que sobreviven un fin del mundo imaginado y deben enfrentarse a condiciones hostiles para sobrevivir. Todo suena como una buena ficción, pero Navajazo (2014) no es sólo una ficción que busca revelar una verdad sobre la condición humana, sino que construye un discurso visual a través del retrato de personas reales: drogadictos, actores de videohomes de bajo presupuesto, un director de porno amateur, un coleccionista de juguetes que cree que su esposa es un fantasma, un músico que se hace llamar “El Muerto de Tijuana”, prostitutas, migrantes, pandilleros.

Todos ellos, personas de carne y hueso, existen en las condiciones en las que se nos presentan, pero sin duda alguna exageran en el gesto, modifican su pose cuando la cámara se posa frente a ellos y les indica —de vez en cuando— qué hacer, dónde pararse, de qué temas hablar o incluso llevando las cosas al límite y solicitando que dos hombres se “echen un tiro” o filmando un encuentro sexual entre una prostituta yonqui y un heroinómano. Silva lo llama etnoficción, retomando ideas del suizo Martin Lienhard: “Es la recreación literaria del discurso del otro, la fabricación de un discurso étnico artificial… El autor, en la etnoficción, se coloca la máscara del otro”.

Silva, con un estilo poético y visualmente impactante, que logra en dupla con su fotógrafo, Adrián Durazo, asume la capacidad de que el documental es capaz de mostrar la realidad, pero que sólo es posible hacerlo a través de la ficción. En ese sentido parece recuperar algunas ideas de Diane Arbus, quien estaba convencida de que la pose revela la verdadera naturaleza del retratado, en este caso de quienes brindan su testimonio de supervivencia frente a la cámara e intentan de forma artificial mostrar lo que son en su cotidianidad. No como un sujeto de investigación sino como un ser humano que se observa bajo el lente de una subjetividad definida.

Navajazo no es un filme duro o crudo, sólo no es condescendiente con lo que cuenta. No mira al lado opuesto negando la posibilidad de que en verdad el mundo se está terminando para muchas personas en distintas partes. Ricardo Silva nos muestra una legión de seres descarnados que han sido olvidados por el sistema en términos ya no políticos sino metafísicos. Para ellos el abandono llega de todas partes. Para ellos sólo queda la herida profunda de la navaja, herida que nunca sana porque una y otra vez desprenden la costra de la piel para mirar en su propia miseria. No hay posibilidad de cicatrizar porque todo sangra y la herida no tiene final.

Por Davo Valdés de la Campa (@Davovaldes)

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