Los niños siempre dicen la verdad. Mentira. La sabiduría popular apunta a los más pequeños y a los borrachos como las únicas dos entidades con la capacidad de no mentir. ¿Pero qué pasa cuándo el niño calumnia y, por costumbre, la sociedad es incapaz de percibir el embuste? Esa es la pregunta que trata de contestar Thomas Vinterberg en La Caza (Jagten, 2012).
Lucas (Mads Mikkelsen) vive en un pequeño pueblo de Dinamarca y trata de adaptarse a su nueva vida de divorciado. No puede ver a su hijo y ahora, en lugar de enseñar en una secundaria, se ve en la necesidad de aceptar un empleo en un kindergarden. Cuando parece que las cosas mejoran -su hijo volverá en invierno, tiene un nuevo interés amoroso-, la mentira de una niña destrozará poco a poco su existencia.
El peso de La Caza recae en los hombros de Mads Mikkelsen, es su sensible y parca actuación como Lucas lo que hace verosímil la cinta, y la forma en que Vinterberg pervierte el viejo adagio sobre los infantes.
Para ilustrar el segundo punto, la elección de la pequeña actriz Annika Wedderkopp no pudo ser más adecuada. El rostro de Wedderkopp refleja la contradicción que la película busca desenmascarar, es al mismo tiempo tierna y maliciosa. Al verla, por reflejo pensamos, al igual que Lucas, que Klara es incapaz de cometer ningún mal, pero su mirada nos revela que es capaz de ser vil -una malicia sin intención, pero malicia al fin y al cabo-.
A diferencia de Submarino (Submarine, 2010), anterior largometraje de Vinterberg, en La Caza las emociones se sienten reales y no están basadas en la mera presencia física de su actor principal, como sucedía como Jakob Cedergren en su trabajo pasado.
Juntos, Mikkelsen y Vinterberg, provocan nuestro interés por la historia de Lucas, sentimiento que crece gracias a la decisión del director de conservar algunas de las propuestas estéticas del Dogma -luz natural, cámara en mano- para así, acercarnos al protagonista.
Como espectadores, caemos en un juego en el que la empatía por la situación de Lucas nos invade y al mismo tiempo justificamos el proceder de la gente del pueblo. Su mejor amigo, y padre de Klara, experimenta una sensación similar a la nuestra: sabe que su camarada de toda la vida no merece lo que le está pasando, pero al mismo tiempo no puede contradecir a su propia hija.
Al principio de la cinta vemos a un grupo de hombres conviviendo, cazando, siendo amigos. La mentira destruirá esa relación y, aunque en apariencia se restaure, la cizaña ha germinado, nada volverá a ser igual. Siempre habrá una duda en el aire, después de todo… Los niños siempre dicen la verdad, ¿no?
Por Rafael Paz (@pazespa)