Cuando la Academia decidió ampliar el número de nominadas de 5 a 10 –los últimos dos años 9 y éste, 8– la intención era ampliar la oferta y beneficiar a películas pequeñas, independientes o de temática arriesgada en su intención de buscar el Oscar. Sin embargo dicho objetivo no se ha cumplido, al contrario, la temporada de premios continúa definiéndose por la cantidad de dinero que cada estudio invierte y la cantidad de alfombras rojas caminadas por los protagonistas de las películas.

Así la carrera se vuelve cada vez más predecible, pronto los nominados se dividen entre dos pelotones: aquellos que parten a la cabeza y los de atrás sin posibilidad alguna de ganar, con la mención en la terna como único y factible premio. El 2015 no es la excepción, la única diferencia es que Boyhood logró una nominación y emparejar la carrera sin invertir mucho, mientras que Birdman afianzada por el ego del artista antes conocido por Alejandro González Iñárritu y los recursos de su estudio parecer partir con una ligera ventaja.

Abajo de ellos el pelotón lo componen dos películas biográficas sobre caballeros ingleses bastante inteligentes (La teoría del todo y El código enigma), un emocionante thriller musical (Whiplash), la genialidad de un artesano (El Gran Hotel Budapest), un fenómeno de taquilla (Francotirador) y el retrato de un movimiento social (Selma). En total cuatro de las nominadas son biografías, ahí va la cacareada diversidad de la Academia.

Partiendo con eso en mente, la contienda es una cuestión de dos. A menos que Selma, poco probable, o Francotirador, la más taquillera de todas, terminen por ser el caballo negro. La pregunta final será si los miembros de la Academia deciden premiar el tenaz trabajo de un director que trabajó durante doce años buscando su película o el la grandilocuencia de un cineasta que piensa es merecedor de todos los premios, quien además hizo una cinta sobre el arte de crear un espectáculo. Un espejo en el que muchos podrían identificarse. Los conflictos del super héroe alado llevan una pluma de ventaja.

Por Rafael Paz (@pazespa)

El resto de nuestro especial dedicado al Oscar:

Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (Birdman: or (The Unexpected Virtue of Ignorance)): “Hasta cierto punto, la trama es un comentario sobre la carrera de Keaton y la de Iñárritu. Ambos eran considerados artistas en algún punto y su contacto y popularidad en Hollywood los alejaron de ese “arte puro”. Birdman marca ese regreso de forma y fondo para los dos, gracias a su reflexión sobre la intención artística y el riesgo inherente que cualquier odisea creativa representa. Incluso se hace un apunte acerca del nulo compromiso del  crítico ante la creación artística. Después de tanto trabajo, éste se limita a juzgar o etiquetar el producto que tiene enfrente, sin invertir mucho a nivel personal para su producción. Una meditación presentada de manera más elocuente en el discurso de Anton Ego en Ratatouille (2007).” Seguir leyendo…

El Gran Hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel): “Lo maravilloso de la modesta pero eficaz maquinaria que Anderson domina es que en El Gran Hotel Budapest, aspectos que rara vez encuentran cabida en su filmografía, como la violencia y el sexo, encuentran una explosión humorística, digresiones que abren territorios nuevos que Anderson bien podría explorar más adelante y acallar a quienes vociferan un “estancamiento creativo”, que ciertamente daba ligeros signos de fatiga en Un reino bajo la luna. La minuciosa construcción de cada set y escenario a cargo de Adam Stockhausen, la obsesiva atención al detalle en los vestuarios de la enorme Milena Canonero y la naturaleza coral del hotel permiten al cineasta una bella y recargada indulgencia, que nunca se siente pesada, como correr dentro de un opulento museo, el de una Europa ficticia, y por lo tanto total.” Seguir leyendo…

El código enigma (The Imitation Game): “El afán por entregar una cinta que sea incapaz de desagradar a todo público  parece responder a una necesidad de precisión casi matemática, desvaneciendo ese críptico misterio que hace a una película trascender sus propios límites y convertirse en algo más significativo e importante. El problema aquí es que las decisiones autorales de Tyldum se ven prácticamente desvanecidas en un frenesí de convencionalidad y predictibilidad que sigue el método ya trazado desde hace mucho tiempo para convertirse en un imán de premios, ecuación otrora descubierta por la ramplona Una mente brillante (A Beautiful Mind, 2001) de Ron Howard o el otro “biopic” inglés de prestigio de este año que esta capitalizando listones y medallas, La teoría del todo (The Theory of Everything, 2014) de James Marsh.” Seguir leyendo…

Boyhood – Momentos de una vida (Boyhood): “El cine nació para capturar momentos, buscando preservarlos y retransmitir la emoción de haberlo vivido, como esa noche en que un grupo de personas en París huyó creyendo que un tren se acercaba a ellos en el sótano de un café. El séptimo arte evolucionó con el tiempo hasta deslavar su poder de impresión. En ocasiones parece que sólo los efectos especiales pueden seguir sorprendiendo. Linklater propone despojarnos de todo, dejarnos cautivar por la sencillez de la vida misma. Dejar que sea el momento el que nos atrape.” Seguir leyendo…

Selma: el poder de un sueño (Selma): “La reconstrucción histórica de la película es a partir de audios originales del FBI y pedazos de la épica documentación de la marcha de ese 7 de marzo en Selma. Cabe recalcar que el FBI a cargo de J. Edgar Hoover, impuso las prácticas de espionaje como una actividad regular en esta institución. Asimismo, es importante recordar que las razones para comenzar el espionaje por parte del gobierno de Johnson fue buscar desacreditar el movimiento de derechos civiles de King y de todas las actividades de militantes contra la segregación.” Seguir leyendo…

La teoría del todo (The Theory of Everything): “La precisión clasicista de Marsh en cada escena, aunque alejándose en ahondar en las emociones más oscuras del matrimonio Hawking ante una complicada vida marital, y capturando ciertos momentos que caen en el cliché emocional del biopic, logra dotar al relato de un brillo propio gracias a la delicadeza con la que lo aborda. Los instantes que ambos personajes comparten son tiernos, sinceros y humanos, además de que resaltan las diferencias naturales que suelen existir en una relación sobre algún aspecto en particular. La más destacada es su postura sobre la religión, con Hawking como un ateo declarado que descarta a Dios como el creador del universo y Jane como una católica creyente, un aspecto que aunque se diluye poco a poco en su dinámica, posteriormente cobrará importancia en los últimos minutos del filme.” Seguir leyendo…

Whiplash: música y obsesión (Whiplash): “Por supuesto que esta interpretación es discutible, pero el éxito de Fletcher (JK Simmons) es la demostración de su eficiencia. Sus gritos y sus elaborados insultos nos recuerdan al personaje de R. Lee Ermey en Cara de guerra (Full Metal Jacket, 1987), de Stanley Kubrick. Los métodos de aquel infame sargento eran apropiados para extraer al hombre de sí mismo y reemplazar el interior de ese cuerpo hueco con una bestia. En la guerra, matar es un objetivo y una necesidad que la deshumanización facilita. Ni juicioso ni apologético, Kubrick meditó en su filme sobre la necesidad de un sistema despiadado para entrenar a los guerreros estadounidenses. Chazelle, por otra parte, muestra estas técnicas militares como el fundamento del músico. Incapaz de distinguir entre el soldado y el artista, el director plantea entrenarlos igual. Su película resulta un melodrama que distorsiona la realidad sin crear la pesadilla de la obsesión. En El cisne negro (2010), Darren Aronofsky creó una tragedia donde la subjetividad filtra la realidad y hace a la protagonista ver su pasión como un horror inacabable. Whiplash, por otro lado, nos muestra un mundo increíble donde nadie desafía a la autoridad y uno se puede levantar de un accidente espectacular para llegar corriendo a una audición.” Seguir leyendo…

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