‘Minions’ y la persecución de la técnica

Cuando Louis Lumière filmó en 1895 El regador regado (L’Arroseur arrosé) inauguró la comedia como género cinematográfico y estableció algunos elementos básicos del mismo. El slapstick, uno de los más recurrentes, fue puesto en escena por los grandes actores del cine silente de la década de los veintes y treintas (Harold Lloyd, Safety Last, 1923; Buster Keaton, Sherlock Jr., 1924; Charles Chaplin, City Lights, 1931). Chaplin, de humor catártico (Tiempos modernos, 1936; El gran dictador, 1940) fue de los pocos que ridiculizaron al progreso por el progreso mismo, la tecnología al servicio de la guerra y al fascismo; el humor como catalizador, como experiencia colectiva y el uso de la técnica cinematográfica con un subtexto crítico. Minions (Kyle Balda, Pierre Coffin, 2015) es una precuela de Mi villano favorito (2010-2013), en la que se narra el origen de las entidades amarillas.

Un recuento desde su forma unicelular, pasando por la prehistoria, edad antigua (Egipto), medioevo (oscurantista-ficcional), modernidad (post revolución francesa) y centrando la narración en la posmodernidad (1968; afortunadamente el guionista se saltó de 1933 a 1945), la naturaleza de los minios es servir a los amos más “malvados” (feat. Aristóteles). Su especie está en peligro de extinción; su existencia carece de sentido cuando no tienen un líder. Refugiados en la Antártida, viven en equilibrio pero vacíos. Kevin, Stuart y Bob emprenden un viaje para encontrar a quién servir. Su viaje los lleva a Nueva York, con acordes psicodélicos de Jimmy Hendrix.

Comedia ligera que abusa de gags y persecuciones en la medida que el subtexto es endeble. Sketches que nos recuerdan a los filmes silentes en una época en la que el 3D pocas veces obedece y da cuerpo a la narrativa (La cueva de los sueños olvidados, Werner Herzog, 2010; La invención de Hugo Cabret, Martin Scorsese, 2011). Para encontrar al líder más cruel, asisten a la Villano Con, donde se presentará Scarlet Overkill, una villana que causa furor en el mundo de la delincuencia. Es el final de la década de los sesenta y en Europa hay una actividad filosófica-humanista muy fuerte, relecturas de Marx, Jean Paul Sartre, Nietzsche y Simone de Beauvoir emigran a América en institutos de investigación en Estados Unidos y en los movimientos estudiantiles alrededor del mundo. Las mujeres, en tanto género, desde los cincuenta, comenzaron una fuerte actividad política y de reconocimiento.

Por su parte, los minions que se quedaron en la Antártida, tienen que huir para encontrarse con los demás en Inglaterra (sí, tanta persecución los lleva por distintos continentes y países). Con un idioma incomprensible (a menos que sea necesario), los minios saltan de una situación a otra sin gran sustento argumental; de cuerpos indestructibles y siempre despreocupados, se desplazan en un montaje 3D que poco añade al trabajo de Balda y Coffin. Uno de los momentos logrados, es la sátira de la llegada del hombre a la luna, un chiste que disloca el ego estadounidense y lo cuestiona, así como una técnica distinta de animación cuando Scarlet Overkill narra el cuento de los tres cerditos.

Nada de qué preocuparse, ya sabemos que Gru será un héroe y no tratará de forma un imperio. Simples e indiferentes, los minions nos muestran que la técnica no puede reemplazar un subtexto, que el humor no llega a sus mejores lugares si no es con inteligencia y que extrañamos el imaginario del cine silente de los veinte, así sea el american way (Buster Keaton) o la catarsis colectiva de Chaplin.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

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