‘Más notas perfectas’: La fórmula del crossover

Cuando un artista pop mexicano la hace en grande por estas tierras busca pegar también en Estados Unidos, el famoso crossover. Conquistado el territorio original quedan pocas por hacer y la internacionalización es el $ueño, el reto va más allá de cantar en inglés o pegarle horas al gimnasio para quedar como las buenas chuletas de cordero. La búsqueda de nuevos horizontes es, por lo general, un paso natural, no huyen, quieren retos frescos. En el caso de las Bellas de la Universidad de Barden pegar en el extranjero es una validación de su estatus como reinas del acapella norteamericano.

Es cumpleaños de Barack Obama y las Bellas son invitadas a cantar en su fiesta. La última vez que las vimos eran el patito feo del canto acapella y su triunfo en el torneo nacional fue una sorpresa, han pasado un par de años y las chicas son multicampeonas, queridas por todos y más étnicamente diversas que nunca –es un decir–. Pero un accidente relacionado con las partes pudendas poco depiladas de la Gorda Amy (Rebel Wilson) frente al primer mandatario del país más poderoso del mundo provocará una ola de rechazo contra las señoritas y su expulsión de la asociación de canto acapella. La única solución para recuperar el prestigio perdido es ganar el mundial de la especialidad, algo impensado para cualquier equipo gringo porque “nos odian en todo el mundo”.

Notas perfectas (Pitch Perfect, 2012) fue uno de los fenómenos de taquilla más interesantes de su año de estreno, una película protagonizada por mujeres sin una “gran” estrella en la marquesina para atraer el público terminó recaudando casi 120 millones de dólares alrededor del mundo sobre un presupuesto de 17mdd para su producción. No hace falta ser matemático para vislumbrar el brillo en los ojos de algún ejecutivo y la comisión de una secuela para buscar establecer una franquicia. Como muchas segundas, terceras, cuartas y más partes, Más notas perfectas lucha con buscar nuevos retos para sus personajes, renovar su imagen y, al mismo tiempo, mantener la línea que tan buenos resultados dio la primera vez.

Así, los problemas enfrentados por Las Bellas son llevados a escala internacional. La líder Beca (Anna Kendrick) buscando de nuevo su lugar en el mundo, ahora en su primera pasantía para una exitosa disquera. Chloe (Brittany Snow) eludiendo la oportunidad de graduarse por no tener vida más allá del canto. O la Gorda Amy debatiéndose entre seguir con su alocada vida de soltera o sentar cabeza con la más improbable de sus parejas. Y en general las chicas intentando adaptarse a la existencia fuera de las famosas y queridas Bellas, porque el guión poco se interesa en desarrollar los personajes más allá del rol utilitario que tienen dentro del grupo. “Soy negra, lesbiana y mujer, háblame de minorías”, dice la sassy Cynthia Rose (Ester Dean) como extensión del gag del poco desarrollo narrativo al que se ven sometidas o la sorpresa de todas al descubrir que las dos integrantes del grupo con menos diálogos, y con quienes han convivido los pasados calendarios, en realidad tienen el mismo nombre.

Sucede algo similar con los antagonistas. Si antes debían enfrentar al grupo más en onda del momento, conformado por puros hombres, al buscar redención más allá de sus fronteras naturales las chicas se ven enfrascadas en una confrontación con un eficiente coro alemán que mezcla un canto perfecto con un sentido del espectáculo prístino sobre el escenario. Es la ley de la secuela: más grande, más ruidoso, más fuerte. A pesar de usar el mismo esquema para la trama, la guionista Kay Cannon y la directora/productora/actriz Elizabeth Banks (en su primer largometraje, después de un poco visto cortometraje en la compilación cómica Movie 43); como ese chiste reiterativo en el que Beca se siente atraída sexualmente por su enemiga alemana, de manera similar a como una de las Bellas (Alexis Knapp) se refería a su vagina como “un cazador” en cuestiones de experiencias genitales en la entrega anterior. Ser mujeres no las define.

Al ser una película centrada en figuras femeninas y, sin duda, con la mente puesta en satisfacer a dicho público, la película se ve fortalecida por el carisma de sus actrices y la poca necesidad de tener a un hombre en sus vidas. Una mirada refrescante en un Hollywood dominado por hombres blancos. Aquí el sexo masculino es relegado a segundo plano (el novio de Beca), ridiculizado (la pareja de Amy, el narrador de competencias acapella) o usado como reafirmante de las habilidades de las protagonistas (el jefe de Bella miedoso de verla hacer lo mismo que él). Ellas son el centro y el fin del relato.

Los temas de Más notas perfectas son, de esta manera, una continuación de lo previamente trazado, donde el tópico más relevante es entender que las experiencias universitarias o escolares a la edad de las protagonistas no serán las más relevantes de la vida, sino un pedazo más de aquello que crea y conforma la individualidad. Crecer es ver tu pasado y aceptarlo, saber que detrás de ti hubo personas que pasaron por lo mismo y vendrán más en un futuro a experimentarlo. Siempre serán Bellas porque no hay necesidad de dejar de serlo para tener una vida satisfactoria.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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