Noche de 35mm en Cineteca Nacional. Macabro: Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México se vistió de gala para recibir a La Mujer Murciélago. La cita incluía nostalgia, recuerdos y celuloide desempolvado. La cinta de René Cardona regresó a una pantalla gigante después de 30 años de su última proyección gracias al trabajo de Permanencia Voluntaria Archivo Cinematográfico, comandado por Viviana García Besné y Michael Ramos-Araizaga.
La película cuenta la historia de una excéntrica millonaria, diestra para los deportes y de ineludible atractivo que decide combatir al mal ataviada como un murciélago. Sin embargo, las calles que patrulla no son Ciudad Gótica sino las bellas playas de Acapulco. Es momento de abrir un coco y dejar que el sol nos tueste la piel mientras dos de nuestros colaboradores comentan este largometraje lleno de acción y risas.
Rafael Paz (@pazespa): “Ahí está”, dice uno de los protagonistas cuando ve al monstruo de la película, llamado Piscis, intentar subir la lancha donde se encuentra. Es una escena que captura muy bien los alcances de La Mujer Murciélago: una cinta de acción algo ingenua, divertida y ligera. Justo un entretenimiento familiar.
Creo que fue una grata experiencia para aquellos que extrañan ver películas en formatos físicos. No recuerdo la última vez que vi una cinta con todo y colas (o sea, se veía el final de cada rollo, con marcas y números) o un rollo de 35mm virado al magenta.
Fue una proyección de verdadero cine popular. Sí, es un producto un poco ingenuo y que causa risa actualmente porque estamos acostumbrados a los espectáculos llenos de pixeles que despacha Hollywood cada 8 días. No sé si hoy día se podría producir una cinta con estas características; sí sé que nadie está intentando cubrir esa vena popular.
Icnitl Y García (@Mariodelacerna): Hay cintas que tienen determinados códigos, personalidad propia. La Mujer Murciélago, como bien dices, es una proyecciòn de verdadero cine popular. La experiencia de lo colectivo en la función de hoy aún recuerda esos códigos, los lleva grabados en el inconsciente. Si bien el filme de Cardona apuesta por la ciencia ficción y alusiones a la cultura pop con matices de comedia, no todo el metraje se fundamenta en ello. El cine negro (El halcón maltés, John Huston, 1941), de terror (El monstruo de la laguna negra, Jack Arnold, 1954) y propias referencias (También de dolor se canta, 1952) son yuxtapuestos en una puesta en escena por momentos barroca y delirante: una versión ligera (pero no ingenua) del gótico tropical.
La experiencia colectiva se vuelve importante porque los chiflidos, los gritos de “cácaro” y las risas contenidas cada-tres-segundos de alguien que cree entender ca-da-fotograma son parte de ese imaginario; sólo faltaba que en cabina el proyeccionista se cruzara en la lupa que amplifica el sueño. La risa sigue siendo ambivalente: por un lado, la catarsis que unifica de manera crítica a la multitud y , por otro, el placebo que sólo dura hasta los créditos finales.
El Acapulco paradisiaco aún es ese paraíso de escape, el lugar de la síntesis entre el glamour, lo cursi y una aparente apología de lo femenino. Sin embargo, si de algo adolece el trabajo del ecléctico Cardona es la “naturalidad”, por no decir banalidad, con que trata lo femenino. La última secuencia, más que chiste, es una declaración cultural: a tropezones, el final de la década de los sesenta, apenas salía del oscurantismo.
@pazespa: “¡Mujeres!” Ese cierre merece un reproche. Los tiempos han cambiado y eso se agradece, aunque el cine mexicano no se haya terminado de ponerse al corriente (como esos falsos feministas de El tamaño sí importa).
La presentación sirve como una proyección de historia. Una mirada a un México que quedó encapsulado en la bella arena de Acapulco y que se niega a morir en ese chiste del cierre. El trabajo de los archivos se vuelve invaluable. No hay forma de comprender nuestro presente sino nos atrevemos a mirar al pasado.
Ojalá las instituciones más serias del país lo comprendieran. El rescate de este cine y su proyección entre las generaciones más jóvenes es necesario para crear una cultura fílmica. Un acierto de Macabro el programar la película de Cardona. Sueños gótico-tropicales bañados en magenta.
@Mariodelacerna: “Restaurar es un acto de resistencia” asume Permanencia Voluntaria Archivo Cinematográfico. Asomarse al pasado, no sólo para revisitarlo, sino para resarcir las fracturas. Las instituciones hegemónicas del país, que no necesariamente serias, se pierden en el discurso cultural, en la falsa universalidad: hace falta la paciencia y el ojo crítico para buscar en la ruina, para restaurar lo olvidado. Es necesario reconocer el esfuerzo de los restauradores (ya convoca el sustantivo-adjetivo) para crear una cultura fílmica como apuntas; sin embargo ellos-nosotros (como cinépatos) apuntamos a algo más: a la contracultura fílmica.
La mujer murciélago es un documento que presenta lo más emblemático del final de los sesenta en México: jazz psicodélico; la figura del héroe mexicano:moreno y fornido; la necesidad de hacer sentir la modernidad, así fuera artificial y una posición cada vez más suelta del rol femenino. Cardona filma con la experiencia de quien controla los últimos segundos del 12 round: tomas submarinas que nada le piden a la bestia acuática de Arnold, una hábil puesta en escena y un ritmo que hace guiños a la sensualidad. Sin embargo, los diálogos que narran lo que ya vemos en las imágenes y su postura frente a la figura femenina, nos hacen contener un poco el entusiasmo.