Después de un largo tiempo viviendo en México con su novia Fernanda (Sandra Burgos), la arquitecta argentina Mariana (Flavia Atencio) se ve obligada a regresar a Mendoza para encontrarse con sus raíces familiares. Ahí, experimentará de nueva cuenta el conservadurismo de su madre Cecilia (Ana María Picchio), atestiguará el estado moribundo de su padre y recordará fragmentos de su pasado en la localidad.
En su opera prima y basado en el guion de Flavia Atencio, Lo que nunca nos dijimos (2016), el realizador Sebastian Sánchez Amunategui (coproductor del aplaudido filme chileno La nana) aborda, con mucha serenidad, un relato sencillo con el que refleja de manera circunstancial el contraste entre las posturas tradicionales y modernas en cuanto al núcleo familiar, las interacciones de los integrantes y sus comportamientos ante la incierta sociedad.
La posición conservadora se realiza a través de Cecilia, la mujer en sus cincuenta atenida a las disposiciones de un intrascendente marido caído en estado de coma, dedicada a su hogar, renuente en abrazar los inevitables cambios, con muchas complicaciones en aceptar los cambios.
La contraparte es Mariana: la arquitecta homosexual sin el deseo de tener hijos ni establecer una familia propia, huyendo de su pasado incómodo, reencontrándose con el ex prometido de la época que abandonó por un inesperado suceso concerniente al padre, hecho mismo que confronta de manera correcta las visiones polarizadas de madre e hija, dinamizando un poco el exceso de calma en el relato, además de reflejar los aires de rivalidad y rencillas.
Los momentos de conciencia un tanto carismáticos por medio de Rosi (Catalina Saavedra) cumplen en su función al ayudar a destapar el redescubrimiento personal de la joven y su progenitora, con la desventaja de retratarse en forma y presentación a los conocidos mensajes del perdón y la aceptación ofrecidos por los culebrones televisivos. A su vez, con la excesiva reiteración de los roles familiares de acuerdo a las creencias tradicionalistas, la trama cuenta con algunos cabos sueltos que terminan por ofrecer una resolución un poco abrupta en su ritmo y en la revelación de la verdadera esencia del conflicto “amoroso”, con personajes secundarios como el amigo de Fernanda que sirven como elemento decorativo y sin lograr un impacto apropiado.
Con un estilo conservador y con destacadas participaciones por parte de Ana María Picchio y Catalina Saavedra, Lo que nunca nos dijimos”, convencional en su tratamiento y melodramática, se queda en el intento por impartir una meritoria lección de redención, de la aceptación de vidas ajenas y las decisiones de vida personales, sin despertar sorpresa alguna en su mensaje de unión familiar.
Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)
