La épica posmoderna: ‘Batman: El Caballero de la Noche Asciende’

“It is a far, far better thing that I do, than I have ever done;
it is a far, far better rest that I go to than I have ever known”
Jim Gordon (Gary Oldman) recitando a Dickens

Despertando a la ambigüedad.

La culminación de un gran corpus artístico conlleva una serie de intensas y profundas emociones. Implica el final de una larga espera, que cuando se ve cumplida nos genera reacciones mixtas, por un lado la expectativa del final y la pesada conciencia de saber que no habrá más. La Ciudad Gótica engendrada por el británico más famoso después de Mr. Bean, Christopher Nolan, ha despertado el fanatismo mas religioso en el sector geek que no se perturbaba de tal manera probablemente desde Star Wars. Las expectativas rozaban las  faldas del Santísimo antes del estreno, la fiebre se convirtió en una epidemia, epidemia que derivó en eventos como lo sucedido en Colorado. La obra de un gran artista es la que es capaz de permear en sociedad de tal manera, taladrando la convención, convirtiéndose en un fenómeno de singular relevancia social.

La transgresión socialista.

Esta relevancia social es lo que Nolan parece buscar desesperadamente en la culminación de su muy personal Batman, tomando dos grandes pilares socioculturales como referencia central. En primer lugar, la mafia criminal cede el protagonismo antagónico al mundo financiero, responsable de las atrocidades más grandes de la década actual en TDKR, en un marco revolucionario al estilo francés descrito con maestría por Charles Dickens en Historia de Dos Ciudades, la cual Nolan menciona como base fundamental del guión de la cinta. Y es difícil no notar la populosa fantasía pejista a manos de Bane (el maestro de la actuación física, Tom Hardy) quien hace de Gótica su Francia y de Blackgate su Bastilla. Nolan no presenta ningún tapujo en la brutal destrucción de íconos republicanos norteamericanos, ya sea la violación de la antes impenetrable bolsa de valores, la explosión de un campo de futbol americano o una derruida bandera gringa que bien podría pasar por el calzón de una prostituta después de quincena.

“¿Y mi café…negro?”

Tomando estos referentes socioculturales en cuenta, Nolan añade a la magna receta, un ingrediente ya conocido pero aun magistral: el manejo del concepto del miedo y la tortura del alma a la que vemos sometido a Bruce Wayne (el mejor Bruce de Christian Bale), el héroe caído que esta al borde la ruina, decrépito y recluido en su guarida al cuidado de Nanny Alfred (espectacular Michael Caine). La degradación y ambivalencia de “héroe” es uno de los temas predilectos de Nolan, quien descubre que la clave de la  humanización en mitología es el dualismo, la eterna ambivalencia moral, que no importa cuan viejo y jodido esté nuestro héroe, siempre habrá una prótesis, una moto y un avión al rescate. Gracias al Chofer de la Señora Daisy (Morgan Freeman), quien nos impresiona con sus conocimientos en ingeniería militar.

El despertar sexual de Nolan.

Dentro de este pronunciado mundo viril y falocéntrico, un incipiente erotismo permea de manera humeante en la estilizada figura de Selina Kyle (Anne Hathaway), quien le proporciona a Bruce Wayne sus primeras erecciones en 8 años gracias a una moral incluso más ambigua que la de Bruce, una hipersexualizada y politizada ladrona que  busca el equilibrio y justicia social un taconazo a la vez. Nolan es un director que siempre ha tenido problemas fuertes para el romance, el sexo y el erotismo. Siendo un director de visión tendenciosamente masculina, la dupla con Hathaway proporciona los momentos más sensuales de la saga, compensando la tibieza de Maggie Gyllenhall y la de Katie Holmes (ugh). Eso sin mencionar la candidez de Marion Cotillard, quien proporciona otra dimensión al papel de “interés romántico #2” cerca del final de la cinta.

El renacer del agente del orden.

Debajo del disfraz liberal que Batman podría proponer, podemos encontrar de manera casi evidente una agenda que busca constantemente el reestablecimiento del status quo mediante el manejo del cuerpo policíaco de Ciudad Gótica, reconocido como un organismo no inmaculado pero el mejor que tenemos. Todo esto a pesar del increíble desempeño de actores como Gary Oldman, Joseph Gordon Levitt y Mathew Modine, quienes son capaces de hacernos creer en que existe un cuerpo policíaco decente aunque sea en la ficción. Detrás de la ya mencionada destrucción de grandes iconos del sistema republicano conservador, mantenemos a los agentes del orden contra aquellos de buscan diseminar la “anarquía” y “el miedo”. Si la situación les suena familiar es que a cierto político tabasqueño parecieran faltarle únicamente una máscara de gas y unos cuantos años en el gimnasio.

Gran parte del mérito conseguido por la trilogía de Nolan se debe a una colaboración que no provoca orgasmos ópticos, sino acústicos, el hipertalentoso y multipresente músico de descendencia alemana Hanz Zimmer, quien logra un score que alcanza a superar en majestuosidad y dramatismo al tenso y estridente score de El Caballero de la Noche, añadiendo un himno que resuena no sólo en el espacio físico de la película sino en esa vituperada alma de Bruce Wayne. Zimmer logra crear temas operísticos y grandilocuentes que se acompañan de temas con variaciones mucho más suaves sin dejar de lado el espíritu que Nolan siempre imprimió a Ciudad Gótica.

Después del fenómeno casi mítico que representó El Caballero Oscuro, el reto era muy alto para Nolan y compañía. Sin poder usar al mejor antagonista de esta década, implicó un cambio en el magistral ritmo de la entrega anterior. El Guasón de Heath Ledger era una presencia implacable haciendo que la cinta se fuera moviendo en pequeños puntos de tensión que llegaban a su climax construyendo así una cinta con un ritmo inigualable. El Caballero Oscuro Asciende no llega al ritmo que alcanza su predecesora, pero compensa con momentos realmente brillantes y una temática aún más rica y variada que la cinta anterior. Extrañé al payasito macabrón, pero extrañaré más al semi senil héroe y su constante dilema moral en un mundo que comparte su misma ambigüedad. El héroe que nunca lo fue, simplemente, un vigilante…. El Caballero Oscuro (corte a negros).

“Me habrás partido la espalda, pero qué bonita sonrisa tienes”

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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